Empieza septiembre y, como cantaba Amaral: “No quedan días de verano…”. Toca volver a la rutina y a muchas personas se les hace cuesta arriba, tanto que hemos popularizado el término “depresión posvacacional”. ¿Pero es algo real? ¿A qué nos referimos cuando hacemos referencia a este concepto? ¿Puede ser perjudicial trasladar esta idea a nuestros hijos? Hemos hablado con la psicóloga Patricia Ramírez y el psicólogo Alberto Soler sobre este tema y nos han contado cosas muy interesantes.

“La depresión posvacacional no existe”

Alberto Soler nos aconseja olvidarnos de esta expresión, pues “la depresión posvacacional no existe, no es un término clínico, sino periodístico”. Según el psicólogo, “vivimos en una sociedad que está obsesionada con etiquetarlo todo, y con una tendencia alarmante a poner diagnósticos pseudoclínicos a conductas normales”. “La depresión posvacacional no es otra cosa que el bajón que te da al volver al trabajo después de habértelo pasado bien en vacaciones. Vamos, algo totalmente normal, a lo que no hace falta ponerle etiquetas patológicas”.

Seguramente todos los adultos hemos sentido en algún momento este bajón del que Alberto nos habla, pero ¿cómo podemos evitar trasladárselo a nuestros hijos?

Lo cierto es que aunque nosotros vivamos el mes de septiembre añorando las vacaciones, a nuestros niños muchas veces les hace ilusión volver al cole. Reencontrarse con sus amigos, contar todas las aventuras que han vivido durante el verano, volver a jugar a sus juegos favoritos en el patio o retomar las actividades extraescolares que más les gustan. Pero, como decimos siempre, nosotros somos el ejemplo de nuestros hijos e hijas, y si nos ven disgustados, malhumorados, quejándonos o lamentando nuestra ‘depresión posvacacional’, asumirán que esto de volver a la rutina es un calvario.

La vuelta a la rutina como oportunidad educativa

Para retomar la rutina poco a poco, la psicóloga Patricia Ramírez nos aconseja ir “preparando el terreno de juego” antes de que empiecen el cole. “Ir nombrando que se acerca septiembre y se vuelve a la rutina. Pero de forma positiva, haciendo hincapié en lo que disfrutan del cole, como con las profes preferidas o con los amigos”.

Por otra parte, Alberto Soler señala que lo mejor que podemos hacer es evitar trasladarles la etiqueta de ‘depresión posvacacional’ a nuestros hijos e hijas. “Es verdad que han disfrutado de una época más relajada en cuanto a horarios, rutinas, etc., por lo que lo ideal sería ir acercándonos poco a poco a los horarios que tendrán cuando empiecen el cole”.

Para conseguir este objetivo, Patricia Ramírez nos da las siguientes claves:

  1. El momento del material nuevo es genial, dale importancia y disfrútalo con ellos. A todos nos ha gustado estrenar un estuche nuevo o una libreta bonita.
  2. Es importante que su cuarto esté ordenado. Igual puedes cambiar algo de la decoración, poner algún poste nuevo que ellos elijan, cambiar la mesa de ubicación, tirar todo el material que no sirva del año pasado. Que apetezca sentarse a hacer los deberes.
  3. Cuida tus expresiones. No verbalices que es un rollo volver al trabajo porque ellos copiarán esos comentarios y los utilizarán en contra del cole.
  4. Hazle saber que cuenta con tu apoyo, que va a aprender cosas nuevas y que va creciendo, no solo en altura, sino como persona.
  5. Los primeros días presta especial atención y fomenta la comunicación sobre su profesor para saber qué impresión tiene, de los compañeros, de la materia, de los deberes o si le preocupa algo. Y, sobre todo, deja que hable de lo que a él le gusta. Si empiezas a interrogarlo con lo que come, cuánto come, si se porta bien… no le apetecerá hablar contigo del colegio.

En definitiva, no os vamos a decir que volver de vacaciones es súper divertido y que lo ideal es no sentir este bajón que suele acompañarnos en septiembre, pero sí que podemos adoptar otros puntos de vista que nos ayuden a llevarlo lo mejor posible y no trasladárselo a nuestros hijos. Es importante que les hagamos saber que el fin de las vacaciones es necesario para el disfrute de las mismas. Al fin y al cabo, vivir en un estado vacacional perpetuo no tendría ninguna gracia, ¿no creéis?