El turismo lleva congelado un mes por la crisis de la COVID-19 y sufrirá un severo impacto económico aún imposible de evaluar, pero el sector espera que las secuelas sean pasajeras y poder recuperar el impulso de los últimos años cuando el mundo venza al virus.

¿Cambiarán los hábitos de los viajeros? ¿Quedarán marcados destinos como España, Italia, EEUU y China? ¿Se alargará el parón mucho más que la pandemia? ¿Qué subsector turístico sufrirá más? A estas preguntas intentan responder hoteleros, agentes de viajes, estudiosos del turismo y compañías aéreas.

Cambio de hábitos

El presidente de la Confederación Española de Agencias de Viajes (CEAV), Carlos Garrido, está seguro del cambio

de hábitos, al menos durante unos meses en los que se tomarán precauciones para viajar, "hasta que haya seguridad para el viajero porque exista una vacuna o un medicamento". Pero no cree que el efecto sea permanente: "Acabaremos volviendo al punto donde estábamos. Me cuesta pensar que la gente se vaya a resignar a dejar de conocer el mundo".

Coincide el vicedecano de la Facultad de Turismo de la Universidad de las Islas Baleares (UIB), Tolo Deyá, quien, atendiendo al crecimiento casi ininterrumpido del turismo internacional durante el último medio siglo, augura que en perspectiva la crisis actual "quedará como una caída muy importante pero, al final, una caída muy puntual".

Deyá considera que se pueden modificar los hábitos de consumo, sobre todo en la Europa occidental "muy aislada hasta ahora de catástrofes naturales y pandemias", con "un cierto nacionalismo hacia modelos de consumo local", entre los que puede calar la idea del "quédate aquí". "El turismo local, de cercanía, que hasta ahora era una alternativa a los grandes viajes, podría tener un auge", sobre todo para las familias, de las que espera "un comportamiento más conservador".

Joan Trian Riu, consejero directivo Corporativo de Riu Hotels, cree que "el efecto será doble", porque, por un lado, los turistas "escogerán aquellos destinos que sean capaces de proyectar una imagen de situación controlada y seguridad higiénica", y los países, "y muy posiblemente los operadores, exigirán algún tipo de cambio de comportamiento en el disfrute de las vacaciones, extremando las medidas higiénicas".

El presidente de la Asociación de Líneas Aéreas (ALA), Javier Gándara, entiende que esos cambios dependerán "de cómo van a ser el mundo y la vida cuando pase la crisis sanitaria y de las medidas que se pongan en vigor para evitar que se reproduzca la pandemia", y contempla la posibilidad de que se limiten las capacidades de los aviones o se restrinja la movilidad a la población de más edad.

María Frontera, presidenta de la Federación Empresarial Hotelera de Mallorca (FEHM), está segura de que se impondrán "protocolos de prevención que afectarán a nuestros hábitos cotidianos como ciudadanos, en los centros de trabajo, en los establecimientos hoteleros, relacionadas con el aforo y otras medidas para asegurar la higiene", cambios que los destinos turísticos tendrán que promocionar como garantías de seguridad para sus clientes.

Gabriel Escarrer, consejero delegado de Meliá Hotels International, cree que esta crisis "cambiará de manera importante el mundo de los viajes, no solo porque la recesión económica que dejará influirá durante un tiempo indeterminado en el comportamiento del consumidor, sino también por factores como el miedo a viajar, por el impulso que esto habrá dado a la digitalización y por una mayor concienciación social y medioambiental de los viajeros".

"En China estamos viendo ya nuevas prácticas como los controles de temperatura de los viajeros, el uso de mascarillas, aplicaciones que controlan los flujos de personas, o incluso se habla de un 'pasaporte sanitario'", relata.

Destinos

Los países más golpeados por la pandemia no tienen por qué verse más perjudicados. "De la efectividad de sus medidas de gestión de la crisis dependerá el inicio de la recuperación. Aquellos que consigan ofrecer imagen de seguridad y de tener la situación bajo control serán los que recuperen antes su demanda. En esta fase de recuperación, la comunicación jugará un papel importante", advierte el directivo de Riu, Juan Trian.

Escarrer tampoco espera que "ningún país quede estigmatizado por el coronavirus" al ser un problema global, pero incide en que "la gestión que cada país realice de la crisis sí será muy importante para la reputación y para la confianza en su marca".

El presidente de ALA, que aglutina a 80 compañías nacionales e internacionales que operan en España, recuerda el impacto a corto plazo que generaron los atentados terroristas sobre París y Barcelona, y que ambos destinos se repusieron por completo. "A España le pasa lo mismo, a medio y largo plazo, lo esperable es que no afecte. La gente tiende a ir a destinos atractivos y a olvidar determinadas cosas, siempre y cuando se controle absolutamente y tenga seguridad de que no hay riesgo".

Coincide el presidente de la patronal de agencias de viajes: "En el momento en que los datos sean tranquilizadores, la gente volverá". También opina así la presidenta de la patronal hotelera mallorquina, para quien "la confianza de los consumidores en la recuperación de los países más azotados por la pandemia dependerá de la eficacia en abordarla".

Sin embargo, el especialista de la UIB cree que la misma reputación de "destinos seguros" ganada en la última década por España frente a lugares de la cuenca mediterránea como Túnez, Egipto o Turquía, ahora puede volverse en contra, por la percepción que puedan tener en Alemania, Francia y Gran Bretaña. No obstante, plantea otra posibilidad: "Si la pandemia, desgraciadamente, se propaga rápidamente en países emisores como son Alemania y Gran Bretaña, puede acabar haciendo que la gente piense 'bueno, esto es un problema de todos, no eran tan malos los del sur'".

Vuelta a la normalidad

"En Riu creemos que esto es muy similar a una hibernación. Una fase en la que absolutamente todo el negocio está paralizado por un tiempo que todavía para nosotros es una incógnita. En destinos estacionales, como las islas Baleares o Andalucía, empezamos a considerar que la temporada está perdida y con ello, prácticamente todo el año. En otros destinos con un clima más cálido durante todo el año, como las islas Canarias o el Caribe, vivimos un gran parón que quizá podamos reactivar hacia finales de año", asegura Juan Trian.

El vicepresidente de Meliá prevé que, "mientras el conjunto de la economía podría experimentar una recuperación en 'U', iniciando la reactivación de la demanda mucho más rápido, al turismo podría costarle mucho mas, no retornando a los niveles previos a la crisis hasta finales de año".

La representante de la asociación que agrupa a 850 hoteles de Mallorca, destino puntero en el Mediterráneo, a su vez principal destino del turismo mundial, Maria Frontera, evita hacer previsiones: "Debemos estar vigilantes ante los posibles acontecimientos para ir adaptándonos y aprovechar las posibilidades que podamos tener a medio o largo plazo".

El presidente de ALA opina que la recuperación de la confianza de los consumidores, "incluso para desplazarse más allá de su barrio", será paulatina. Una vez superada la crisis sanitaria lo esperable es que "los tráficos domésticos sean los primeros que se recuperen, y que luego ya más tarde el turismo internacional", pero "esa supuesta normalidad va a tardar" y el porvenir "va a depender mucho de las restricciones que se pongan a la vida cotidiana y a los desplazamientos".

También la patronal de agencias de viajes confía en que el turismo resucite con lentitud en verano y "que a lo largo del año se vayan abriendo los viajes de media distancia y al final los de larga distancia", explica Garrido.

El profesor de la UIB augura "una recuperación lenta, porque hay que recuperar la confianza" y porque la gente debe recomponer su capacidad económica para viajar. "Calculo que en menos de dos años los comportamientos no van a volver a la normalidad, porque llevamos el susto en el cuerpo".

Sectores más dañados

El vicedecano de la facultad de Turismo balear aprecia especiales riegos en el turismo de cruceros, porque la concentración en poco espacio de miles de viajeros y tripulantes es contradictoria con las normas de prevención vigentes y podría serlo con las futuras. También ve fragilidad en el sector aéreo, "el más sensible a todo, incluso cuando las cosas van bien", por lo que augura la aceleración de los procesos de concentración de compañías. Además, considera "difícil pensar que la autoridad sanitaria va a permitir que los aviones vayan al 85 % de ocupación".

El presidente de ALA sostiene que, si la crisis se prolonga mucho, "todas las compañías aéreas, incluso las más fuertes, están en riesgo de desaparición". "Todas estamos en modo supervivencia", asegura Gándara, que entiende que podrían recuperarse antes las aerolíneas "que tengan menos dependencia del tráfico internacional".

Frontera piensa que el hotelero será uno de los subsectores más dañados, en particular en las islas, donde depende de manera directa de las compañías aéreas y en buena medida de turoperadores internacionales.

"Tendremos que adaptarnos para ser más eficientes", afirma Escarrer, que cree que habrá restricciones durante un tiempo a nivel de ocupación y de aforos y que "habrá que cambiar algunos procesos en los hoteles, no solo de higiene, también de operación, alimentos y bebidas, gimnasios y spas".

El directivo de Riu incide en esta idea: "Para un hotel es relativamente fácil abrir sus puertas, pero sin la conectividad necesaria, es imposible alcanzar el volumen de negocio suficiente para cubrir gastos".

No obstante, todos señalan también la fuerte interdependencia de los distintos negocios de la cadena turística. "Todos los sectores están afectados. El turismo está perjudicado de forma transversal", resume Carlos Garrido.