La cantaora cordobesa María José Llergo está llamada a protagonizar una nueva revolución en el flamenco, como hicieron Rocío Márquez, Rosalía o Soleá Morente. Hace tres años dejó su pueblo, Pozoblanco, y se instaló en Barcelona para estudiar canto moderno. Su Niña de las dunas nació en la capital catalana, y ella salió en la portada del Rockdelux. A estas alturas ya nadie duda de que va a ser protagonista del género -y de la música en general- para los próximos años.

De hecho, apenas unas canciones publicadas en Sanación (Sony, 2020) han bastado para constatar la personalidad de una artista que sabe acudir a la tradición para llevarla a otros caminos inexplorados y sonar rabiosamente actual. Tras el lanzamiento de su primer disco, uno de los más laureados del presente año, ha sacado una nueva canción, A través de ti, que mantiene esa línea de combinar sonidos y palos flamencos con instrumentación y detalles de música electrónica, al tiempo que ahonda en el universo propio que ha ido creando, con una propuesta madura y profunda, lejos de experimentos vacuos con el flamenco como coartada. Y sus colaboraciones con artistas como Ricardo Vicente o su versión de Pena, penita, pena de Lola Flores no dejan indiferente a nadie.

Por eso, María José Llergo era la mujer idónea para inaugurar mañana la edición más flamenca del Cartagena Jazz Festival, pero el dichoso virus ha vuelto a tirar por traste todo lo planeado... Sea como sea, la cordobesa -que estaba emocionado con la idea de actuar en la ciudad portuaria- es la elegida para recibir el I Premio Paco Martín a la Artista Revelación de las Músicas Globales; un galardón que estaba previsto inicialmente para La Mar de Músicas 2020, que después quedó pendiente de entregarse en el Jazz, y cuya entrega vuelve a quedar en suspenso. Aun así aprovechamos la ocasión para acercarnos a la figura y a la pasión de la cordobesa.

¿Qué significa para ti este galardón, María José?

Un honor enorme. Me hizo muchísima ilusión cuando me dijeron que me lo otorgaban.

Dices que la música entró en tu vida gracias a tu abuelo. ¿Fue él quien te enseñó el flamenco?

Sí, casi sin darse cuenta. Pero sí, porque él me cantaba cuando estábamos en el campo juntos. Por tangos, por fandangos, boleros, serranas, farrucas, peteneras…

Y todo eso tú lo ibas absorbiendo como una esponja.

¡Claro! Era como un juego: él cantaba y yo lo imitaba. Entonces poco a poco fui cogiendo destreza, y después la necesidad de expresarme mediante el cante de una forma libre. Una vez que coges la destreza, lo que quieres es decir tus propios mensajes.

¿Y qué dice tu abuelo, qué opina él de lo que estás haciendo actualmente?

Está súper contento. Dice que se emociona mucho y que llora. Yo intento siempre hacerle partícipe, y que sepa que sin él no estaría donde estoy, y que no hubiera aprendido a hacer las cosas con tanta conciencia y con tanta libertad.

Estudiaste en el Conservatorio solfeo y violín, y luego te fuiste a Barcelona.

Entré en el Aula de Canto Moderno y Jazz del Liceu de Barcelona. Cuando acabé esos estudios, hice las pruebas para acceder al Aula, y allí hice Cante Flamenco, pero también hice la prueba de canto moderno; entonces de ‘segundo instrumento’ tenía Canto Moderno, y la verdad es que super guay.

Tuvo que ser un cambio muy brusco pasar de tu pueblo, Pozoblanco, a Barcelona.

Sí, fue una apuesta a ciegas por un objetivo que no era certero; no sabíamos cómo podía salir, pero yo necesitaba apostar por ello, porque no me quería quedar con la espinita de no haberlo intentado por lo menos.

Así que diste el paso y en Barcelona salió Niña de las dunas, una canción donde cuentas que echabas de menos tu campo cordobés.

Sí, totalmente, así fue. Echaba tanto de menos mi tierra que me salió esa canción.

Haces flamenco en el siglo XXI, pero tendrás tu propia visión, y más después de tus estudios. ¿Cuál es tu aportación?

Mi aportación al flamenco es tan mínima... El flamenco es tan sumamente amplio y tan vasto e infinito... Yo lo único que hago es intentar disfrutarlo, aprender de él cada día más y, por mucho que yo haga (yo creo que no he hecho ni el 1% de mi obra), no será ni la mínima parte de lo que el flamenco me aporta a mí cada día. El flamenco a mí me enseña a vivir. Es un género que te enseña a vivir y a morir. Es genial.

¿Y eso que llaman ‘el pellizco’ cómo se consigue?

No lo sé. Yo creo que eso nadie lo sabe, que eso es el arte, que está por ahí y a veces elige tocarte y otras veces no, pero tú siempre te tienes que entregar.

El flamenco necesita nuevas canciones, nuevas letras para no estar siempre con los mismos cantes antiguos. Tú has optado por escribir tus propias letras.

Sí, mi disco es un disco de autor. Lógicamente hay canciones por seguidilla, por soleá..., pero las melodías no son tradicionales. Yo no he cogido las melodías tradicionales porque no he hecho un disco de flamenco tradicional. Yo he hecho un disco de autor, así que he compuesto las melodías, las armonías y las letras, para expresar lo que yo siento que tengo que decir.

El título Sanación es muy evocador, y da como una especie de hilo conductor a todo el trabajo. ¿Cómo surgió?

Por una sanación personal. Este trabajo es el reflejo de mi proceso personal de superación de los traumas, de las pesadillas, de las cosas malas de la vida.

Con esa temática suena muy lorquiano.

¡Jo, pues muchísimas gracias! A mí Lorca me flipa. Es un piropo que me digas esto. Lorca es eterno, me encanta... Mi calle se llama Federico García Lorca. Hay personas que mueren y personas que no. Lorca es de los que no.

Ya que hablamos de Lorca, ¿la historia del pueblo gitano está también en tus letras?

Explícitamente no, pero sí que dedico mis letras a las mujeres gitanas sobre todo.

¿Cómo es la relación, según tú, entre feminismo y flamenco?

Para mí el flamenco no es machista. Es un reflejo de la sociedad, un reflejo tan fiel que si tenemos unos seres humanos inconscientes en cuanto a igualdad, el arte, el flamenco, lo va a hacer también. Es algo que está en nuestra mano cambiar, y además, en el flamenco hay un montón de espacio para lo diferente. Es super acogedor. Hubo siempre una escena queer que sigue en pie. Hay un montón de referentes homosexuales en el flamenco. Eso es lo contrario a machismo.

Para tus propios temas también has decidido inspirarte en todo lo que está a tu alrededor, me imagino. ¿Te guías mucho por el instinto?

Muchísimo. Sobre todo me guío por el instinto y por la intuición.

No quisiera pasar por alto la versión que has hecho de Pena, penita, pena. ¿Existe una conexión emocional con esa canción?

Por supuesto que sí. Mi abuelo me la cantaba en el campo. Cuando tuve la oportunidad de hacerla fue como: «¡Qué bien, qué suerte!». Fue de las primeras coplas que me aprendí gracias a mi abuelo. Esa y la de La niña de fuego de Manolo Caracol.

Hay otra canción, Me miras, pero no me ves, que tiene que ver con la invisibilidad del trabajo femenino. ¿Tú te has sentido invisible? ¿Fueron traumáticos tus inicios?

Supongo que todos nos hemos sentido invisibles alguna vez, pero las mujeres del campo sobre todo: han trabajado lo mismo o más que sus maridos y, sin embargo, no reciben una filiación ni la han recibido nunca. Ahora por suerte eso está cambiando, pero sigue siendo un terreno muy desigual..., no tanto en trabajo -la tierra es tierra, y todos podemos trabajarla, independientemente de tu género o tu sexo-, sino más bien en reconocimiento.

Tampoco has rehuido posicionamientos políticos o sociales, por ejemplo con Nana del Mediterráneo, sobre el drama migratorio. ¿Sientes que los artistas tienen esa responsabilidad social?

No lo sé. Yo actúo conforme a mi persona porque eso es lo que soy. Si fuera un producto, igual me regiría por las leyes del mercado, pero si yo siento que tengo cantar de algo que me molesta, lo voy a hacer, y si siento que tengo que cantar de algo que me encanta, me alegra y me hace feliz, también lo voy a hacer. En eso está la libertad.

¿Alguna vez te han tirado para atrás los ‘flamencólicos’?

No me parece mal que existan; tienen su función también, pero yo voy a mi bola, por eso entiendo que no entiendan lo que hago a veces, y si lo entienden o si sienten lo que yo quiero expresar, me alegro un montón, independientemente de que sean flamencólicos o que sean lo que sean. Yo creo que cuando miramos desde el prisma del estudio o desde la técnica se llegan a unos puertos, y cuando miramos desde el punto de vista del sentimiento o de lo que te transmite algo, llegamos a otros, y no está mal. Pero su función es la leche. Al final, si consiguen documentar lo que es el flamenco, y que quede para la posteridad, pues es lo más, porque a mí lo que me llamó la atención cuando a llegué al Aula es que yo buscaba partituras sobre flamenco y no había, libros sobre flamenco y no había..., y creo que el flamenco tiene una vertiente de transmisión oral super potente, pero que molaría completar con otro tipo de documentos, más que nada para que no se pierdan los cantes, porque si no, se muere la gente mayor y se pierden, se pierde la cadena de transmisión.

¿Qué es para María José LLergo el flamenco?

Es mi raíz. Es mi fuente de donde bebo. Es la música clásica de mi tierra. Es tan sumamente grande que espero que todo el mundo la valore como yo lo hago.