Tan afable como siempre y en pantalón corto, camiseta blanca con la imagen serigrafiada de un águila a la altura del corazón, zapato náutico y reloj de muñeca con el anagrama de TVE. Así nos recibe Miguel Ors para conversar sobre la profesión periodística a la que ha dedicado su vida y evocar su llegada a la ciudad que enmarca sus días de descanso desde hace más de medio siglo. Una ciudad que él mismo contribuyó a proyectar en los años del boom turístico desde su privilegiada atalaya mediática.

Ha vivido, y conoce como pocos, la historia del periodismo del siglo pasado. Se inició muy joven en el diario Pueblo, la «escuela de Periodismo» que dirigió Emilio Romero, aquel maestro de periodistas capaz de conformar un gran equipo de redacción de jóvenes y brillantes plumas «que ya escribían a máquina». El lema y el propósito: sorprender a los lectores todos los días con historias relevantes y bien contadas. Allí se curtieron, entre muchos de una célebre nómina imposible de reproducir aquí, Jesús Hermida, José María Amilibia, José Antonio Plaza, Felipe Yale, Tico Medina, Raúl Cancio o José María Carrascal.

Pueblo era el diario de los Sindicatos, protegido por el superministro José Solís, pero Emilio Romero era un periodista incómodo para algunos miembros del Régimen. Tenía criterio propio y con frecuencia hacía oídos sordos a las ‘recomendaciones’ de algunos miembros del Gobierno. Recuerda Ors que, en cierta ocasión, Manuel Fraga -entonces ministro de Información y Turismo- le conminó a que retirara un artículo ya en máquinas, pero el periodista se negó. «Tendrá consecuencias», le dijo el el gallego. La redacción contuvo la respiración, sobrecogida, hasta la celebración del Consejo de Ministros del viernes siguiente. Finalmente, no sucedió nada porque Franco zanjó la cuestión argumentando: «A Emilio Romero no se le cesa. Es un buen periodista y, además, sus artículos los cita la prensa extranjera».

Presentador en TVE

De la sección de Deportes de Pueblo, bajo la dirección de Emilio Romero y la subdirección de Jesús de la Serna, se ocupó durante años Miguel Ors hasta su ingreso en TVE, pocos meses después de iniciarse las emisiones en 1957. El medio televisivo daba sus primeros pasos en nuestro país basando su programación en contenidos altamente populares con el objetivo de lograr la aceptación de los españoles. La emisión de corridas de toros y partidos de fútbol contribuyó en gran medida al explosivo crecimiento del parque de receptores en los años sesenta.

El periodista lo recuerda bien: «El país se paralizaba ante la pequeña pantalla con Manuel Benítez, ‘El Cordobés’, y la liga de balompié. Tal era el poder de la televisión entonces». En consecuencia, los periodistas audiovisuales gozaban de enorme popularidad. «Éramos en verdad pocos periodistas y había una sola cadena por lo que todo el mundo nos veía y conocía», subraya Ors, para recordar divertido un par de anécdotas relacionadas con su estatura. La primera, en la cafetería California 47 de Madrid, el día que dos chicas que no cesaban de mirarle comentaban si sería o no Miguel Ors el señor que tenían desayunando al lado, «pues el periodista de la tele parecía más alto». Al escucharlas, Ors se acercó y les dijo: «Señoritas, no soy Miguel Ors, ya me gustaría a mí tener su estatura». La segunda, en una audiencia en El Pardo, Franco le recibió con la frase: «Pase, señor Ors; la televisión miente, le creía a usted más alto», a lo que el periodista replicó: «Es un honor tener la misma altura que Su Excelencia».

Llegada a Águilas

El verano de 1962 Miguel Ors buscaba un poco de intimidad para su descanso vacacional familiar. Un amigo le habló de Águilas como un paraíso en el que poder desconectar de todo y no se lo pensó dos veces. Aunque el comienzo de la estancia no fue como esperaba (le habían reservado unas habitaciones en algo que resultó más parecido a un garaje que a una pensión), a los pocos días logró acomodarse junto a su familia en el Hotel Calypso, de la vecina localidad de San Juan de los Terreros, al haber quedado libres algunas habitaciones por el fin del rodaje de la película Vence o muere (La caída del imperio romano), que por aquellos días grababa en aquella playa la mismísima Sofía Loren.

Advertidos de su presencia en el hotel, Norberto Miras y Vicente Bayona -entonces alcalde de Águilas- visitaron al periodista y procuraron las mayores comodidades para su familia. Agradecido por el trato dispensado, Ors decidió reservar allí mismo las vacaciones del verano siguiente y animó a Miguel Pérez-Calderón (compañero de TVE, que hizo lo propio) y a Jesús de la Serna (compañero de Pueblo y futuro director de Informaciones, que acabó alquilando un apartamento) a que veranearan en Águilas, donde también pasaba sus vacaciones Salvador Jiménez.

En ‘Las cuatro plumas’

Armando Muñoz Calero fue clave para la permanencia de los periodistas en Águilas. Persona relevante en Madrid a causa de su profesión -conocido médico vinculado al mundo del deporte-, mantenía con ellos una estrecha relación. El objetivo consensuado con Miras y Bayona era ligarlos a la localidad donde todos residían en verano por su importancia estratégica para colaborar en el proyecto de divulgación y promoción turística de la ciudad, un plan bien estructurado que incluía acciones de infraestructuras (ordenación del territorio, construcción de alojamientos turísticos como el célebre Hotel Calarreona, etc.) e iniciativas culturales (como la creación del Premio de Novela ‘Ciudad de Águilas’ entre 1968 y 1972) que ayudaran a situar en el mapa a este entonces pequeño y desconocido enclave costero del Mediterráneo.

En 1964, Muñoz Calero, Norberto Miras, Vicente Bayona, José Luis Martín Muñoz y Jesús Fernández les convencieron y se quedaron para siempre gracias a la donación de un terreno de su propiedad en la playa de El Hornillo para que construyeran una residencia a la que bautizaron con el nombre de ‘Las cuatro plumas’.

Miguel Ors recuerda el momento en que su esposa Margarita Villarejo (82 años) -presente en la conversación junto a su hijo Miguel, su nuera Amaya y Mercedes Lorente Toribio (93 años, viuda de Miguel Pérez-Calderón)- eligió el lugar sobre el que hoy se erige el edificio: «A la playa no podía accederse por tierra, por lo que tuvimos que divisarla desde un barco. Allí estábamos los cuatro matrimonios recorriendo toda la costa hasta que nos detuvimos en esta pequeña cala junto al embarcadero para el transporte de minerales, cuando mi esposa manifestó su deseo de que la casa se ubicara aquí, donde entonces había una roca enorme que hubo de retirarse». Al año siguiente comenzaron las obras que terminaron en 1966.

El periodista, que entonces era Jefe de Deportes de TVE, propició numerosos reportajes sobre Águilas en la televisión. También tuvo una actividad relevante Salvador Jiménez quien, entre otros, publicó en ABC un bellísimo artículo titulado Alas para el vuelo de Águilas, y posteriormente el libro Águilas, azul y blanca. Jesús de la Serna hizo lo propio desde las páginas del vespertino Informaciones.

Todos ellos fueron miembros del Jurado del Premio de Novela ‘Ciudad de Águilas’ (promovido por el escritor Ángel María de Lera) cuyo asiduo secretario, Miguel Pérez-Calderón, tuvo la genialidad de crear ‘La Orden de las Cuatro Plumas’ para distinguir a visitantes y colaboradores relevantes. Por la residencia pasaron en aquellos años destacadas personalidades de Águilas, como el presidente del Banco Central, Alfonso Escámez, con quien Miguel Ors jugaba frecuentemente al tenis en la pista de la casa del banquero en el paseo de la playa de las Delicias, o el actor Paco Rabal, que residió un tiempo en casa de Salvador Jiménez, mientras terminaba su vivienda de Calabardina, estancia que inspiró la película realizada con su hijo Benito: Las cuatrocientas plumas.

Las mil y una anécdotas que Miguel Ors desgrana con la lucidez de quien atesora una privilegiada memoria y la pasión de quien ha gozado plenamente de su profesión (la más bonita del mundo, no sólo para Gabriel García Márquez) se suceden como el vaivén de olas que bañan la playa del Hornillo, en una plácida conversación que continuaremos con su permiso otro día, don Miguel, con el pretexto de brindar por su 90 cumpleaños. Muchas felicidades.