Carmen Becerril (San Sebastián, 1962) lleva "algo más" de dos décadas en cargos de responsabilidad dentro del sector de la energía. Funcionaria de carrera, ejerció como directora general de Política Energética y Minas entre 2000 y 2004.. "Venía de temas financieros y descubrí que el sector de la energía es muy cercano a la sociedad, donde las decisiones tienen mucho valor desde el punto de vista de cómo impactan en la vida de las personas", explica en una entrevista con El Periódico de Catalunya la presidenta del Operador del Mercado Ibérico de Energía (OMIE). La también presidenta de la Asociación Española de Mujeres de la Energía (Aemener) llegó a un sector eminentemente masculino en el que Becerril no ha tenido sensación de discriminación, aunque reconoce que hay "que asumir verse en un entorno en el que tus colegas e interlocutores son hombres". "Una reunión con ocho mujeres y dos hombres normalmente siempre es objeto de comentario y genera cierta incomodidad, al menos inicial. Y es curioso porque cuando es a la inversa se considera sencillamente natural", critica.

— ¿Ha notado cambios en el sector desde sus inicios?

— Entiendo que lo que ha evolucionado es la sociedad en general y su sensibilidad a la incorporación de la mujer en determinadas posiciones. Esa evolución ha llevado a que haya habido un incremento de la presencia femenina a todos los niveles. En el Observatorio de Aemener se pone de manifiesto un incremento medio de la mujer en la plantilla del 2% anual. Ahora mismo hablamos de prácticamente un 29% de mujeres en las plantillas de las empresas energéticas, lo cual es mejorable, Carmen pero empieza a tener un cierto peso. De lo que se trata es de ver cómo se puede impulsar para que ese porcentaje sea más ambicioso en los próximos años.

— ¿Y cómo se puede hacer?

— Desde varias perspectivas. Lo primero es que haya esa sensibilidad dentro de las organizaciones y una cierta vocación organizativa de incorporación de mujeres. Además, hay dos aspectos importantes que no dependen de las empresas. Uno es la percepción por parte de la sociedad del valor que tiene la energía. En el mundo desarrollado parece que se da por hecho; encender la luz es un acto reflejo pero nadie sabe qué pasa por detrás para que eso se haga realidad. El otro aspecto es que haya una presencia cada vez más clara de las mujeres en formaciones de perfil técnico. Todavía tenemos determinados clichés sociales. Hay que buscar referentes, mujeres que sí han desarrollado su carrera profesional en sectores de perfiles más técnicos.

— ¿Falta visibilidad?

— En este momento en España hay varias directoras generales que son mujeres como la consejera delegada de Iberdrola España, la directora general de Engie España, la directora de EDF en España, la directora de Shell en España... mujeres que tienen la máxima responsabilidad en sus respectivas entidades empresariales y sirven de ejemplo de cómo la presencia femenina es más significativa.

— Pero los presidentes de las grandes eléctricas son hombres...

— Yo creo que cuando hablamos de la incorporación de la mujer al sector energético no tenemos por qué hablar estrictamente de entornos directivos. El trabajo de fondo es que en toda la cadena de valor haya mujeres. El segmento donde menos mujeres hay es la parte de operarios de campo (19,6%) . En el mundo rural, donde el empleo femenino es un elemento de debate permanente, la energía podría ser una salida natural para la mujer.

— El covid ha acelerado la transición energética. ¿Puede esto fomentar el interés en el sector?

— La importancia de que la sociedad perciba al sector energético como un valor en sí mismo y como una transformación más general, probablemente se vea impulsada desde estos conceptos de ‘green deal’. Antes, el mundo energético era más difícil de entender.

— Tampoco hemos avanzado mucho en eso. La factura de la luz sigue siendo ininteligible...

— Ese es un debate histórico. Exige cierto estudio llegar a entenderla pese a que todas las eléctricas tratan de identificar los distintos conceptos en las facturas. Pero el recibo aglutina costes que no responden estrictamente a lo que es electricidad y línea eléctrica que son los dos únicos elementos que deberían conformar la factura de la luz.

— ¿Reducirán las renovables el precio de la factura?

— En la factura doméstica, el precio de la electricidad es el 35%. Más de un 23% son impuestos y lo demás son redes y otros cargos. Cuando se habla de que las renovables pueden llegar a abaratar el precio de la electricidad, hablamos de ese 35% que recoge el precio del kilovatio/hora, no hablamos del resto de los elementos.

— 2020 ha sido un año diferente, ¿también en el mercado eléctrico?

— El dato más significativo es la caída de la demanda del 5%, muy influenciada porque hay una parte de los sectores que han visto alterada su actividad, aún cuando el consumo doméstico se ha incrementado. La recuperación económica que llegue a partir de 2021 esperemos que lleve a un incremento de la demanda de electricidad porque será un indicador de que la actividad económica se vuelve a retomar. Además, en el concepto de transición energética de lo que hablamos es de una progresiva electrificación, con lo cual la tendencia debería ser a que el consumo de electricidad fuera cada vez mayor y que la energía eléctrica sea cubierta por más renovables.

— Esa caída de la demanda ha desplomado el precio de la luz

— Cerramos el año con unos precios muy bajos (un 32% o un 33% inferiores a 2019), afectados por la demanda pero también por la caída del precio de las materias primas como el gas natural y el petróleo, o el CO2. El precio del gas natural en los últimos meses ha experimentado un incremento significativo, influenciado por los niveles de consumo en Asia. En enero estaba a 11,5 euros el megavatio/hora, llegó a bajar a 4 euros y ahora lo estamos viendo a 17. Y algo parecido ha ocurrido con el precio del CO2.

— Eso fomenta el debate de que el bajo precio renovable no repercute en la factura porque al ser un mercado marginalista, aunque se genere la mayor parte del día con renovables, la última tecnología es la que fija el precio. ¿Es un fallo?

— El mercado de electricidad es esencialmente europeo, las reglas del mercado y los algoritmos que se utilizan para determinar el precio de la electricidad cada día son compartidos por 18 países que simultáneamente, todos los días, cierran los precios para las 24 horas siguientes. Ello no quita para que haya otros elementos como las subastas que se incorporarán al precio de distinta manera.

— ¿Puede el nuevo modelo distorsionar el mercado actual?

— El mercado como concepto es relativamente abierto, puede haber contratos bilaterales, puede haber energía comprada en el mercado y ahora habrá también una parte de la energía con un precio fijo derivado de la subasta. La pretensión del modelo es que el precio marginalista, con el precio de la subasta, pueda generar un precio medio de la electricidad más barato que se pueda derivar de la incorporación de renovables.

— Hemos visto estos meses precios de electricidad negativos en algunos países. En España estaban prohibidos, pero se revertirá esta decisión. ¿Cuándo?

— El reglamento comunitario recoge que en todos los países europeos hay un límite de precios en el mercado de entre 3.000 y -500 euros. En España manteníamos un criterio de entre 180 y 0 euros. Pero la semana pasada sacamos la modificación para abrir la posibilidad a precios negativos.

— ¿Cómo afectará al consumidor?

— En la medida en que la formación de precios mantenga criterios de transparencia, el impacto sobre el consumidor final será relativamente pequeño; pero desde el punto de vista de integración de mercados europeos es importante para que cuando haya intercambios internacionales todos los agentes jueguen con las mismas reglas. A día de hoy, si hubiera que poner una prioridad dentro del sector energético sería la interconexión eléctrica de los Pirineos.

— ¿A qué se refiere?

— Desde el punto de vista técnico y tecnológico estamos plenamente integrados, compartimos el algoritmo de casación, el mismo modelo de mercado, las mismas reglas y los mismos precios; sin embargo, luego tiene que haber una realidad física que haga posible la convergencia y que el intercambio se haga con total fluidez. La integración de precios con Portugal está entre el 95% y el 98%; pero con Francia, el año pasado fue del 35%. Debe tener el soporte en la interconexión eléctrica