P ¿Qué tiene la novela negra para haber llegado hasta el favoritismo de los lectores?

R Creo que tiene todos los ingredientes para enganchar al lector, que al fin y al cabo es de lo que se trata todo esto, ¿no? Es el género, junto, al thriller, que está tan de moda últimamente, que causa más intriga al lector. A muchos nos gusta la sensación de haber sido capaces de anticipar quién era el asesino, qué había sucedido en realidad, los motivos… y esa capacidad del lector para involucrarse en la investigación hace de la novela negra el género más juguetón.

P ¿No correremos el riesgo de saturarnos todos y agotar el género?

R La novela negra española, y me atrevería a decir de gran parte del mundo, ha vivido tiempos de ostracismo durante la última década. Daba la impresión de que para ser un buen escritor de novela negra tenías que tener dos puntitos sobre alguna de las vocales de tu apellido y vivir en un país frío del norte de Europa. Nada más lejos de la realidad, pero es imposible controlar las modas. Hubo un auge gigantesco de la novela negra que vino del frío a raíz de Millenium, de Stieg Larsson, pero con el tiempo se ha demostrado que ni la nórdica era tan buena, ni la nuestra tan mala. Ahora estamos viviendo un resurgimiento del género, una globalización enorme. ¿Llegaremos a hartarnos? Confío en que el lector sea inteligente y, al igual que las editoriales, sea capaz de discriminar la calidad.

P ¿Usted se sintió desde siempre atraído por este género?

R Contaba con doce o trece primaveras cuando me apeé de mi coche de caballos en Baker Street. Llamé al timbre de aquellos apartamentos y conocí al mejor detective de todos los tiempos. Me bebí aquellos relatos y novelas y, antes de darme cuenta, la novela negra me había infectado por completo. Hoy día, un ochenta o un noventa por ciento de lo que leo es novela negra, así que el diagnóstico del doctor Watson fue acertado: la enfermedad es crónica, y yo estoy contento de que así sea.

P Ahora que han pasado algunas décadas de expansión, ¿se atrevería a valorar la evolución que ha tenido el género en España?

R Creo que siempre ha habido grandes autores de novela negra en España, pero el lector se ha visto influenciado por las modas. Hubo un tiempo en que la novela negra parecía un género menor, que no terminaba de contar con un reconocimiento merecido. Sin embargo, en los últimos años hemos visto cómo autores como Esteban Navarro, Lorenzo Silva o Dolores Redondo se disputaban los premios Nadal y Planeta año sí y año también con novelas negras o de misterio, algo impensable hace unos años. Víctor Del Árbol, Toni Hill, Pere Cervantes, Antonio Parra, Luis Roso, Benito Olmo, David Jiménez ‘El Tito’ o Alfonso Gutiérrez Caro, por poner algunos ejemplos, han escrito obras negras de una calidad excelsa. Sin duda estamos en un momento de auge del género, y si bien es cierto que la cantidad puede crear moda, solo la calidad puede mantener el volumen de lectores y el reconocimiento. ¿Mi pronóstico? Creo que la novela negra española puede respirar tranquila.

P Elija a un personaje y a un autor del género a quienes les hubiese gustado conocer.

R Esta es difícil. Podría decir Philip Marlowe, pero no creo que fuese un tipo al que le gustase hacer nuevas amistades, por lo que me voy a decantar por el inspector Kurt Wallander y por su autor, el tristemente fallecido Henning Mankell, que es una de mis principales influencias. Me encantaría pasarme por la calle Mariagatan en Ystad para tomarme un café con ambos y hablar de crímenes, del frío que hace en Suecia o de los problemas de la sociedad que reflejan en sus novelas.

P ¿Y qué le ha traído a participar en estas jornadas? ¿Qué espera de Cartagena Negra? Dicen que es usted reincidente…

R Todo comenzó como una buena historia policíaca: con una llamada enigmática en mitad de la noche en la que se me informó de que llegaban a la ciudad algunos de los mejores sospechosos habituales del panorama noir español. El año pasado participé como autor invitado, pero esta vez la organización se ha arriesgado a ofrecerme la posibilidad de moderar una mesa llamada ‘Voces oscuras’. Espero poder corresponderles y estar a la altura. Por mi parte, estoy deseando conocer a Benito Olmo, Berna González Harbour, Jesús Tíscar y Luis Roso, autores de contrastada experiencia, con estilos y voces muy oscuras, sí, pero diferentes entre sí. ¿Qué espero de las jornadas? No importa lo grandes que sean mis expectativas, Cartagena Negra siempre las supera con creces. Seguiré aprendiendo de los mejores, eso sin duda. ¡Traten de impedirlo!

P ¿Cuáles son sus armas y métodos preferidos a la hora de matar?

R No tengo un modus operandi predilecto, pero, si tuviese que elegir, me quedaría con las armas blancas porque exigen que el asesino se moje (a veces incluso literalmente). No hay nada más íntimo que una puñalada certera mirando a unos ojos que no comprenden lo que está sucediendo hasta que ya es tarde. Me gusta que detrás de un asesinato se esconda algo que nos supera: un secreto, un callejón sin salida o un motivo tan oscuro que pueda hacer vomitar al propio asesino...

P Ahora una complicada: elija algún personaje real para quitar de en medio y justifique el crimen, claro.

R No voy a gastar mi bala con un ministro porque últimamente no duran mucho. ¿A quién podría matar? ¿Solamente puedo elegir a uno? A riesgo de no ser nada original voy a liquidar al señor Trump. De él, por horrorizarme, me horroriza incluso ese extraño tupé, que por si solo bien merecería la muerte. ¿El método? Aplastado por su propio dinero o catapultado contra su propio muro… ¡No me decido!

P ¿Cómo podemos valorar el papel de la mujer en la novela negra actual?

R Queda todavía mucho camino por recorrer hasta que la igualdad de género sea palpable en la sociedad, pero por suerte, en la literatura, y en particular en la novela negra, han empezado a ganar peso los personajes femeninos, que han dejado de ser meros motivos amorosos o contrapuntos de un díscolo protagonista machito convirtiéndose en personajes complejos, protagonistas en muchas ocasiones. Me vienen a la cabeza Leire en las novelas de Toni Hill, Virginia Chamorro en la serie de Lorenzo Silva, o la genial Lisbeth Salander de Millenium, por poner algún ejemplo. En cuanto a hacedoras de historias negras nada tienen que envidarnos a los hombres, sino más bien al contrario, un gran número de escritoras de talento superlativo como pueden ser Camilla Läckberg, Nieves Abarca, Berna González Harbour, Graziella Moreno o Ana Ballabriga.

P Acaba de publicar Donde lloran los demonios, una nueva entrega de César Giralt, ¿es consciente de que sus lectores han estado aguardando con mucha expectación tras la primera entrega?

R La verdad es que estos últimos meses han sido de locura. Tanto Ediciones Dokusou como yo queríamos tenerla lista cuanto antes, pero finalmente la cosa se nos iba a después del verano. Forzamos la maquinaria en la medida de lo posible para que estuviese disponible este verano, y esto es sobre todo por los lectores. Recibir cada dos días mensajes de los lectores preguntando por la fecha de lanzamiento es algo que jamás me habría podido imaginar cuando empecé a juntar palabras en la Olivetti de mi padre. Estoy viviendo un sueño, sí, y se lo debo todo a los lectores de César Giralt. Espero que Donde lloran los demonios no les decepcione y que la espera haya valido la pena.

P ¿Son más atractivos los asesinos en serie o los asesinos ocasionales para una novela?

R Depende de la trama. Creo que ambos tipos de malos malísimos pueden tener su atractivo. El asesino ocasional suele ser alguien relacionado con la víctima en mayor o menor medida y es interesante ver como alguien normal rebasa los límites de su moral y mata a una persona. En los ocasionales suele haber gran variedad de móviles: para mantener a salvo un secreto, por dinero, un crimen pasional... El asesino en serie, sin embargo, tiene esa aura de monstruo, de error de la naturaleza. A mí me encanta leer sobre el descenso a los infiernos del antagonista, tanto si es un asesino ocasional como un asesino serial.

P ¿Quién ha cambiado más en este tiempo de espera, Giralt o Pedro Martí?

R César Giralt ha cambiado mucho desde La pieza invisible: lleva tres años viviendo con su sobrina y al principio de esta nueva novela lo vemos algo más sosegado, disfrutando por fin de las bondades de la vida. Por mi parte, gracias a Cartagena Negra he tenido la suerte de conocer a algunos de los mejores escritores de novela negra del panorama nacional, y espero que algo, aunque sea poquito, se me haya pegado. Noto que respecto a la entrega anterior, en Donde lloran los demonios hay una evolución en mi manera de contar la historia, pero todavía tengo mucho por leer, mucho por discutir y mucho por aprender. En esta nueva edición del festival me empaparé, una vez más, como una esponja.

P Ofrézcale algún consejo al lector de novela negra.

R A ti, lector, te digo que, como yo, te dejes embriagar por el morbo que tiene tratar de averiguar la identidad de quien apretó el gatillo. La novela negra es mágica, juguetona como ella sola, divertida. Por suerte (o por desgracia) hay una enorme oferta, por lo que seguro que puedes encontrar una historia que te enganche desde el principio. Mi consejo es que, si no es así, no tiene sentido continuar leyéndola. Creo que la función principal de una novela (negra o no) es entretener, y si esa que has comenzado a leer no lo consigue, otra lo hará. Por último, te animo a que vayas a Cartagena Negra del 4 al 8 de septiembre. Te garantizo que no te arrepentirás.