Bajo el disfraz de Enrique IV vive un hombre de la alta sociedad actual, que tras sufrir un accidente en una gran cabalgata, queda afectado en su cordura y cree vivir en la época del disfraz que llevaba puesto en aquel momento: piensa que es el rey germánico Enrique IV, del siglo XI. El accidente sucedió hace quince años. Desde entonces se ha organizado toda una reconstrucción histórica para que siga creyendo vivir en esa ficción.

En esta obra maestra de Luigi Pirandello, que versiona y dirige José Bote para Teatro de la Entrega y que mañana llega al Teatro Villa de Molina, nos movemos entre la realidad y la ficción, la cordura y la locura, la verdad y el engaño. En el territorio de la ficción la voluntad queda adormecida, dejando paso a la pura representación. El arte y la ficción ofrecen una liberación momentánea del individuo, en cuanto nos permite evadirnos de la servidumbre de la realidad. Desaparecen así la inquietud, el miedo y la necesidad.

Enrique IV nos coloca ante los grandes temas del autor italiano. La máscara social es uno de ellos, una máscara de la que ninguno nos libramos, que nos condiciona de manera constante en la relación con el otro. Por otro lado, la contraposición de la ficción y la realidad, porque al fin y al cabo ¿qué es real y qué no lo es? «Este disfraz, que para mí es la caricatura evidente y voluntaria de la otra mascarada constante, la de todos los días, la de cada minuto, en la cual somos involuntariamente payasos, cuando, sin saberlo, nos disfrazamos de lo que creemos ser».