La vida últimamente nos ha puesto demasiadas zancadillas, pero siempre nos levantamos más fuertes si cabe. Son las palabras de Mario Cervera, alcalde Los Alcázares, cuando le pregunto por estos años donde parece que la naturaleza, junto a la mano del hombre, se ha obcecado en joder la vida de toda una ciudad. Menos mal que los alcazareños y alcazareñas se han empeñado en renacer una y otra vez de sus desgracias.

El cambio que ha sufrido este joven municipio ha sido descomunal, ya que hasta 1983 pertenecía a los municipios de San Javier y Torre Pacheco. Si a finales de los ochenta apenas rozaba los tres mil habitantes, hoy en día están censadas más de dieciséis mil personas, un incremento del 470%. Esto ha llevado al municipio a tener que reinventarse cada día prácticamente. En verano, su población supera las sesenta mil personas.

Pocas ciudades pueden presumir de tener hasta cuatro zonas comerciales al alcance de la mano, y no es necesario ni utilizar el vehículo para pasear entre ellas. Pero nuestro recorrido se iniciará en su particular joya de la corona, su Balneario de La Encarnación, inaugurado en 1904 y símbolo del Turismo Termal del Mar Menor.

Sentarse en su terraza, tanto la interior como la exterior, en primavera y otoño, es un lujo que tiene esta Región en este municipio ribereño. Aún recuerdo la cara de una amiga cuando pisó por primera vez el patio interior de este establecimiento. El brillo en sus ojos lo decía todo. Estuvo una hora sentada tomando un té sin dirigirme la palabra, solo observaba lo que le rodeaba.

Es cierto que las gotas frías sufridas en los últimos años, y cuando en octubre del pasado año cientos de miles de peces y crustáceos nos pusieron desnudos frente al espejo de nuestra propia incapacidad, y ahora la pandemia de la covid-19, han puesto a Los Alcázares al borde de la desesperación. Pero sus habitantes se empeñan en sacar adelante este trozo de paraíso en el que se convierte este municipio en cuanto el viento sopla de cara.

Si las expectativas se cumplen, dentro de unos años, Los Alcázares podría convertirse en un ejemplo de turismo sostenible. Esperemos que la naturaleza y algunas actuaciones de la mano del hombre no vuelvan a frustrar el sueño de un pueblo. Mario Cervera, su alcalde, me habla de los proyectos que hay ya en marcha. Si consigue sacarlos adelante, «habrá merecido la pena tanto sufrimiento», me dice con cierto brillo en sus ojos.

Después de soñar en su Balneario, es más que recomendable pasear por sus siete kilómetros de costa. Es una lástima que el cuartel que el ejército tiene aquí no se convierta en uno de los mayores tesoros turísticos de todo el Mar Menor.

Durante el paseo, solo el ruido de los aviones de la Academia General del Aire rompe la armonía que se crea entre uno mismo y el bailar de las pequeñas olas que acarician la orilla. Imagino que, dentro de décadas, nos daremos cuenta de que quizás el Mar Menor no sea la mejor ubicación para que aviones de caza rocen sus aguas, y lo normal, en pleno siglo XXI, debería ser que se reubicaran en Los Rodeos (Albacete) o en otro lugar con mucha menos población civil.

El Museo Aeronáutico, pero sobre todo sus balnearios, que penetran en el mar en perfecta armonía, son dos rincones que es obligatorio sentir. Comer sobre el mar, pisando su crujiente madera mientras el sol te acaricia en estos meses donde la lluvia y el frío recorre media España y Europa, es algo increíble. La lengua castellana apenas se escucha en sus terrazas frente al mar, y es que muchos extranjeros han encontrado aquí su particular oasis, su pequeño jardín de las delicias, su paraíso.

Playa de la Hita

Los Alcázares no solo tiene el único ‘spa’ público de la Región de Murcia. En la frontera con San Javier, Los Álcázares ofrece uno de los paseos más relajantes que uno puede imaginar. Sus atardeceres, al igual que el amanecer, se convierte en un momento mágico, entre cañas y juncos, tierra y mar, un paseo por sus pasarelas es quizás la mejor medicina que hoy en día se puede tomar.

La única Semana Santa pagana de España

Mientras España se inunda de pasos y nazarenos, de saetas y promesas, de flores y pecados, de lágrimas y ‘vivas’, en Los Alcázares un espectacular mercado medieval y unas fiestas paganas le esperan para conmemorar sus ‘Incursiones Berberiscas en el Mar Menor’, que el pasado 2019 celebraron su edición número veinte. Vivir el ‘desembarco berberisco’ es un auténtico espectáculo. Sin duda su mayor éxito es la gran implicación de su población, lo que otorga a esta singular fiesta, una alternativa diferente a la Semana Santa tradicional. Ojalá este año próximo la pandemia no vuelva a privarles de celebrar estas fiestas tan originales.

Pero, sin duda, si hay una fiesta que se identifica con Los Alcázares, es su ‘Semana Internacional de la Huerta y el Mar’, donde tradición y cultura visitan esta ciudad cada segunda quincena de agosto. Este rincón del Mediterráneo ha conseguido convertirse en esas fechas en la capital turística de la Región.

Gastronomía: un punto y aparte

El caldero del Mar Menor, que lucha por convertirse, como la dieta mediterránea, en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad, da una idea de lo que significa este plato único y diferente en el Mediterráneo. Pero Los Alcázares no solo vive del caldero, así que si tiene oportunidad, sumérjase en su cocina marinera, donde podrá comprobar que el Mar Menor también es una despensa excepcional que tenemos a la vuelta de la esquina.

En los próximos días, Los Alcázares volverá a abrir sus puertas a la Región. Reserven al menos un día de estas navidades para saborear un municipio donde nace cada día la esperanza. Los Alcázares: Ahora más que nunca.

Publicación dedicada a Miriam López, por toda una vida dedicada al turismo en esta localidad.

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