El #MurciaSeMueve ha sumado fuerzas con la UMU y este año pondrá el cierre a la Bienvenida Universitaria 2018/19 en el Cuartel de Artillería. Sidonie, que están de celebración de su veinte aniversario, es el grupo invitado, y les acompañarán The Meatpies y Pájara Rey (respectivamente, ganadores y finalistas del CreaMurcia Pop Rock). Con Marc Ros, su cantante y principal compositor, recordamos estas dos décadas vertiginosas.

Se reedita en vinilo vuestro primer elepé, publicado en 2001 por Bip Bip Rds. ¿Qué sensación os produce?

Cuando te llega a casa un disco de vinilo de Sidonie dan ganas de salir a la ventana a gritar al mundo: «¡Eh! ¡He grabado un disco!». En CD esta sensación no es tan intensa, y aún es menos intensa cuando se sube tu música a una tienda virtual o por streaming. Los primeros discos de Sidonie no tenía edición en vinilo; ahora van a estar todos editados en este formato. Alegría.

La gira por vuestro veinte aniversario está llegando a su fin. ¿Balance? ¿Había ganas de recuperar el formato de salas?

La sensación era la misma que tiene un adulto cuando vuelve a un sitio donde solía jugar de pequeño. Todo se ve más pequeño, y te asaltan los recuerdos que creías perdidos. Ha sido un ejercicio muy bonito de rock volver a salas pequeñas, para unas 200 personas, y ver al detalle las reacciones de la gente a según qué notas, versos, bailes... Ver los ojos de la gente, oler el sudor, las venas hinchadas de mis compañeros de grupo... En un festival tienes una gran potencia de vatios de luz y sonido, y es como estar en una nave espacial sobrevolando a un montón de gente, pero tocar en una sala es como volver al jardín primigenio, y no hay nada como eso.

Recuerdo una de vuestras primeras actuaciones en Murcia, en la Sala Gamma (dentro del Lemon Pop) y con Art School, que se subieron con vosotros a cantar por Marc Bolan. ¿Te acuerdas de algo de esos primeros años?

Solo recuerdo los momentos que pasé con Art School, la mejor banda mod-punk que ha habido en España. Todo lo demás lo he olvidado.

¿Cuál es la principal baza de Sidonie?

Sidonie es un grupo de pop, pero también es la historia de amor de los tres. No se explican veinte años sin ese amor. Es lo que nos diferencia del resto de las bandas.

¿Cuál fue el primer quebradero de cabeza para la banda?

Llegar vivos al siguiente disco.

Al principio lucíais en concierto los disfraces de Tejón, Señor Tomate y Pantera Rosa. ¿Cómo surgió esto de los disfraces?

Responde a nuestra admiración por Marcel Duchamp y el surrealismo. Es objet trouvé, arte encontrado. Los objetos por separado no nos decían nada -esa cabeza de tejón, ese tomate gigante y ese gorro de la Pantera Rosa eran unos simples disfraces low cost-, pero ¡ay! cuando los pusimos juntos y bajo unos focos... Se convirtieron en una magnífica obra de arte. Es una analogía con los tres miembros de Sidonie: por separado somos unos vulgares tipos esmirriados, pero al juntarnos pasan cosas.

¿Es fiel a la realidad la imagen hedonista que Sidonie proyectaba entonces? ¿Lo lleváis ahora con más calma?

Es una imagen que siempre nos ha acompañado. Ahora estamos más sobrios, pero por la imagen hacemos lo que haga falta.

Por cierto, ¿qué recuerdos guardas de cómo se montó el grupo? Al principio os llamábais Citadel, por la canción de los Stones.

Yo siempre he estado en grupos con nombre de canción: Helter Skelter, la canción de los Beatles; Citadel, de los Stones, y Sidonie, de Brigitte Bardot. Como ves, hay algo que no ha cambiado en todo este tiempo, y es que somos fans del pop, y se nota desde la elección del nombre de la banda. Recuerdo que en el anuncio que colgué en una tienda de instrumentos buscando batería ponía: «Se busca batería con influencias de los Pink Floyd de Syd Barrett, David Bowie, The Doors, Kaleidoscope (los ingleses) y The Byrds». A un tipo bajito que vio este anuncio le encantó y me llamo; su nombre es Axel Pi. Axel hizo el estirón cuando dejamos de versionar a Hendrix y empezamos a escribir nuestros propios temas.

Entonces estabais inmersos en el movimiento de revival mod barcelonés de aquellos años, con grupos como Brighton 64, Los Negativos o Los Canguros, que seguían el camino de The Jam y Paul Weller. Sidonie llegasteis cuando estaba terminando. ¿La historia habría sido muy distinta de haber empezado antes?

Justo después hubo un revival de la psicodelia, y es en esee punto donde llegamos nosotros. Recuerdo ver a los Something, a los Flashback5, a los Selenitas, y me dije que yo también podría hacer aquello. Me parecía alucinante que las bandas versionaran a los Love y a los Small Faces psicodélicos, que era exactamente la música que yo escuchaba en casa.

A Sidonie se os comparó con Kula Shaker, seguramente por el uso del sitar, pero creo que había otras influencias importantes. ¿Vosotros queríais ser como Beck?

No se entiende la historia de Sidonie sin estos dos nombres, porque ellos internacializaron la música que escuchábamos y la llevaron a la contemporaneidad. Hay dos momentos clave de nuestra historia: cuando salió el segundo disco de Kula Shaker (Peasants, pigs and astronauts) y ver a Beck presentando Odelay en la sala Zeleste [ahora conocida como Razzmatazz]. Nos explotó la cabeza y empezamos a copiarlo todo descaradamente, amparándonos en la frase de Picasso: «Los buenos artistas copian, los genios roban». No somos genios, pero sí buenos artistas, Pablo.

Hacer un tema de Madonna (Beautiful stranger) en aquel momento era arriesgado. ¿Salió bien la jugada? ¿Qué os empujó a hacer la versión?

Beatiful Stranger era un tema estupendo que Madonna y William Orbit compusieron para la banda sonora de Austin Powers. Era una canción inspirada en los sonidos psicodélicos del pop británico del período 1966-1967, época dorada del pop y obsesión para Sidonie. Fue interesante ver la reacción de algunos miembros del movimiento mod español... La pena es que no superamos la versión original, aunque interpretarla en directo fue muy divertido.

Se destaca a menudo de Sidonie vuestra capacidad para evolucionar, para no quedaros estancados en una fórmula concreta. ¿Creéis que esta actitud ha sido determinante en vuestra supervivencia como banda?

Al ser fans de la música, nuestro principal objetivo es reflejar a nuestra manera todo lo que hemos escuchado en nuestros discos y en nuestros directos. Es como una evangelización: Nosotros creemos en el dios Dylan, vosotros tenéis que creer en el dios Dylan. Esta evolución de la que hablas responde simplemente a que no solo escuchamos al dios Dylan, sino también al dios Otis, Keith, Marvin, Jimi, Freddie... Así evoluciona nuestra música, por fanatismo religioso.

¿Tras veinte años subiendo a los escenarios, tocar en directo no se ha convertido para vosotros en una rutina? ¿Cómo os las apañáis para que no ocurra?

Subirse a un escenario es más potente que el sexo o el LSD. Es imposible aburrirse, al menos en un escenario de Sidonie.

¿Cuáles crees que son los grandes errores que habéis cometido en estos 20 años?

Creer que el mundo anglosajón iba a escuchar canciones que no estuvieran cantadas en inglés. A excepción de la Macarena y Despacito, solo escuchan música cantada en su propia lengua. ¡No saben quien es Joan Manuel Serrat, ni Novedades Carminha! Pobre gente... Esperemos que con el vendaval Rosalía pase algo, y que ella les informe de que aquí también hay pop, electrónica y hasta blues del delta cantado en castellano. Pero, cuidado, que aquí también sufrimos de prejuicios con el catalán o el euskera o el galego. Es música, joder, yo escucho un montón de música francesa y no entendiendo una sola palabra, pero me emociona igualmente.

Lanzáis ahora un disco recopilatorio de vuestra trayectoria. ¿Ha sido complicado lo de seleccionar los temas? Qué criterios habéis seguido?

¿Complicado? Hemos llegado a las manos. Al final nos hemos decantado por el criterio más sensato, que era el mío.

¿Tienes ahora más cautela a la hora de componer? ¿Te preservas más?

Hay una gran mentira en la frase «Yo solo compongo para mí». La música es comunicación: si el mensaje no llega, es que algo ha fallado. Yo tengo en la cabeza a un montón de personas antes de que mi mano se pose en las cuerdas de la guitarra; reconocer esto es un acto valiente y honesto, y no me quita ni un gramo de mi dignidad artística.

Sidonie emergieron como una cuadrilla de amigos un tanto revoltosos que jugó mucho con la pose stoniana. ¿Se ha perdido con ese pop familiar el espíritu peligroso y subversivo del rock and roll? ¿Actualmente hay demasiada corrección y menos actitud?

Sí, echo de menos la actitud y la imagen. Es fabuloso que los grupos suenen tan bien y ensayen tanto, pero debe haber algo más. Cuando uno se sube a un escenario, bajo unos focos y a un metro de altura por encima de la gente, está interpretando una obra, está siendo un actor, no solo un músico de estudio.

Una de viejas cuestiones: ¿Cambiar de idioma fue más por necesidad que por una cuestión de personalidad?

Por necesidad, por no quedarnos estancados con un idioma que ya no daba más de sí. Me encanta cantar en inglés, lo sigo haciendo cuando tocamos nuestras primeras canciones y cuando hacemos alguna versión de alguna banda británica o estadounidense, pero el castellano me ha dado alas en mi escritura, y me apetece seguir volando.

¿Latinoamérica sigue siendo la asignatura pendiente?

Sin duda. Estaremos allí en muy poco tiempo.

En Maravilloso hay referencias a la gentrificación. ¿Cómo veis Barcelona ahora?

Tengo miedo de que Barcelona pierda el carácter que la hace única, y este carácter está formado por la gente. No echar a la gente de los barrios es el primer paso; el segundo es conseguir un turismo sostenible, y el tercero es evitar que todas las ciudades se parezcan a la misma ciudad ¿No os ha pasado estar en el centro de Londres o de Viena o de París y ver las mismas tiendas, los mismos restaurantes? A veces no sé en que ciudad estoy. Yo quiero sentir que estoy en Barcelona.

¿Os imaginabais que Sidonie iban a existir veinte años después? ¿Os sentís parte de una generación del pop nacional que se hace mayor?

Cada día pienso en lo rara que es mi vida y que Sidonie siga existiendo. Nunca lo hubiera imaginado, pero es que nunca me hubiera imaginado haciendo otra cosa. Y no me llames mayor, querido, soy todo lozanía.

Pocos grupos de vuestra generación llegan a soplar veinte velas. ¿Echáis de menos algunos grupos que no lo hayan conseguido aunque lo merecieran?

Oh sí, a muchos. Voy a decir dos que podrían volver: los Carrots y los Art School. Sirva esta entrevista como tirón de orejas.

¿Os habéis tenido que reinventar muchas veces en estos veinte años?

Una vez, hace unos días, nos llamaron de OT para impartir clases de actitud rockera.