Ni Bob Dylan, que actúa en Murcia el próximo 5 de mayo, tendrá tantos problemas para caminar por las calles. Decenas de murcianos se vieron sorprendidos ayer cuando vieron aparecer al candidato a la presidencia del Gobierno, Pablo Casado, por la Glorieta.

La plana mayor del Partido Popular de la Región le esperaba frente al Ayuntamiento: el presidente regional, Fernando López Miras; el alcalde José Ballesta, su número dos y cuatro en las listas municipales, Rebeca Pérez y Pepe Guillén; la alcaldesa de Archena, Patricia Fernández; el senador Francisco Bernabé, la candidata al Congreso Conchita Ruiz Caballero; y, por supuesto, su colega y secretario general de la formación, Teodoro García Egea. Como no llegó puntual, y para entretener a la prensa que compone «la caravana del presidente» -como la llama García Egea-, Ballesta se puso a explicarles la receta del paparajote murciano, que recoge «la esencia de la hoja del limonero». Y tampoco se olvidó del café de puchero que podrían encontrar en las barracas.

Para cuando a todos los presentes ya les rugía el estómago con tanta charla gastronómica, hacía su aparición Pablo Casado, que iba hecho un pincel. Eso debió de pensar Teodoro García, que llevaba puesto el famoso chaleco azul de campaña con el que llamó tanto la atención la noche de la pegada de carteles, y no tardó más de dos minutos en cambiar su modelo 'sport' por otro más acorde a su compañero.

Ni uno, ni dos ni tres. Fueron más los niños, también bebés, que fueron acercados al líder popular en su paseo hacia el Malecón. «¿Qué se celebra?», preguntaba Casado al pasar por el catafalco de la sardina. Gritos de «¡presidente!» se escuchaban sin cesar. Una octogenaria, que logró acercarse hasta agarrar al candidato, le deseó «suerte, porque la necesitamos». El alcalde Ballesta, que miraba como si nunca se hubiera visto en una así, ejercía de vez en cuando de policía de tráfico: «Está en verde».

Tras una pequeña parada en la caseta de 'El tío de la barca' («No se irá ahora a dar un paseo por el Segura», se preguntaba alguien de la comitiva), Casado por fin entraba en Los Huertos del Malecón, donde se le esperaba ya en las barracas. La primera peña afortunada fue 'Los Güertanos', en donde las camareras, ataviadas con su traje de faena, se marcaron unos bailes y entregaron una guitarra al potencial presidente para ver si se animaba a tocar -ya lo hizo en El Hormiguero, pensarían-. No sucedió, pero no por ello dejó de sonreír. Así, entre besos, selfies y conciertos de guitarra difícilmente esporádicos en otras peñas, Pablo Casado llegó al arco del centro del Malecón. Faltaban diez minutos para las 20 horas, hora del mitin, y alguien pensó que tendría hambre.

Una flamante bandeja de paparajotes apareció en las manos de una cocinera, que insistió al candidato a la presidencia del Gobierno para que probara el dulce. Guiado por López Miras y García Egea, Casado se comió un paparajote sin morder la hoja, como debe hacerse.

«Teo, tres minutos, no podemos parar». La voz de Pepe Guillén metiendo prisa movilizó a la comitiva popular, que avanzó con paso seguro hacia la plaza del Malecón, en donde ya estaba todo preparado para recibir al «presidente» y donde aguardaban, según fuentes del propio Partido Popular, más de cuatro mil personas, varios cientos de ellas con banderas de España.