Con su primer Goya bajo el brazo (Este es el momento, de la película Campeones), Coque Malla ha gestado su sexto disco de estudio en solitario, meticulosamente producido y rebosante de arreglos, con un sugerente título entre interrogantes: ¿Revolución? Son diez canciones grabadas en su refugio favorito, los estudios Black Betty, en una producción a tres bandas que ha compartido con su hombre de confianza (José Nortes) y su guitarrista habitual (Toni Brunet).

Tres años después del impactante El último hombre en la tierra, un disco orquestal de hechuras clásicas que sonaba moderno y sofisticado, Coque Malla cambia de traje y regresa con ganas de bailar y de probar cosas nuevas, que van desde una orquesta sinfónica hasta toques electrónicos. El excantante de Los Ronaldos indica que se ha inspirado abiertamente en nada menos que el Random access memories de Daft Punk y el A moon shaped pool de Radiohead. Sin dejar de sonar a rock, sus canciones ofrecen perfiles más sofisticados, con nuevas formas envueltas en arreglos de cuerda y metal, e incluyen hasta un rap con Kase.O y la colaboración de Jaime Urrutia. Un giro de timón que dejó claro en su primer single, Un lazo rojo, un agujero.

Tres años después de un impactante disco conceptual (El último hombre en la tierra), te has cambiado de traje.

Yo no soy consciente, no siento que hubiese un momento en que dijese: «Voy a cambiar». He ido haciendo lo que me ha ido saliendo, de una manera bastante natural, orgánica, y por procesos de cambios en la vida, de música nueva que ha ido entrando en mí y me ha ido influyendo, y de ambición artística, de investigar, de buscar en un instrumento, en la guitarra, el piano, en mi voz, sonidos nuevos, cosas que me emocionen y que me exciten. Porque si seguimos toda la vida con la misma estructura musical, acabamos aburridos.

¿El último hombre en la tierra fue clave para todo lo que ha venido después?

Sí, creo que es un disco absolutamente fronterizo en muchos sentidos. No solo en cuanto a la respuesta del público, de la industria, de los medios, sino porque fue un cambio muy gordo. Yo creo que hubo una incorporación absolutamente fundamental: los arreglos sinfónicos de Miguel Malla, que me entendió, se metió en mi cabeza, y fue como el resultado luminoso de una época turbulenta en mi vida, pero muy interesante, en la que escuché una música muy diferente a la que yo estaba acostumbrado a escuchar. Yo estaba muy agarrado a mis clásicos -mis Stones, mi Dylan, mi Bowie...-, y, de repente, entró ahí una música nueva, más compleja, con arreglos sinfónicos -Divine Comedy, Rufus Wainwright...-, en un momento muy especial de mi vida, y eso revolucionó muchas cosas por dentro y en mi música. El último hombre en la tierra claramente es el resultado de todo eso. Termonuclear [que es el disco anterior si no contamos Mujeres, puesto que era un disco en directo], fue un poco el ojo del huracán donde a mí me estaba pasando todo eso, y El último hombre en la tierra fue ya como el resultado luminoso, tranquilo y controlado de todos esos cambios. Y desde luego produjo un cambio fundamental en mi sitio en la industria.

¿Cómo echó a andar ¿Revolución?, Coque? ¿Tenías mucho material?

Surgió de una manera muy curiosa y muy interesante. A mí los procesos creativos me agotan; hay gente que es feliz en el proceso creativo, en el estudio, pero yo sufro mucho. Me ataca de una manera atroz la inseguridad del artista, la autocrítica, y lo paso muy mal. Cuando acabé el proceso creativo del El último hombre en la tierra, que además fue muy bestia, muy nuevo para mí, y muy grande para lo que yo estaba acostumbrado, dejé pasar un tiempo, me dediqué a tocar -que es lo que a mí me hace feliz-, y poco a poco fui grabando audios en un teléfono, sin un propósito de: «Hay que hacer un disco dentro de un año», sino que me puse a grabar bocetos, iba improvisando cosas en la calle, en casa, algunas un poquito más elaboradas, otras directamente tarareos, y se fueron acumulando. Y un día después de un concierto que yo volvía a casa en mi coche conduciendo, dije: «Voy a escuchar esto»: muchos audios cortitos, pequeños bocetos, pero eran tantos que había ahí 15 o 20 proyectos de canción muy serios. Me alegré muchísimo, porque ya estaba hecha la mitad del trabajo sin haberme casi dado cuenta. Empecé a revisarlos, a eliminar, a limpiar, hasta que me quedé con doce bocetos que convertí en diez canciones.

¿Poner ‘revolución’ entre interrogaciones como título del disco es una manera de decir que tienes dudas? ¿En los diez años que llevas en solitario has tenido dudas sobre si la cosa iba a resultar?

Yo dudo continuamente, como buen libra. Dicen los horóscopos que los libras dudamos mucho; somos personas bastante inseguras. Debe ser verdad. Yo sufro mucho al elegir una cosa u otra, un camino u otro, pero no sé si está planteado en cuanto a una duda sobre un éxito, o duración en esta profesión. Eso creo que nunca lo he dudado. Tampoco me lo he planteado mucho. En el caso de ¿Revolución?, es una pregunta sobre si la revolución es posible hoy en día.

¿Aún sueñas con cambiar cosas?

No lo sé... Soy profundamente optimista y profundamente pesimista, aunque suene muy contradictorio. Por un lado creo que es imposible -a no ser que haya un holocausto nuclear o que caiga un meteorito o que haya un virus tremendo que mate a media humanidad- que cambiemos nuestra conciencia. Y espero que nada de eso pase [Risas], pero creo que si no ocurre así, un cambio profundo de nuestra conciencia que nos haga mejores, más libres, más felices y más humanos, es muy complicado que le demos un giro a la situación. Pero luego soy optimista porque me apasiona el mundo, me apasiona la vida, la disfruto, la vivo, y creo que tenemos la capacidad de hacerlo, aunque no podamos aspirar a algo tan ambicioso como una revolución brutal y profunda que nos haga seres llenos de luz. Somos seres oscuros, pero podemos ser felices.

No sé si eso es lo que te planteas en una canción como Polvo cósmico, quizá la más ambiciosa del disco. ¿Cómo nació y creció esa canción?

Fíjate, tengo la sensación de que, quitando alguna canción que estaba un poco por ahí en el baúl de los recuerdos y que desempolvé para la ocasión, es de lo primero que compuse junto con El gran viaje a ninguna parte. Esa parte instrumental del disco, la de la orquesta, esa parte tan larga que hay justo antes del recitado de Jaime Urrutia, es de lo primero que escribí de ¿Revolución?, o por lo menos lo primero que escribí con la idea de «esto es para el nuevo disco». Un día me puse con la guitarra y aparecieron esos acordes, muy complejos, una estructura con una armonía muy compleja que no suele ser lo habitual en mí. De repente surgió esa melodía que hace la orquesta [la tararea] y, claro, dije: «¿Pero qué voy a hacer con esto? Esto es más como para que me llamen de una película para hacer una banda sonora». Me apasionaba esa secuencia armónica con esa melodía, y yo quería llevar eso a cabo con una orquesta. Luego, por otro lado, tenía uno de esos bocetos en el teléfono, que tenía el mismo ritmo y que se podía ensamblar perfectamente. Y luego está el recitado, que ya es habitual en todos mis discos. Yo tenía la idea de que ese recitado lo hiciese una gran voz muy reconocible, importante, simbólica, de mucho prestigio; se barajaron varios nombres: hablamos de Calamaro, Sabina, Serrat..., nombres así. Algún actor se nos pasó por la cabeza también. Y a Toni Brunet se le ocurrió Urrutia, y a mí cuando dijo su nombre me dio un escalofrío; era perfecto.

Jaime Urrutia no se prodiga demasiado en colaboraciones. En Un lazo rojo, un agujero te atreves con el hip-hop y colaboras con Kase.O. ¿Qué tal te sienta rapear?

Me lo he pasado como un enano, me ha encantado, la verdad. Kase.O es otro grande de las letras y de la música. Tampoco he inventado nada. La fórmula de un rap en medio de una canción pop como si se tratase de un solo de guitarra, un saxo, o más bien sustituyendo al habitual solo de lo que sea, es bastante utilizada. Michael Jackson, Prince..., mucha gente lo ha hecho. Bowie también. Pensé: «Quiero al mejor. Ya que voy a meter un rap, quiero que sea absolutamente creíble, que tenga peso». Y el mejor es Kase.O, no tengo ninguna duda.

Has vuelto con un disco que suena diferente y tiene influencias nuevas.

Sí, el punto de partida de toda la idea de ¿Revolución? apareció una noche de hace ya bastantes años que yo me desvelé. Duermo mal, soy de mal dormir, y me puse a ver documentales en Netflix como un loco. Apareció uno de Daft Punk -hablaba de su trayectoria, de lo enigmáticos que son, de sus propuestas...-, y me quedé flipao. Conocía el nombre, algunas canciones, pero no les situaba bien, y con ese documental me produjeron muchísima atracción, y sobre todo me voló la cabeza su disco Random access memories.

Eres más feliz de gira que en el estudio. Por cierto, ¿qué traes preparado para este concierto? ¿La orquesta sinfónica la llevas en lata?

No, en absoluto. Desechamos esa idea desde el primer momento casi. Lo probamos. Probamos a soltar algunas cosas grabadas en Un lazo rojo, un agujero, y no funcionaba. Lo suprimimos y nos dedicamos a tocar como una banda de rock que está engrasada, que nos llevamos que te cagas y que sonamos como un tiro. Son canciones. Estas canciones, antes de meterles la orquesta sinfónica, estaban hechas con una guitarra y una voz por mí. Y funcionaba, eran bonitas canciones. ¿Cómo no van a funcionar con una banda como esta?

COQUE MALLA- HOY, 21.00 horas Víctor Villegas. Murcia 25/28/30 euros