Izal triunfan en los festivales nacionales. Sin pausa, continúan la gira de presentación de su cuarto disco, Autoterapia -que hoy llega a Lorca junto a Triángulo Inverso-, encabezando los carteles de los principales carteles del país, y eso pese a que mayo no fue un buen mes para la banda. Primero llegó el varapalo de cierto sector de la crítica independiente que siempre había estado con ellos y que ahora ha dictaminado que ya no ´molan´, y, poco después, su líder fue señalado en las redes sociales como «acosador sexual» por parte de algunas fans. Afortunadamente para ellos, la situación se fue calmando poco a poco, también gracias a que el grupo decidió no interrumpir su ritmo de actuaciones y subió al escenario de un festival en Mallorca sólo cuatro días después del izalgate. Fueron recibidos con ovación.

Sea como sea -y ya entrando de lleno en lo estrictamente musical-, Izal es un grupo conservador. ¿Para qué abandonar una fórmula que les funciona? Producido, como Copacabana, por Santos & Fluren, Autoterapia es, ni más ni menos, otro disco de Izal. Aunque el grupo afirma en las entrevistas que le «costaría mucho no experimentar» en cada disco, no se puede hablar exactamente de evolución en Autoterapia, que, de no ser por su producción ligeramente atmosférica y por ciertos instrumentos o estilos más o menos novedosos en su repertorio, ofrece canciones perfectamente intercambiables con el resto de obras del grupo, aunque en este caso sintonicen -eso sí, con muchas interferencias- más bien con el sonido eléctrico y depresivo de OK Computer (Radiohead).

Como todos los discos de Izal, Autoterapia presenta composiciones acertadas, otras que lo son menos, una buena dosis de grandilocuencia artificial y, sobre todo, unas letras sumamente repetitivas que parecen recicladas de pasajes anteriores. Pero al margen de los textos, Izal sabe escribir una buena canción pop-rock, y en el disco hay varias. Ruido blanco retrata la «paradoja» de conocerse a través de las redes sociales; La increíble historia del hombre que podía volar pero no sabía cómo despega con tanta fuerza que parece dirigirse al espacio junto a su protagonista, y El pozo es ya un clásico de Izal gracias a un estribillo claro y cristalino.