¿Alguna vez ha comprado algo que no necesitaba? Si la respuesta es sí, no está solo: le sucede al 99,9% de la gente. Al menos, en experiencia de Óscar de la Mata, consultor independiente, formador en habilidades y ponente de EFPA, que es experto en la economía del comportamiento.

La economía del comportamiento, que estudia el proceso de toma de decisiones aplicada a las finanzas, es una rama que ha ganado notoriedad en las últimas décadas y que hasta le valió el Nobel de Economía de 2002 a Daniel Kahneman, que no es economista, sino€ psicólogo.

Precisamente, el libro Pensar rápido, pensar despacio de Kahneman sostiene que en el cerebro hay dos sistemas que influyen en la toma de decisiones: el sistema 1, más rápido o intuitivo y el sistema 2, más reflexivo o "lento". En realidad, "el cerebro del inversor no es distinto al cerebro de alguien que no invierte. Está sujeto a esto que dice Kahneman y que la sabiduría popular siempre ha recogido: el clásico pensar con la cabeza o pensar con el corazón", señala Óscar de la Mata.

En finanzas, ¿qué pesa más, razón o emoción? Como el cerebro tiende a "ahorrar energía" y ser analítico consume mucha, la primera influye, pero la segunda interfiere mucho más de lo que pensamos y hace aflorar ciertos sesgos. Uno de los más importantes es la aversión a las pérdidas. Según Óscar de la Mata, "en un escenario de ganancias, tendemos a ser conservadores: preferimos 500 euros en mano hoy que un 50% de posibilidades de ganar 1000 mañana. Pero, a la inversa, en los escenarios de pérdida, la mayoría es más proclive a arriesgar, a veces sin darse cuenta, y se aferra a la posibilidad de no perder nada".

Pero el miedo a perder lo es lo único que nos pesa, ya sea al comprar una casa, una acción o meter capital en oro o bitcoin. Otro sesgo es "el exceso de confianza, que provoca que sobrevaloremos nuestra capacidad para tomar la decisión correcta. Puede provocar que no diversifiquemos las carteras de inversión e incluso que ciertos inversores realicen demasiadas operaciones", señala Álvaro Gaviño, responsable global de Behavioral Economics de BBVA y director del observatorio de conducta del CEMAD.

Gaviño menciona también otro sesgo clave: las normas sociales, que muchas veces "nos llevan a tomar decisiones simplemente dejándonos llevar por lo que hace una mayoría, no necesariamente cualificada, o alguien de referencia en quién confiamos".

Cómo combatir los sesgos

"Superar" unos sesgos que son intrínsecos a la condición humana y cuyas raíces se hunden profundamente en nuestro cerebro es muy difícil, pero no del todo imposible.

Álvaro Gaviño señala que la mejor estrategia es intentar utilizarlos "en nuestro beneficio o establecer estrategias que nos permitan limitarlos. Por ejemplo, diseñar un plan de ahorro automático". Como hacia el programa Save More Tomorrow, impulsado por Richard Thaler (Nobel de Economía en 2017, otro de los padres de la economía del comportamiento) y Shlomo Bernarzi en EE. UU.: la gente se comprometía a ahorrar para la jubilación sus aumentos salariales futuros. "Esto minimiza la aversión a las pérdidas, ya que el salario neto nunca disminuye. Se sacrifica algo que en la práctica nunca se tuvo". Por supuesto, Gaviño también recomienda recurrir a un asesor financiero siempre que sea posible, para garantizar una correcta diversificación de las carteras de inversión.

Tali Salomon, directora de eToro para España y Latam, cree que al invertir hay que establecer bien el horizonte temporal; seleccionar activos con buena liquidez que no haya que vigilar a diario; y "tomar consciencia del funcionamiento de los mercados sin dejar que emociones como el miedo o la euforia nos condicionen". En suma, invertir con respeto, pero sin ahogarse en el temor. Igual que cuando uno aprende a nadar.