Hasta la década de los sesenta, la minería en Mazarrón suponía junto a la pesca uno de los motores de la economía del municipio, pero el decaimiento de los filones más potentes y del precio del plomo supuso el fin de un sector que marcó una época en la sociedad mazarronera.

Las extensiones de arena rojizas y ocres que dibujan el paisaje de las inmediaciones del casco urbano de Mazarrón ofrecen unas vistas más propias de Marte que de nuestro planeta. La posibilidad de sentir que estás paseando a las faldas del Monte Olimpo en el Planeta Rojo se vuelve una realidad en estos parajes mineros.

Estas tierras, ricas hace años en plomo, zinc o plata, han sido trabajadas por múltiples sociedades, comenzando por la romana y encontrando su fin con la propia cultura local. Con un acceso gratuito y una zona en absoluto delimitada, las visitas a los restos mineros se han vuelto cada vez más frecuentes entre vecinos y visitantes de otras regiones, ya sean a través de rutas guiadas o por cuenta propia, propiciando estas últimas en ocasiones conductas tan reprochables como el saqueo de los antiguos barracones y otras muestras de vandalismo.

El Charco de la Aguja

Aún se conservan las marcas de la percusión de herramientas como picos, martillos y cuñas en las paredes de la Corta Romana, también concida como ‘El Charco de la Aguja’, una mina a cielo abierto ubicada en el coto minero de San Cristóbal y Los Perules. Con un frente de laboreo de unos 300 metros y una altura de otros 25, esta antigua mina todavía conserva sus restos en memoria de lo que algún día fue el centro neurálgico de Mazarrón.