España es uno de los países más seguros en materia de suministro energético de Europa y por tanto, uno de los menos expuestos a la posibilidad de que se produzca un apagón prolongado, tal y como teme Austria, según el responsable del Programa de Clima y Energía del Real Instituto Elcano, Gonzalo Escribano.

"Las posibilidades de que podamos tener un gran apagón o una crisis de suministro en España son muy reducidas", ha explicado en una entrevista este experto en la materia, que argumenta que el sistema gasista español está "muy experimentado" y "muy bien gestionado", y cuenta con "muy buenas capacidades" y unas "reservas estratégicas y operativas para más de 40 días".

Además, España tiene las fuentes de suministro energético muy diversificadas y cuenta con alternativas y acuerdos que le garantizan poder importar gas, con independencia de que vaya a tener que pagar un precio más elevado que en tiempos pasados.

"Desde el punto de vista geopolítico (y respecto al suministro energético), España es uno de los países más seguros de la Unión Europea, junto con, quizá, los países productores", sentencia Escribano sobre una preocupación que se ha disparado después de que Austria haya instruido a sus ciudadanos sobre cómo afrontar un gran apagón eléctrico de tiempo indefinido.

"El caso español no es como el de Austria, cuyas reservas están en un nivel bajo, no tiene capacidad de abastecerse por GNL (gas natural licuado) y es muy dependiente de un tubo (gasoducto) que le llega de Rusia pasando antes por muchos países. Ese país es normal que esté preocupado", explica.

De hecho, cree que "España también es uno de los países que más podría aportar a la transición energética europea, a su seguridad energética y a la reducción de la vulnerabilidad" por su gran dimensión gasista, renovable y de hidrógeno verde, tanto en infraestructuras como en 'know-how', con "empresas como Red Eléctrica o Enagás, que tienen una capacidad de gestión brutal".

Cierre de un gasoducto argelino

Los temores a un problema de suministro energético también se han visto acrecentados después de que Argelia haya cortado uno de los dos gasoductos por los que envía gas a España.

Antes de la pandemia, se venían importando 11.500 millones de metros cúbicos al año de Argelia por gasoductos y algo más de 1.000 millones por metaneros (que transporta el gas en formato licuado, GNL).

Para este experto, aunque el cierre de uno de los dos gasoductos argelinos no es una buena noticia, lo cierto es que el otro (que ahora puede transportar hasta 8.000 millones) pronto tendrá capacidad para suministrar casi la totalidad del que se estaba importando hasta antes de la pandemia (cerca de 10.500 millones).

Sin embargo, con el progresivo encarecimiento del GNL, que ahora está en máximos históricos, España ha importado en los últimos meses el máximo legal posible a través de los gasoductos argelinos, unos 14.000 millones.

En cualquier caso, el Gobierno español ha logrado un compromiso por parte de Argel de que el gas que no llegue por gasoducto llegará a través de metaneros, algo "clave" y muy tranquilizador, según Escribano.

Diversificación de fuentes

Casi el 50% del gas que España requería hasta ahora se importaba de Argelia (la ley no permite exceder ese porcentaje para garantizar la diversificación de fuentes de energía), el resto provenía de otros muchos países, desde EEUU y Rusia, hasta Catar, Perú o Trinidad y Tobago, algo que no ocurre con otras naciones europeas, que, por ejemplo, tienen una elevada dependencia de Rusia.

Además, España es el país de Europa con mayor capacidad de regasificación (para converitir el GNL en gas). De hecho, Enagás -el gestor técnico del sistema gasista español- es una de las compañías con más plantas de regasificación del mundo.

"Recurrir más a las importaciones de GNL, que están en precios máximos históricos, puede traducirse en una mayor tensión de precios, porque entraremos en competencia con otros mercados internacionales", reconoce Escribano.

Aún así, "España tiene muy buenas posibilidades de conseguir cargamentos de GNL en poco tiempo y gestionarlos de forma adecuada", argumenta, así como "capacidad para pagar precios elevados", a diferencia de otros países, incluidos algunos europeos.

A ello se suman que las reservas de gas en España, que no son particularmente elevadas en comparación con otros países europeos, cuentan en cualquier caso con capacidad para más de 40 días, lo que, según Escribano, también aporta mucho margen de maniobra.

Apuesta por las ayudas directas

A la espera de reformas estructurales que resten volatilidad a los precios energéticos y avancen hacia una transición energética justa y en lo que llega la previsible contención de los precios del gas hacia la primavera (cuando en el hemisferio norte baja el consumo), Escribano considera que el Gobierno tiene margen para evitar que la subida de los precios afecte a los más vulnerables.

En ese sentido, aunque valora las recientes medidas aprobadas por el Gobierno para ampliar la cobertura del bono social, defiende que también habría que impulsar ayudas directas: es decir, abonar dinero a los colectivos que más dificultades puedan tener para pagar sus facturas.

Su argumento para apostar más por las ayudas directas que por los descuentos que permitan mantener el coste de las facturas es que las primeras incentivan aún más el ahorro energético, ya que se trata de un ingreso que será tanto más elevado para el usuario cuanto menos consuma (si el Gobierno le ingresa 100 euros, y el consumidor hace un esfuerzo por gastarse 30 en lugar de 60, la ayuda se traduce en unos ingresos adicionales de 70, en lugar de 40).