Antonio Lucas (Madrid, 1975) obtuvo el XXII Premio de Poesía Generación del 27 con su libro Los desnudos, que ahora publica Visor en su colección de Poesía y confirma su brillante trayectoria como poeta inteligente y reflexivo. Y muy especialmente se advierten tales cualidades en este nuevo libro porque sus reflexiones tienen como protagonistas a los desnudos, que no son otros que nosotros mismos, habitantes de nuestro mundo controvertido e injusto que desampara a los desterrados, a los marginados que no pueden expresar su rebeldía o su disidencia.

Pero en la vida también hay espacios para la esperanza y para el gozo, en la recuperación de los detalles vitales más positivos en aquellos en que se disfrutan momentos de dicha y de soledad, en los que no están ausentes ni el amor ni míticos espacios que se reviven en su misterio y en su leyenda junto al mar. Incluso España, en su esencia y en su sentido como país, llega a estar presente incorporando a Antonio Lucas a la larga lista de nuestra historia literaria, la nómina eterna de los preocupados por España.

Estructura Antonio Lucas el libro de forma muy inteligente y agrupa sus poemas en cinco secciones cohesionadas por una misma filosofía del mundo en el que habitan esos desnudos, sus protagonistas. Partiendo De lo inmediato, se inicia el libro con dos poemas espléndidos, el dedicado a la nueva casa (futuro esperanzador ante tanta limitación) y el Autorretrato, una magnífica pieza que unir a otra de las trayectorias más ricas de la literatura española reciente. El poeta se integra así, en persona y en imagen, al frente del contenido de un libro que sigue con la sección de Tatuajes, con recuperación de personas y mundos heredados en la lectura y en el arte, pero que han forjado espíritu. Y continua con La noche manuscrita, dominado por la vital experiencia del amor, revivido en momentos y en emociones pero también recuperado en situaciones adversas, que solo la pasión y la fe hacen fuertes. Tres islas griegas devuelven el espacio de la pasión entre el mito y el gozo, y Fragmentos de la edad completan el conjunto de un libro enriquecido poema a poema por la experiencia de una vida intensa y un optimismo vital capaz de superar con él todas las adversidades que han acudido a esta autobiografía tan llena de existencia.

Interesa hacer una referencia la capacidad constructiva del poema que logra Antonio Lucas en este libro, acorde con su ya bien probada trayectoria como poeta de larga experiencia. Dominar los recursos del poema y amoldarlo a estructuras singularmente atractivas lo logra sobre todo por la constante y llamativa recurrencia a la anáfora, antiguo recurso de gran poder rítmico, pero además decisivo aglutinador de reflexiones. Porque en las reiteraciones bien acordadas desde el punto de vista melódico residen obsesiones y regresos hacia espacios interiores que han de ser despertados y vueltos a poner en marcha para que ejerzan su eficiencia.

Escribir, para Antonio Lucas, es sin duda una catarsis y una liberación y, como ya se ha señalado, la autobiografía reside en las profundidades de cada poema, de cada reflexión de cada propuesta.

Excelentes en este campo son los poemas en prosa que incluye en el libro, y especialmente el dedicado a Federico García Lorca, siempre tan próximo, siempre tan sentido de cerca: soledad, angustia, la noche, un olivo, un crimen, silencio y luto€ Y por estructura y contenido, sobresale con los mismos honores el poema España, antológico, como el Autorretrato inicial. Estructuras paralelísticas nos va descubriendo sentidos de un país sacrificado y engañado, una país deseado y querido, pero mordido por la indiferencia al que la Historia indigente sorprende repitiendo migajas y profecías.

Hacer de la poesía un ejercicio de libertad y dejar a la inteligencia que controle los recodos de la vida y suministre los momentos permanentes es el gran acierto de este libro de Antonio Lucas, cuya filosofía se puede concretar en una espectacular Inscripción que define muy bien los logros de sus poemas: «Eres la memoria de aquellos que has querido. / La fiesta de esos nombres como una estrofa viva. / Pero eres, sobre todo, el miedo de perderlos / sabiendo en esa nada tu misma existencia».

Un poeta que, próximo al final de su libro, incluye un Testamento, en el que, entrado en la madurez, mira hacia atrás sin ira y camina hacia la cumbre para cerrar con un emotivo ubi sunt el resumen y la síntesis de todo un libro, que cierra definitivamente con una Tregua en la que soledad y vida se manifiestan para dar pausa a su destino aun sin saberlo.