P ¿Qué tiene la novela negra para haber llegado hasta el favoritismo de los lectores?

R Depende de la novela negra de que se trate, pero en general parte de una buena premisa: en la primera página pasa algo y ese algo tiene que ver, normalmente, con un asunto que define la condición humana: la muerte. En los últimos tiempos, cuenta además con el impulso de los editores, que ayudan, o no, con su mediación, a que algo sea leído.

P ¿No correremos el riesgo de saturarnos todos y agotar el género?

R Por supuesto, a diario corremos ese riesgo y muchos más. Sólo en la inacción está la ganancia segura, advierte Lao Tsé. Quizá no sea tan importante sobrevivir como arder en una buena hoguera, mientras dure.

P ¿Usted se sintió desde siempre atraído por este género?

R Desde los 19 o 20 años, cuando cayeron en mis manos las obras de Raymond Chandler. Antes me interesaba, ma non troppo. Gracias a él descubrí que en el noir podía haber poesía, es decir, literatura.

P Ahora que han pasado algunas décadas de expansión, ¿se atrevería a valorar la evolución que ha tenido el género en España?

R Positiva. Ha ido a mucho más, cuantitativamente, y a más, sin duda, en la variedad y calidad de escritores que lo practican. En cierto modo se ha normalizado, convirtiéndose en la mixtura de novela social y de entretenimiento que es en cualquier sociedad abierta y madura (la nuestra, desdichadamente, no lo era hasta 1975 por obra y gracia del golpe de 1936 que nos impuso como caudillo a un triste cabo de cuartel).

P Elija a un personaje y a un autor del género a quienes les hubiese gustado conocer.

R Soy fiel. Elijo siempre a Ray (Chandler) y a su Phil (Marlowe).

P ¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas, qué espera de Cartagena Negra?

R La insistencia de los amigos, la hospitalidad de la tierra, mis raíces murcianas -en esta comunidad nació por accidente mi padre, en abril del ´39, adivínese el accidente-. Mi debilidad, vaya. Tan sólo espero algún rato de buena conversación, vivo con moderadas expectativas.

P ¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

R Nunca mataría a nadie, salvo peligro cierto e inminente: es un atajo de mentes débiles y una acción muy incorrecta, como escribió De Quincey. En caso de encontrarme en ese peligro, algo rápido y contundente. Un Tomahawk, por ejemplo (el misil, no el hacha).

P Ahora una complicada: elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

R No va a conseguir que me procesen. Estudié Derecho. Y cada día, ante trampas como esta, me doy cuenta de lo útil que es.

P ¿Cómo podemos valorar el papel de la mujer en la novela negra actual?

R Emergente y pronto casi hegemónico, en algunos aspectos -son mayoría las lectoras y crece rápidamente el número de las autoras y el de las heroínas-. Nada que deba sorprendernos. Refleja la evolución de las sociedades desarrolladas, donde la eliminación de los corsés machistas las ha dejado apoderarse de profesiones enteras. Cualificadas, ojo.

P Toca mirar atrás en el vigésimo aniversario de Bevilacqua y Chamorro, ¿el balance de su autor es positivo?

R Uno de los mayores aciertos de mi vida. Impremeditado y sin planificar, como corresponde.

P ¿Y el público cómo los ha tratado?

R Los lectores (sólo ante ellos respondo) con una generosidad que llega a conmoverme. Dejándolos ser, nada menos, gente que los acompaña en el camino. No se puede pedir más para un personaje de ficción.

P Lejos del corazón se mueve en una zona fronteriza, ¿son más interesantes esas zonas literariamente hablando?

R En la frontera están las verdades incómodas. Y sobre todo están los hombres -y mujeres- de frontera, que a menudo son los únicos que saben de qué demonios estamos hablando. Según el poeta chino Li-Po, los hombres de frontera nunca sienten fatiga, siempre tienen a mano el látigo -y la espada- y nunca duermen. Los que gustan de encerrarse dentro de una linde suelen vivir, en cambio, en la inopia más profunda.

P Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

R De esta me abstengo. Los lectores no necesitan mis consejos. Tienen bibliotecas, públicas y privadas, para orientarse por sí mismos.