Ahora tocaría coger la toalla, la mascarilla y la protección solar y decirles que, si saben contar, no cuenten conmigo. Sin embargo, alguien de esta casa ha tenido la ocurrente locura de proponerme una columna diaria, y aquí estoy dispuesta a darles la turra. No soy de términos medios ni conozco los matices de los grises; he venido a pasármelo bien y espero que me acompañen.

Les doy la bienvenida a Los Días Raros, que, además del título de una canción del grupo Vetusta Morla, durante este mes de agosto será mi barra de bar; donde tomarme un café o un vermú con ustedes. Son días raros, pero no deja de ser verano y, como Abascal, dejo la política a un lado porque en agosto no es de patriotas trabajar por España, para dedicarme a volcarles mis inquietudes más frívolas o banales. Es justo y necesario relajarnos un poco, al menos ustedes —ya sufro yo metiéndome en este embolao—.

En una ocasión escribí que me sentía en pelotas en mitad del Wanda Metropolitano lleno de gente, al contarles cómo afrontaba los días de confinamiento en soledad. Mi terrible pudor, ¿recuerdan? Pero hace tanto calor que creo que voy a seguir en pelotas para compartir con ustedes este verano atípico. No esperen que les hable de pandemias, mascarillas ni rebrotes; no son nuevos y ya somos todos mayorcitos. Si la seguimos liando, ya saben, empiecen a comprar levadura, alcohol y papel higiénico. A mí no me lloren. Y que Dios nos pille 'confinaos'.

Mientras llega el fin del mundo, el meteorito o las plagas, me encantará que juntos veamos ganar al Atleti y lo celebremos, porque este año raro toca que ganemos en Europa. O déjenme que les cuente la crueldad de ligar a partir de los cuarenta en tiempos de pandemia y excesiva profilaxis. Que les hable de mi fascinación por la Monroe, o de cómo creo que vivo con un ratón al que no tengo el placer de conocer porque tenemos horarios distintos. Hasta es posible que les pida consejo sobre cómo cuidar una planta, porque intento por todos los medios ser mejor persona.

Y pensar que a los veinte años no salía de la friend zone, la eterna amiga. Me cago en mi pena. Nunca he cogido un Alsa por amor, pero nos vamos a reír.

Bienvenidos y, como dice la letra de Los días raros,

¡Ábrelo!, ábrelo despacioDi qué ves; dime qué ves, si hay algo...