El consejero Juan Carlos Ruiz destacó hace unos meses que las empresas turísticas murcianas suponían el 12,5% del total y que el sector alcanzó el 10,1% del PIB regional aumentando su aportación en un punto desde 2010.

El aumento de ingresos por turismo será siempre bienvenido, máxime cuando hay poco donde buscar en la maltrecha economía regional. Lo que no parece para tirar cohetes es que aumente su peso relativo en el PIB regional o el porcentaje de empresas que se dedican a esta actividad. Lo único que indica ese dato es la lamentable estructura del conjunto de nuestro tejido productivo donde pierden peso relativo sectores más susceptibles de aportar valor añadido, I+D+i y lo que más interesa: empleo estable y de calidad. Precisamente, aquello que disfraza este aumento de pequeñas empresas y autónomos que malviven en un sector duramente castigado por la crisis y que registra además enormes índices de empleo precario y economía sumergida.

Los ingresos absolutos por turismo no han dejado de descender durante estos años sitúandonos en los niveles previos a 2008. Es tal la pérdida de tejido productivo y empleo en la Región que este castigado y precarizado sector aumenta su aporte relativo a la economía regional. ¿No resulta fantástico cómo un desgraciado dato, bien maquillado, se torna en algo de lo que sacar pecho?

El fomento del turismo por parte de la Administración solo cobra sentido en la medida en que contribuya al empleo, al desarrollo rural, a la conservación del patrimonio y, en definitiva, a la economía de las familias. Exactamente lo contrario de lo ocurrido durante estos años en que el turismo ha sido poco más que un oportuno y socorrido juguete al servicio de la imagen de los políticos, la justificación de grandes eventos mediáticos, la especulación inmobiliaria, faraónicas e inútiles infraestructuras y mucho, mucho derroche.

No abundaré en las cifras del turismo murciano. Los datos, cuando existen, son confusos, de dudosa calidad y suelen mezclar churras con merinas. Por ejemplo, según los datos oficiales de Egatur, el gasto que realizaron los turistas internacionales en España fue de 63.100 millones de euros en 2014. ¿Esto quiere decir que se inyectó ese dinero en la economía española? En absoluto. Es una encuesta que refleja lo que dicen haberse gastado, incluido lo efectuado en su país de origen, y cuyo resultado dista en 14.000 millones de los datos del Banco de España al contabilizar los ingresos en turismo en la balanza de pagos. Respecto a los datos desagregados de Egatur referidos a Murcia, no existe forma de contrastarlos con los de la balanza de pagos. Esos datos solo son útiles para constatar tendencias. Ahora bien, debida y sabrosamente cocinados, se utilizan con fines propagandísticos.

Hay un dato oficial, particularmente escandaloso, que muestra el disparate de modelo turístico desarrollado en Murcia. Tan sólo el 10% de las pernoctaciones de turistas extranjeros se realizan en establecimientos hoteleros. La media española se sitúa en torno al 56%. Es el resultado del fomento casi exclusivo del mal llamado turismo residencial: una vez consumado el negocio inmobiliario, no genera un aporte regular y sostenido a la economía y el empleo. Los hábitos de gasto de residentes estacionales terminan por asemejarse al de los autóctonos. Sin embargo, y al margen del impacto medioambiental, hemos agotado el suelo disponible para hoteles u otros equipamientos.

Lo que nunca faltó estos años fue el regular goteo de creativas estadísticas, muñidas por la consejería del ramo, en las que cualquier parecido con la realidad era mera coincidencia. Por ello, urge diseñar una verdadera política turística al servicio del interés general de la Región, algo hasta ahora inexistente. Ello implica trabajo serio y eficaz, eliminar gastos inútiles y dejarse de ocurrencias tipo Paramount. La clave residirá en desestacionalizar e internacionalizar nuestro turismo, ampliar el ridículo número de plazas hoteleras, 20.000 en toda la Región. Asimismo se debe huir de la excesiva dependencia del modelo residencial y aprovechar nuestras óptimas condiciones climáticas para fomentar en todo el territorio actividades deportivas, culturales, medioambientales, paisajísticas y de salud. En definitiva, el turismo puede y debe aportar mucho en la recuperación de la devastada economía regional, creando empleo más estable y menos precario.