El año 2021 está por escribirse y el resultado va a estar marcado por lo que hagamos en dos ámbitos. En primer lugar y fundamentalmente, por cuántas vacunas se ponen cada día. En segundo lugar por la adaptación de la política económica a la evolución de la crisis.

Vacunar deprisa a los colectivos más vulnerables es la llave para reducir la tasa de mortalidad y la presión hospitalaria e impulsar así la recuperación económica.

En España, el 90% de los fallecidos y unas dos terceras partes de las hospitalizaciones se encuentran en los grupos vulnerables, que en general se identifican con los mayores de 65 años, los que sufren patologías que los hacen más sensibles al virus y los profesionales sanitarios que trabajan en primera línea. Representan poco más del 20% de la población, unos 10 millones de personas. Cuando se vacunen, la actividad hospitalaria recuperará niveles más normales.

Cuanto antes se reduzca la presión sobre los hospitales, antes se aliviarán los confinamientos y las medidas de distanciamiento social. Por consiguiente, la mejora de la economía se adelantará, salvaremos más empresas, más tejido productivo, la brecha de desigualdad podrá reducirse, y el sector público tendrá que endeudarse menos y podremos volver antes a la senda de la consolidación fiscal.

Es fundamental lograrlo cuanto antes, hacer todo lo posible por acelerar el ritmo de vacunación, multiplicar al menos por tres o por cuatro la disponibilidad de vacunas y la capacidad de administrarlas, para proteger a los grupos más vulnerables antes de junio. No es un objetivo desmedido.

El coste para la Unión Europea de ayudar a reforzar la capacidad de producción de vacunas y para cada país de contratar profesionales masivamente y mejorar la cadena logística es ridículo comparado con el beneficio económico y humano. No hay partida de los presupuestos de las Administraciones Públicas que aguante la comparación.

El segundo factor tiene que ver con la política económica. La crisis sanitaria está siendo lo suficientemente corta como para que las medidas de política económica puedan ser exitosas, pero lo suficientemente larga como para que sean aconsejables algunos reajustes.

En primer lugar, los créditos ICO han jugado un papel esencial para resolver los problemas de liquidez. Sin embargo, para reforzar la viabilidad de muchas empresas e impulsar la inversión, parece necesario buscar fórmulas que refuercen su capital y no tanto su endeudamiento. Hay que pasar de medidas de apoyo a la liquidez a medidas de apoyo a la solvencia. En segundo lugar, a medida que la situación sanitaria lo permita y se retiren las restricciones, el impulso de la inversión pública será fundamental, por sí mismo y para impulsar la confianza del sector privado. Por eso, acelerar los proyectos a financiar por el fondo de recuperación europeo es tan importante y es bueno que se hayan incluido en los presupuestos, pero hay que acelerar y asegurar una buena ejecución.

Por último, la regulación del sector bancario debe adaptarse a la condiciones de esta crisis y no a la pasada. Es importante restar presión y eliminar incertidumbres normativas para que la banca pueda contribuir mejor al impulso de la inversión empresarial y la transformación digital y verde que demanda el mundo actual.

Para todo ello, para afrontar una situación tan excepcional como la actual, las empresas estamos plenamente dispuestas a juntar esfuerzos con los gobiernos. El tiempo apremia.