Juan Roig animó el pasado lunes a los empresarios a «salir del armario» durante el XXI Congreso de la Empresa Familiar celebrado en Valencia, a dar la cara y contar qué hacen para vencer la mala reputación que les persigue. También dijo que los patronos tienen que «cumplir con el ejemplo propio». Así que el dueño de Mercadona, tercera fortuna de España y dueño de la empresa que más factura, venció su reconocida timidez proverbial y se mostró como rara vez acostumbra.

Roig estructuró sobre una sucesión de citas su visión de la empresa, la gestión, el papel del empresario en la sociedad y casi de la vida. Ante un buen pellizco del PIB español congregado en este conrgeso, Roig se reivindicó con orgullo como hijo de porqueros.

En el universo Mercadona las cosas siguen una lógica empresarial propia basada en los valores del fundador. La «cultura del esfuerzo» lo condiciona todo, de arriba abajo: «A mis directivos los trato de 10 y les exijo de 14», dijo. El director financiero es un médico; el jefe de logística, un periodista... Pocas cosas pueden darse por sentadas. De modo que tampoco sorprende que, en su modelo de gestión, los gurús John Mackey y Raj Sisodia ejerzan una influencia notable, pero no tanto como las enseñanzas mamadas en los primeros años. «En la vida primero tienes que dar para después recibir», dijo en una máxima heredada de su madre, Trinidad Alfonso, y que aplica tanto a la vida como a la relación con los trabajadores.

En Mercadona se revisan también los pilares de la teoría económica. «Cuando estudiaba Económicas decían que la misión de la empresa es maximizar beneficios. No es cierto», dijo Roig, que reivindica su propio modelo: «La misión de una empresa es satisfacer a un cliente a través de satisfacer las necesidades del resto de componentes: trabajadores, proveedores, sociedad y capital». «Si como empresarios solo quisiéramos maximizar beneficios tendríamos que dedicarnos a la droga, que es donde se gana más dinero», bromeó.

En su modelo de gestión, el cliente (el jefe) está en la cúspide; y en la base, el capital: «La misión de una empresa es satisfacer a un cliente a través de satisfacer las necesidades del resto de componentes: trabajadores, proveedores, sociedad y capital. Si pones el capital por delante de todo la cosa no funciona». Para el empresario, cada empresa surge de un sueño, de una oportunidad que otros no vieron. Y su sino es ir contracorriente: «El loco y el inteligente se parecen porque van contracorriente. La diferencia es que el loco no tiene razón y el inteligente, sí». Una de aquellas «locuras», hoy una obviedad, fue colocar el código de barras a los productos.

El máximo accionista de Mercadona habló de la familia, aunque, de nuevo, sin dar pistas sobre la sucesión. Se refirió a su mujer, Hortensia Herrero, que no acudió porque se ha roto un dedo de la mano; de su visión del legado a la sociedad a través del mecenazgo, en el que están involucradas sus hijas; de su querido «amigo» y «grandísimo empresario» Paco Pons, fallecido este año y al que rindió homenaje; de su hermano y socio Fernando, y de la intuición de su hermano Paco Roig en dos hitos importantes de Mercadona.

Primero, la conversión de las carnicerías en tiendas de alimentación, cuando se le ocurrió en 1973 poner en venta botes de tomate. Y más tarde, en 1981, cuando nació la marca. Ni ‘branding’ ni estudio de mercado, ni nada que ver con el valenciano, reconoció. Fue Paco quien vio en Italia el nombre ‘Mercadonna’ y, simplemente, le quitó una ‘n’. Quizá esta es una de esas anécdotas que ilustran otra de las máximas que deslizó: «Los empresarios somos como los elefantes: empezamos pequeñitos y nos hacemos grandes».

Juan Antonio Germán, el apoyo

También dejó clara la complicidad e influencia de Juan Antonio Germán, su director de Relaciones Institucionales y Mecenazgo, al que citó en varias ocasiones como la persona que le marca el camino de la corrección. Como lo de diferenciar entre «empresarios y empresarias, porque si no te meten en la cárcel y, además, hay que hacerlo».

Aunque a veces se desvía y tira de lenguaje coloquial hasta en los asuntos graves, como cuando sostiene que la percepción sobre la economía se ha dejado llevar por el «lío político autonómico», que «hace estar más acojonado».

Al fundador de Mercadona no le duelen prendas en reconocer errores. Lo ha hecho otras veces. Ayer se refirió a la fruta pelada, con la que perdieron mucho dinero. O a la relación con los trabajadores, a los que al principio trataban simplemente como «manos», a la manera de Henry Ford. Este también se equivocaba. «Un ser humano es manos, cerebro y corazón. Hay que tratar bien el cerebro y el corazón del trabajador», rebatió.

De incrédulo a apóstol del negocio on line

Entre citas sobre su modelo de gestión y el papel de los empresarios, el dueño de Mercadona anunció una noticia. La cadena de distribución alimentaria cerrará 2018 con un crecimiento en la facturación de entre el 5% y el 6%. «Nos va bien», reconoció Roig. En 2017 vendió productos por valor de casi 23 mil millones en su 1.629 supermercados, donde emplea a 84.000 trabajadores.