Alfredo Sanzol tenía clara una cosa: que su próxima obra se iba a titular La valentía. Así, con este presupuesto bajo el brazo, se presentó en los dos talleres de trabajo que realizó junto a los actores Jesús Barranco, Franceso Carril, Inma Cuevas, Estefanía de los Santos, Font García y Natalia Huarte. Algunos meses después, la obra era estrenada con tremendo éxito de crítica y público en el Teatro Palacio Valdés de Avilés; fue en allá por el mes de mayo, y hoy, tras pasar por escenario como El Pavón Teatro Kamikaze de Madrid, llega a San Javier en la segunda jornada de la 49 edición del Festival Internacional de Teatro, Música y Danza de la localidad murciana.

Se trata de un vodevil «de puertas que se abren y se cierran», un género al que el dramaturgo navarro, dijo, ya le «tenía ganas». Sanzol recibió poco antes de su estreno absoluto el premio Valle-Inclán, que es el principal galardón de las artes escénicas y es, además, el mejor dotado económicamente. Lo eligieron por su trabajo en La ternura, un espectáculo que pudo verse hace hoy exactamente un año en el Auditorio Parque Almansa del municipio, también en el marco del mismo festival.

En esta ocasión, Sanzol reúne en La valentía a tres parejas de hermanos: las herederas de una casa al pie de la autopista; los hermanos Espectro, dedicados a espantar vecinos, y otros dos hermanos que vienen del pasado para alquilar una habitación. «Con esto formamos un enredo en la que ninguno de los seis protagonistas sabe bien qué les sucede con su propia vida», explica Sanzol. Y «¿quién es el valiente? Eso es lo que hay debajo de la función», comenta el director y el creador de la comedia «con la ayuda de sus propios actores».

La valentía es una historia de fantasmas al pie de una autopista -unos del presente, otros del pasado y, los últimos, del porvenir-, pero también una historia familiar, que es otro elemento clarificador de la obra de Sanzol. De hecho, y aunque se trata de una obra coral, La valentía la protagonizan Guada y Trini, dos hermanas que heredan una casa familiar de gratos recuerdos, empañados ahora por una autopista que pasaa cinco metros de la vivienda. La hermana más sentimental, Guada decide quedarse a pesar de las molestias derivadas del constante ir y venir de vehículos, mientras que Trini, más racional prefiere deshacerse de la casa.

En este sentido, la obra tiene algo de autobiográfico, ya que según ha admitido Sanzol, en los años ochenta vio cómo colocaron una autopista frente a la preciosa casa del norte de Burgos donde pasaba sus vacaciones, por lo que considera su última historia como «un regalo para los que han sufrido las heridas que deja el progreso».

No obstante, lejos del drama, la obra deriva hacia la comedia de enredo, con la aparición de Clemen y Felipe, contratados por Trini para que asusten con efectos paranormales a su hermana y la disuadan de quedarse en la casa, y Martina y Martín, inquilinos con los que busca sacar dinero para mantener la casa.

Las tres parejas de hermanos, que coincidirán en el mismo fin de semana en la casa, tejerán sobre las tablas del Parque Almansa un embrollo perfecto plagado de situaciones cómicas que incluyen guiños cinematográficos a títulos de género como El resplandor, Los cazafantasmas y Nosferatu. Además, la escenografía de Fernando Sánchez Cabezudo y Eduardo Moreno resulta decisiva para dar a la casa la importancia que tiene en el desarrollo de la historia, con paredes translúcidas en movimiento y un sofá central que también se desplaza.