Dice una letra de Andrés Calamaro: «Si te dicen que caí, y es verdad, y es es verdad, no sientas ni un segundo más de lástima por mí, que me voy a levantar. Y si te falta una imagen quiero que me recuerdes así, con el viento en las velas».

Algo así podría ser la banda sonora del Mar Menor para el sector de las actividades náuticas, que sufren el impacto, por partida doble, de la crisis ecológica y la económica derivada de la pandemia. Pese a todo, las siluetas de los veleros y las cometas de kitesurf continúan siendo protagonistas del horizonte en la laguna. Para conocer cómo sobrellevan la situación visitamos a algunos de los que mejor conocen el sector, y todos ellos, con otras palabras, acaban como Calamaro, diciendo eso de «me voy a levantar».

Nuestra primera parada es en la tienda y escuela Maskite, en La Manga del Mar Menor, en la Bahía de las Palmeras, junto a la Isla del Ciervo. Sus propietarios desde hace cuatro años, aunque trabajaban ya anteriormente en la misma tienda, son Maribel y José, que compaginan esta actividad con otras profesiones. Queremos saber qué gente se acerca a un mundo que, desde fuera, recuerda mucho al esquí. «Aquí tenemos gente que viene a aprender desde los 7 años hasta los 75, pues hay deportes para todas las condiciones físicas».

Mientras nos van explicando la diferencia entre el kite, el stand up paddle y el wing foil vamos comprendiendo que no son deportes tan elitistas, y comprobamos, por los clientes que entran e interrumpen nuestra conversación, que los cursos son realizados, en ocasiones, por familias completas. La realidad es que el aprendizaje, y lo sufrimos en nuestras carnes, subidos en una tabla, no es complicado, y aciertan Maribel y José cuando abren el abanico del alumno en edad, sexo y condición física.

Como tantas empresas Maskite ha tenido que activar protocolos debido a la pandemia de covid-19, pero las condiciones de la práctica en el agua lo convierten en uno de los deportes más fáciles de practicar. «Son deportes de carácter individual por lo que es seguro desde el punto de vista higiénico».

Se les nota amor por su trabajo y por el mar, y saltan de un tema a otro. Nos cuentan sus experiencias como monitores, como practicantes de distintas disciplinas, y nos dicen ilusionados uno de sus últimos reclamos, salidas en paddle surf (deporte que se practica de pie sobre una tabla y con la ayuda de un remo) hacia el Mar Mediterráneo desde el Mar Menor, a través de una de sus golas, en las noches de luna de llena de verano. «Es una salida muy tranquila, sin prisas, en la que se vive el mar y el deporte de forma distinta. Navegar de noche es especial, es distinto a todo».

De allí nos marchamos a Santiago de la Ribera, a uno de los clásicos del Mar Menor, la Escuela de Vela Socaire, en la que conocemos a Villa, apellido por el que todo el mundo conoce a José Antonio, que lleva treinta años como instructor. Socaire es un referente en el ámbito de la formación en deportes de vela, y por la escuela han pasado miles de niños de la Región de Murcia y otras comunidades.

«Ha habido años en los que cada mañana pasaban por aquí 200 niños. Ahora es distinto, pero continuamos con actividad todo el año formando a adultos y escolares». Nos cuenta Villa, mientras el trasiego de niños y adultos subiendo y bajando de barcos tipo 'snipe' y 'optimist' interrumpe en ocasiones nuestra charla.

Queremos saber si una familia con niños puede aprender a navegar en pocos días y de forma asequible, económicamente hablando. Villa nos convence de que así es, aunque recomienda que la formación se haga de forma separada entre niños y adultos. «Esto tiene una parte didáctica, pero otra lúdica, y los niños se lo pasan de maravilla con otros niños, conviviendo y aprendiendo esta actividad. Lo mejor es cuando, una vez que han aprendido, demuestran a sus padres cómo son capaces de manejar un barco de vela». Antes de marcharnos, uno de los instructores nos muestra el método de desinfección de chalecos salvavidas, tarea que repiten una y otra vez a lo largo del día.

Nuestra última parada es en la Estación Náutica Mar Menor-Cabo de Palos, en Los Alcázares, donde su gerente, Dionisio García, nos cuenta el esfuerzo de la asociación, y de todas las empresas asociadas, por potenciar un sector que ocupa a «unas 500 personas de forma directa. Somos el paraíso para la práctica del deporte náutico, por las condiciones meteorológicas y por las características del Mar Menor, y aún así, no existe una cultura de la navegación como existe en otros países de Europa», nos indica Dionisio. Se nota que conoce aquello que defiende más de veinte años. «El Mar Menor es un elemento diferenciador en los más de 8.000 kilómetros de costas. Tenemos las mejores condiciones de seguridad y ausencia de olas para la práctica de actividades respetuosas con el medio ambiente, y por tanto, que contribuyen a la recuperación del Mar Menor».