En la ciudad minera de La Unión se celebra cada mes de agosto una cita ineludible para los amantes del flamenco: el Cante de las Minas, un festival que convierte durante dos semanas a este pueblo murciano en la capital mundial del género. Se viene desarrollando desde 1961, y ha conseguido poner en el mapa internacional a La Unión como un lugar en el que detenerse y disfrutar de sus gentes y sus tradiciones, especialmente cuando llegan las noches de verano.

La Lámpara Minera es el codiciado premio que aspiran ganar las grandes promesas del flamenco, para alumbrar un futuro tan alto como las estrellas del firmamento. La Catedral del Cante, ubicada en un magnífico mercado público, es la sede de las galas y de todas las representaciones que se llevan a cabo, pasando por su escenario cada año lo mejor de lo mejor dentro del mundo del flamenco. Se crea así un ambiente festivo en este mes de agosto, en el que aficionados de cualquier parte del mundo ponen rumbo a este enclave cultural y artístico para así empaparse del flamenco y de todo su arte.

La Unión brilla con más fuerza que nunca en este mes de agosto, y los grandes nombres del flamenco se dejan caer por sus calles para deslumbrarnos con su gracia y salero. Renace una ciudad dormida quizás el resto del año, y se levanta con arte y tronío por calles y bares, por plazas y calles; toda La Unión se convierte en una guitarra al son de las palmas y de los tacones, al ritmo de la voz de ese cante minero, de la voz que sale de dentro de la mina, la del sentimiento.

Es La Unión un lugar especial por sus gentes, y por ese talante propio que ha dado a lo largo de los años esa impronta en el hacer, en el esfuerzo ante la adversidad y los elementos como pudiera ser en otros años en los que el sustento venía de bajar al fondo de la mina. Nos mecemos en brazos del cante minero como la taranta, en la que el lamento o el sueño del minero toma forma para dar rienda suelta a su corazón por medio de su boca.

Es la mina la excusa perfecta para enlazar la historia con las diversas formas de cante: la cartagenera, la minera, el fandango minero, el taranto, la murciana o la levantina, distintas formas de expresarse con la voz saliendo del fondo del alma, como si la caja torácica fuera una mina y la boca el fondo de la misma, esa luz que buscaban los mineros al salir del mismo fondo sulfuroso.

Para los niños asistir a las galas puede resultar excesivo, ya que son largas y, al cabo de un rato, empezarán a pedir ir al baño o agua o salirse a la calle, con lo que, las galas mejor sin niños, pero todo el ambiente que se vive allí, a las afueras de la Catedral del Cante, de ese Antiguo Mercado Público, sí es idóneo para vivirlo con los peques, porque lo que no se conoce no se ama, y siendo ellos partícipes de este lugar, aprenderán a conocerlo y, sobre todo, a enamorarse de este pueblo en el mes de agosto.

Los niños agradecen historias, y qué mejor que el propio cartel que nos ofrece este año para hablarles de música, de guitarristas únicos como Vicente Amigo, que nos ha visitado en más de una ocasión, y de la mina, de cómo se trabajaba y se ganaban el jornal las familias bajando a lo más profundo de la tierra. Pepe de Lucía brilló en estos escenarios dejándonos actuaciones memorables.

Podremos encontrarnos con escritores de la talla de Patricio Peñalver, ganador del Carburo de Oro en 2009, que este año ha presentado el libro Crónicas del Festival del Cante de las Minas 1992-2017, una excelente obra que recoge todas sus crónicas a pie de escenario y que han llegado a los confines de medio mundo, siendo testigo a lo largo de los años de toda esa esencia del festival y que ha plasmado trasladándonos con cada palabra a cada actuación, como si estuviésemos allí mismo.

La Unión tiene comercios, bares y restaurantes que hacen su agosto en este mes -nunca mejor dicho...-, pero hay dos locales que tienen mi predilección y recomendación, tanto por el trato como por los productos que ofertan. El más destacado es, sin lugar a dudas, Casa Lloret. Les podemos decir a los niños que les vamos a llevar a una bodega típica en la que hay gorriones sueltos volando por la misma, en una esquina encima de unos toneles hay unas jaulas en las que salen y entran y de allí no se van. Jesús Segura nos atiende al mostrador de su barra, con un sillón de despacho de oficina tras la misma, para estar bien cómodo charlando con la clientela.

Hay que decir que si nos asomamos a la cocina nos encontraremos a una cocinera de la talla de Maria Ángeles, la mujer de Jesús, que cocina los mejores michirones de toda la Región de Murcia. Unas ollas coloradas, de esas de antes, que hacen juego con esa cocina de la que salen unas tortillas de patatas que quitan el sentido; olivicas, tomate partido, empanadillas rellenas... Os lo digo yo, si hay un lugar con estrella para sentarse a la mesa es sin lugar la bodega Lloret. Los niños, cuando van al baño, se encontrarán con una estupenda pecera en la que se pararán un rato.

Como el calor aprieta y más en estas fechas, hay un lugar especial para estar con los niños y es la Heladería Miquel, en la calle Mayor, con un mostrador magnífico lleno de sabores y colores con los que refrescarse en estas tardes y noches de verano. Son heladeros artesanos desde 1952, y ofrecen, sin duda, el mejor sabor de boca para finalizar con un paseo por el Cante, un paseo por el arte, un paseo por La Unión.