¿Vuestro nombre, Dolorosa, me suena a imaginería religiosa, a Salzillo. ¿Tiene algo que ver Raúl en la elección?Natalia Muñoz:

Efectivamente, la idea fue de Raúl. A me parecía que era un nombre muy duro y personificado en mí; nosotros somos una banda. Pero un amigo nos dio la clave: nos sugirió eliminar el artículo y dejarlo en una única palabra: Dolorosa. Es un nombre sonoro, bonito de escribir, ambiguo, y obviamente tiene claras referencias al folclore de nuestra tierra. Esa imagen es muy potente; nadie se olvida de nuestro nombre, algo que es casi imposible en los tiempos que corren, así que creo que es perfecto.

¿En qué momento y de qué forma surge la idea de formar una banda como Dolorosa?N. M.:

Surgió de una manera totalmente espontánea. Raúl estaba grabando un homenaje para el disco Songs of Leonard Cohen y necesitaba una voz femenina para hacer los coros. Un día que fui a su casa para ver una película o cenar, Raúl me engañó para que los hiciera. Yo no había cantando en mi vida -bueno, en el coro del colegio-, así que, con todo mi atrevimiento, grabé esos preciosos coros del disco de Cohen. A los pocos días, Raúl me mandó un mensaje diciendo que había hecho una canción para que la cantara, Risparmiando tempo, la primera en la historia de Dolorosa.

Os desmarcáis del pop hecho en Granada, y casi en España en general, por esa tendencia mediterránea, gusto por la melodía y esa agradable melancolía. ¿Es la vuestra una personalidad diferente?N. M.:

No tenemos prejuicios a la hora de hacer canciones, no pensamos en cuáles son los referentes musicales de moda que suenan en los festivales. Nos movemos por donde las canciones nos llevan. Supongo que eso es parte de tener nuestra propia personalidad.

¿Por qué creéis que a veces se escribe sobre vosotros refiriéndose a esa cosa tan extraña de 'pop adulto'?

Raúl Bernal: Yo no veo extraña esa definición. Mira los grupos que supuestamente son jóvenes y verás que pocos bajan de la cuarentena. Sí, hacemos pop adulto porque somos adultos y ya no hablamos de drogas, fiestas o tupés. Ahora hablamos de hijos, incertidumbres, fascismo€

¿Existe conciencia colectiva en vuestra generación?N. M.:

Sí, aunque es verdad que cada vez somos más individualistas. Pasamos el día solos, trabajando, en el autobús o por la calle, y nos sentimos acompañados de nuestro teléfono. Es curioso que podemos comunicarnos en un segundo con amigos que viven en el extranjero, pero luego es difícil quedar con tu colega para tomar una caña. Somos la última generación que vivió sin Internet, sin móvil, sin YouTube, sin Netflix. Usábamos las cabinas telefónicas, íbamos al cine..., somos un extraño espécimen. Crecimos en los noventa, en esa época había grupos de música que movían masas de gente y que se declaraban abiertamente a favor del feminismo, en contra de la discriminación por raza, condición sexual o en la defensa de los animales; eso nos caló dentro. Ahora mismo nos encontramos en un momento de extremos, de los extremos más opuestos, y ya sabemos qué pasa cuando hay tanta hostilidad, ¿no?

¿Puede que el anterior álbum hablara de los demás, y éste hable mucho de vosotros?N. M.:

En Un gran presentimiento se habla de amor, de desamor, del miedo al futuro, de la inestabilidad que tenemos los jóvenes hoy en día, del control y la violencia psicológica que ejercen algunas personas sobre otros, de nuestra ciudad, del amor digno en contraposición con el amor romántico, de la reivindicación de nuestros derechos...

¿Cuál es el 'gran presentimiento'?N. M.:

El presentimiento que tenemos es que la vida cambia constantemente y que siempre hay que disfrutar cada segundo como si fuera el último, porque nunca se sabe qué puede pasar. Queremos ser optimistas y pensar que todo lo que venga será bueno, pero esa es la incertidumbre que nos mantiene siempre luchando e intentando ser felices.

¿Escribir es una necesidad?R. B.:

Para mí lo es; no sé vivir sin hacerlo, y no hacerlo haría de mí un ser horrible. Todo arte debe surgir por necesidad de expresarte, de que tus canciones hablen por ti cuando no sabes qué decir.

¿Es cierto que llegasteis a estar al borde de la disolución? ¿Cómo se solucionó?N. M.:

Bueno, tener un grupo es algo tan especial y delicado como tener una pareja; en cualquier momento parece que hay una guerra a punto de estallar o que tocarás con esa banda para el resto de tu vida. Es difícil que seis personas tengan siempre la misma energía/alegría para luchar por un proyecto común. Esto es una carrera de fondo, y lo importante es que unos tiremos de otros, y al contrario cuando alguno pierda fuerza. De todos modos, nuestra crisis no fue interna, sino que venía de agentes externos, y fue ejemplar. Nos unimos más todavía como banda, y nos cuidamos como una familia, que es lo que somos.

¿Dónde os situáis en el mapa musical español?N. M.:

Dolorosa se sitúa en un limbo musical: no encajamos en ninguna etiqueta estandarizada, pero eso forma parte de nuestro encanto.

¿Con Un gran presentimiento

Los planteamientos de la banda han sido siempre los mismos: seguir manteniendo 'eso' que hizo que quisiéramos tocar un instrumento y hacer canciones, no manchar a la música ni a nosotros por la industria, ser fieles a nuestros principios y no vender nuestra alma.

¿Qué se siente al volver al terruño para tocar, Raúl?R. B.:

Tocar delante de amigos y familia siempre es una responsabilidad. Estoy deseando ver a muchos de ellos; sin duda es importante para mí.