Fue un soleado jueves 7 de octubre de 1915. A las 17,30 horas en punto, cuando comenzaba la solemne inauguración de la Universidad de Murcia en un atestado salón de actos del instituto Provincial de Segunda Enseñanza (posteriormente Alfonso X el Sabio y actualmente Licenciado Cascales). Cuentan las crónicas que los invitados habían comenzado a llegar una hora antes del acto, y que las inmediaciones de las puertas del centro, en la murciana calle Eulogio Soriano, se veían abarrotadas de curiosos, que no querían perderse el ambiente de la inauguración de una universidad cuya importancia para la Región se habían encargado de promocionar ampliamente, durante muchos meses, los medios de comunicación locales.

El salón de actos del instituto, que en esos momentos se había reconvertido en parte en la flamante universidad de Murcia, estaba repleto de autoridades: alcalde, exalcaldes, concejales, militares, abogados del Estado, archiveros, inspectores, miembros del Cabildo Catedralicio, directivos del Cuerpo de Correos y Telégrafos? todos ellos, sin excepción, hombres. Las únicas mujeres asistentes al acto (pocas) estaban confinadas en las tribunas. Y las únicas referencias a ellas eran para comentar que dichos escaños estaban ocupados por «distinguidas señoritas que embellecían el acto con su presencia». Una mentalidad hoy trasnochada y abochornante que se traduciría con el paso del tiempo en una mayoría abrumadora (casi dos tercios del alumnado) de mujeres en la UMU.

El día de la inauguración, el alcalde de la ciudad, Laureano Albaladejo, firmaba un artículo en el diario El Tiempo en el que se preguntaba: «¿Quién ha conseguido esta mejora? Todos los murcianos sin excepción. Ni uno solo ha dejado de contribuir a este fin», se contestaba.

El Comisario Regio, Andrés Baquero Almansa, se refirió en su discurso de apertura al 'movimiento espontáneo' que originó la creación de la Universidad de Murcia, en el que intuía «un resurgir de la personalidad regional». A pesar de que la campaña que abogaba por una universidad la inició el diario El Liberal, pronto se unieron el resto de periódicos de la provincia: El Tiempo, La Verdad, El Fomento de Murcia, y El Porvenir de Cartagena, los poderes fácticos y, en definitiva, todo el pueblo murciano.

La lámina reproduce una obra del pintor José María Falgas. Diario El Tiempo Biblioteca, Universidad de Murcia.