Son viscosos, diminutos y, en más de una ocasión, tienen más patas de las que somos capaces de soportar. Protagonistas de muchas fobias y, en ocasiones, portadores de enfermedades letales para el ser humano, los insectos son, para muchos, desagradables. Y, aun así, son los animales más importantes para la supervivencia de nuestra especie.

“Polinizan los cultivos, reciclan los desechos, enriquecen el suelo, se utilizan para controlar biológicamente otras plagas y sirven como alimento. Y esas son solo algunas de sus funciones más visibles. Sin ellos no hay vida”, explica Eduardo Galante, presidente de la Asociación Española de Entomología (AEE), en una entrevista con EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece al mismo grupo que este medio.

Los insectos, que constituyen el grupo animal más variado y numeroso, configuran el tejido invisible que vertebra el equilibrio del planeta. Una labor silenciosa que, cuando dejan de realizar, repercute en todos los estratos de la sociedad humana. Actualmente, hay más de un millón de especies de insectos identificadas en todo el mundo, pero se calcula que la cifra real podría superar los 30 millones. 

Su peso en la biodiversidad del planeta es, además, fundamental, pues por cada ser humano se estima que hay 300 millones de estas pequeñas criaturas. “No lo sabemos con exactitud, no sabemos cuántos insectos hay ni tampoco cuántas especies existen, pero lo que sí que está claro es que nuestro modo de vida está acabando con ellos y son los animales más importantes para nuestra supervivencia”, apunta vía telefónica desde Estados Unidos a EL PERIÓDICO DE ESPAÑA, diario que pertenece Oliver Milman, periodista medioambiental en The Guardian que acaba de publicar un libro titulado La crisis de los insectos.

Recientemente, el University College de Londres publicó un estudio en la revista Nature asegurando que, en aquellos lugares donde la huella del ser humano es más profunda, el número de insectos podría haberse reducido a la mitad desde principios de siglo.

Desde Naciones Unidas llevan años advirtiendo de la importancia de esta crisis, considerada una de las que marcarán al ser humano durante el próximo siglo. El impacto económico, social y medioambiental de la paulatina desaparición de los insectos se siente a todos los niveles, y, aun así, su causa no ha conseguido generar tanta repercusión como la de la extinción de otros grupos de animales. 

“Tienen una mala prensa que no está justificada, la sociedad no termina de entender su importancia”, apunta Galante. La desaparición, por ejemplo, de las cucarachas, uno de los seres que más rechazo genera, es un drama para la supervivencia de ecosistemas enteros, pues, según cuenta Milman, ya hay “bosques en Francia y Alemania que han reportado un descenso en el número de aves que sustentaban en ellas su alimentación”.

Aunque, hablando de comida, quienes más se tienen que preocupar por la desaparición de los insectos son los seres humanos, y no solo porque complementan la dieta de más de 2.000 millones de personas. La polinización, función desarrollada fundamentalmente por estos pequeños seres, posibilita la reproducción de las plantas e interviene en el crecimiento de un tercio de los alimentos que se consumen a nivel mundial.

Tienen un peso de 2.400 millones en la agricultura española

Según la FAO, la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, entre 235.000 y 577.000 millones de dólares de los beneficios que cada año generan los cultivos mundiales dependen directamente de los insectos polinizadores, y su cantidad va en aumento. Una función que, además, no es exclusiva de las abejas. Los mosquitos de la familia forcipomyia, por ejemplo, son los responsables de fecundar las flores de la planta del cacao, una industria que cada año mueve más de 100.000 millones de euros en todo el mundo.

En términos económicos, la FAO calculó en 2016 que los insectos tenían un peso en la agricultura española de 2.400 millones de euros al año. Este dato, que puede sonar abstracto, se entiende por el hecho de la función que cumplen los artrópodos en el equilibrio del medioambiente más allá de la polinización, lo que también repercute en otras industrias alimentarias.

“España es un país ganadero, sin ir más lejos, y para mantener la salud de los campos necesitamos que haya descomponedores para los excrementos del ganado. Los escarabajos, por ejemplo, entierran esos excrementos, lo que ayuda a la regeneración del pasto, abona la tierra para el cultivo y evita que el nitrógeno vaya a la atmósfera, reduciendo la contaminación y el efecto invernadero”, explica Galante.

El cambio climático, la agricultura intensiva y el uso de pesticidas son las tres razones fundamentales que están detrás de la desaparición de los insectos, pero también hay otras más vinculadas con la forma en que las personas se relacionan con ellos. “Tenemos un grave problema cultural con los insectos. Cortamos la hierba bajita, abusamos del monocultivo, utilizamos químicos constantemente… Estamos convirtiendo este mundo en un lugar muy hostil para ellos porque a nosotros nos gusta tenerlo todo bajo control”, apunta Milman.