Esta semana Jumilla hubiera sido la capital de la Región, donde miles de jumillanos y jumillanas ofrecen lo mejor de sí mismos, y la ciudad se viste con sus mejores galas y se abre para recibir a visitantes que encuentran aquí el lugar idóneo para saborear una ciudad que esconde aún demasiados secretos que están por descubrir. No voy a hablar de su Ruta del Vino de Jumilla, eso merece un artículo especial, lo que les propongo es una visita por una ciudad donde la historia y las tradiciones tienen mucho que contarnos. Jumilla es un pueblo con patrimonio, memoria e historia, pero sobre todo con alma.

La Puerta de Granada, inicio de la visita a Jumilla

Reconozco que soy un privilegiado al contar con Emiliano Hernández, arqueólogo municipal y director del Museo Arqueológico, para que me llevara de la mano por las entrañas de una ciudad que merece la pena ser visitada y saboreada. La Puerta de Granada o San Roque es donde decidimos iniciar nuestro recorrido. «¿Por qué hay tantas Puertas de Granada en el sur de la península?», le pregunto. «Porque en aquella época, siglo XVI, la Chancillería se encontraba en la ciudad granadina, y allí se dirimían todos los conflictos. En términos de hoy, venía a ser el Tribunal Supremo del sur peninsular».

Las historias de la ciudad comienzan a aparecer a cada paso, una de ellas me llama poderosamente la atención. En época de bonanza, y para evitar epidemias, la Iglesia prohibía comer carne no solo los viernes sino también los miércoles, aunque en Jumilla decidieron pedirle a la autoridad eclesiástica eliminar esta prohibición. A cambio les puso la penitencia de procesionar, se hace actualmente el 16 de agosto, al menos un miembro de cada casa; 'de cada casa el peor', cuenta la historia. Lo curioso de esta procesión, es que sin haber nada escrito, los jumillanos y jumillanas siguen manteniendo una tradición que nos puede resultar hoy difícil de entender, los hombres van delante y las mujeres detrás. «¿Por qué?», le vuelvo a preguntar. «Es una tradición», me dice.

Del Castillo de Jumilla hasta la casa de Alsina

De aquí a la Plaza de Arriba, una de las más bonitas y espectaculares de la Región, hay apenas dos minutos. Entre callejuelas y rincones aparecemos en medio de un espacio lleno de luz, bajo las faldas de un Castillo que sigue vigilando su ciudad. Este edificio fue construido gracias a la financiación de las tres salinas municipales a día de hoy en fucnionamiento. Y es que tanto las salinas como el esparto fueron el pulmón económico que configuró gran parte de lo que hoy es Jumilla.

El antiguo Concejo, que posteriormente fue cárcel y que hoy alberga el Museo Arqueológico, preside la plaza junto a la Iglesia de Santiago, cuyo Pórtico es prácticamente igual que la Colegiata de San Patricio en Lorca. Me dice Emiliano que eso se debe a que los planos utilizados fueron los mismos, aunque aquí no llegaron a terminarlo en su totalidad.

Desde aquí es más que recomendable ascender hasta el Castillo, símbolo de la ciudad, donde un mirador espectacular lo convierte en uno de los balcones más impresionantes de la Región. Aprovechen el que quizás sea uno de los miradores más espectaculares del Mediterráneo antes de volver a bajar a la ciudad.

Mientras observamos en la Plaza de Abajo su fuente de las ranas y sus edificios un tanto modernistas, aparece Antonio Bleda, un jumillano que me enseña unas fotos de cuando en el año 1957 se hacían ya carreras de camareros con la bandeja en la mano. «Cuatro años participé, me dice, y tres las gané. En una de ellas solo tiré 14 gramos de agua».

Desde aquí llegamos a una calle que alberga una serie de edificios de singular belleza, desde el Ayuntamiento hasta la casa modernista diseñada por un discípulo directo de Gaudí, Joan Alsina, y que mandó construir un funcionario de aduanas de Barcelona.

Dejando atrás la parte más antigua de Jumilla

Atrás dejamos las calles de Canalejas, Castelar, y la parte más antigua de la ciudad. Ya estamos en la calle de Cánovas del Castillo, ex presidente del Consejo de Ministros hasta en seis ocasiones, y que estuvo casado con una jumillana, y cuya relación con la ciudad es profunda. El Ayuntamiento sigue siendo una fuente inagotable de entradas y salidas, su patio interior a modo de corrala merece la pena visitar. Antes de entrar a saborear Jumilla, nos queda por conocer la historia del Teatro Vico y su entorno, donde la industria del esparto tuvo mucho de culpa. Podríamos definirlo como el hermano menor del Teatro Romea de Murcia, lo que le otorga un encanto especial.

Y llegamos al Mercado, donde Casa Sebastián pone sobre el escenario el mejor restaurante de la comarca, sino de la región, en cuanto a cocina de cuchara. Lola y Sebastián, ganadores de la medalla de oro al mejor gazpacho jumillano de conejo, pollo, codorniz y caracoles serranos, se abren de par en par para enseñarme su cocina. Gente así hace grande una ciudad y la exporta al mundo. Él es un torrente de ideas, y con lógica echa en falta un mejor aprovechamiento de un mercado que sin duda daría mucho más juego que el actual.

Antes de terminar, les recomiendo que se acerquen al particular pulmón de la ciudad, el parque Don Pedro I, y es que Pedro el Cruel, aquí conocido como Pedro el Justiciero, también dejó aquí su impronta. Un jardín situado a 500 metros exactos sobre el nivel del mar y en el que sus sorprendentes 'manises', que fueron traídos de los restos de empresas sevillanas, guardan desde figuras de Walt Disney, hasta parajes de Don Quijote de la Mancha. Sin duda, sus bancos y estructura te traen recuerdos de la Plaza de España en Sevilla.

Momento para la gastronomía de Jumilla

Llegó la hora de comer, y si hay un lugar donde la gastronomía emana a borbotones, es Jumilla. En la oficina de turismo te informarán puntualmente de toda su oferta, donde el vino se convierte en su hilo conductor, y es que como dice José López, responsable del restaurante 3 Soles: «desde que se apostó por la calidad nos hemos convertido en una referencia». Las tapas que de manera autodidacta y a base de esfuerzo y dedicación está poniendo encima de su mostrador este local son tan sorprendentes como variadas, su coca jumillana, con masa y verduras horneadas con anchoa en salmuera, está perfecta, aunque lo mejor es dejarse aconsejar.

Casa Agustín ofrece no solo una relación calidad precio muy buena, sino que tiene en el trato de su personal uno de sus mejores estandartes. Compartir con Ana María unos minutos en la cocina, donde su 'supermán Carlitos' habita en cada rincón de la luz de su mirada, es quizás la mejor historia de amor que uno pueda conocer.

Atardeceres en Santa Ana

Por la tarde no dejes de acercarte a Santa Ana, sus atardeceres sólo los puedes encontrar en sueños o alguna película de dibujos animados. Eso sí, pregunta el horario de su particular y subjetivo museo, y sobre todo quédate un rato disfrutando de su Cristo atado .

Ahora entiendo por qué cuando le pido a su alcaldesa que me defina en pocas palabras lo que es Jumilla, me dice: «Es imposible condensar en pocas palabras lo que es esta ciudad, sus gentes, su cultura, sus bodegas, su historia, su patrimonio».

Dónde está Jumilla