Aunque en 2022 tendremos que hacer frente a desafíos inmediatos como la crisis de la cadena de suministro, los precios de la energía o la desigual recuperación de la tasa de ocupación, hemos de ser conscientes de que nos encontramos ante una oportunidad histórica de transformar nuestra economía.

Y uno de los aspectos que exigen una respuesta prioritaria es mejorar la productividad, significativamente inferior a la de los países de nuestro entorno. De hecho, registra un comportamiento contracíclico, por el que aumenta en periodos de recesiones y disminuye en las fases expansivas.

Sobra decir que una mayor productividad impulsa la competitividad y, por tanto, aumenta las perspectivas de crecimiento y de generación de empleo y de riqueza. La solución pasa por modernizar nuestro tejido productivo, una tarea que debemos concebir como un reto compartido, que requiere de la respuesta conjunta de Administraciones Públicas, empresas y sociedad civil. Dos son las áreas en las que tendríamos que poner especial foco: las capacidades de los profesionales y el tamaño de nuestras pymes.

Estoy convencido de que las personas son verdaderos agentes del cambio. Por esa razón, en un momento de transformación como el actual, es urgente dotar a nuestros profesionales de las capacidades y habilidades que requiere este entorno cambiante.

Y este desafío debe abordarse desde una visión que contemple el aprendizaje como un proceso que se prolonga a lo largo de toda la vida. Desde la educación obligatoria, integrando competencias digitales y una mayor concienciación sobre nuestro impacto en el entorno; a la formación universitaria y la formación profesional, con el necesario refuerzo del vínculo entre los currículos y la realidad empresarial. Y, por supuesto, continuando este desarrollo y adquisición de capacidades en las compañías, además de apostar por políticas de empleo que incidan, precisamente, en mejorar la empleabilidad.

Si la capacitación de los profesionales influye directamente en la productividad, del mismo modo lo hace el tamaño de las empresas en las que trabajan. Como ya sabemos, en la composición de nuestro tejido productivo predominan las pymes. Y que, cuanto más pequeña es una compañía, más dificultades encuentra para integrar la innovación y la sostenibilidad en sus procesos operativos, acceder a financiación, llegar a nuevos mercados o desarrollar las competencias de sus profesionales.

Es necesario que desde las Administraciones Públicas se desarrollen políticas regulatorias y fiscales que apoyen el crecimiento de las pymes, pero también que las empresas de mayor tamaño adquieran conciencia de la labor que pueden desempeñar como motor tractor de ese crecimiento. En España, contamos con grandes compañías que son referencia internacional y que tienen capacidad para emprender proyectos de gran envergadura que generen economías de escala en la que participen las pymes. Ante la oportunidad histórica que suponen los fondos del programa Next Generation EU, es prioritario garantizar que su poder transformador llega a todo el tejido empresarial y al conjunto de la sociedad.

En definitiva, para avanzar por el camino de la recuperación tenemos que mejorar la productividad de nuestra economía con una respuesta cooperativa. El objetivo es una sociedad más próspera, innovadora, sostenible e inclusiva. Trabajemos para construirla.