El icónico pianista que el mismísimo Miles Davis colocara en el mapa universal del jazz al invitarle a participar en discos imprescindibles como Bitches brew, acudió escoltado por otros dos grandes talentos jazzísticos: el contrabajistaJohn Patitucci y el maestro de bateristas Dave Weckl, una banda capaz de mirar al pasado y el presente del género. Cada uno de ellos destaca por sí solo en el firmamento del jazz y más allá. Da una idea de la excepcionalidad del trío el hecho de que solo han publicado dos álbumes de estudio en 30 años. Lo que empezó como Chick Corea Elektric Band en los 70 se convirtió en la Chick Corea Akoustic Band en 1986.

A sus 77 años , Chick Corea no ha perdido su entusiasmo por la música, siempre dispuesto a tocar, a colaborar, ya sea en nuevos proyectos o en reuniones con viejos amigos, y mantiene su dinámica presencia escénica. La audacia aún está entre sus virtudes. En el concierto, cada músico inspiraba al otro, y todas las piezas tuvieron improvisación.

Nada más salir al escenario, Corea, que tenía a su lado una pequeña mesa de P.A., agarró el micro para con humildad pedir que bajaran la intensidad de las luces y que enfocaran al público. Arrancaron con Morning sprite, un tema latino del primer disco compuesto para este trío por Corea. Las manos de Chick se pusieron a bailar por las teclas vertiginosamente. un jazz inteligente, rico y complejo, pero en absoluto hermético.

En la encantadora siguiente pieza (Japanese waltse), con algunos movimientos rápidos, Patitucci hizo un solo espectacular.

Siguió un viejo standard, That old feeling, compuesta por Lew Brown y Sammy Fain en 1937, que fue presentada por John Patitucci, hablando de la maestría como arreglista de Corea. La línea de bajo llevaba la melodía, y el gran solo de Weckl fue como una tormenta de verano. Luego llegó un standard de Duke Ellington -venerado por Corea-: In a sentimental mood. Empezó lenta, con un extenso solo de piano introductorio que busca expansión entre las conocidas notas, tan bellas y agridulces. La melodía entraba suavemente con las densas notas de John Patitucci, y el trabajo de Weckl a las escobillas contrastaba con su fama de baterista contundente. Cada estribillo sonaba más audaz hasta que la melodía empezó a disiparse en el aire.

Las maravillosas improvisaciones de Corea se integraron bien en un concierto que fue puro jazz, aunque Weckl procede de la fusión y tiene una pegada inflexible. Patitucci es primera clase.

Ya en el tramo final tocaron una sonata para piano de Domenico Scarlatti, en la que Corea expuso toda su musicalidad, melódicamente lineal, con un estilizado tempo de bolero y un exuberante solo de Patitucci: y en el bis, Spain, con la habitual intro del Concierto de Aranjuez al piano, Weckl con escobillas y Patitucci usando el arco, haciéndolo sonar como un violoncello . Tras unos momentos de llamada-respuesta con el público, la velada llegó a su final.

Una lección urgente y sucinta de jazz puro, con generosos capítulos dedicados al relato improvisado. Chick Corea, con ese aspecto de reportero de la guía Pilot, nos despertó los sentidos fibrosos del jazz.

Diálogo intenso

La segunda parte del programa la inició el norteamericano Bruce Barth, uno de los pianistas de referencia de las últimas décadas, que ha sido miembro estable del quinteto del trompetista Terence Blanchard. Ahora presenta su visión personal de la música del grupo psicodélico californiano The Grateful Dead, un proyecto singular en el que Barth lleva al territorio del jazz la obra de una banda mítica del rock de los 60 y 70.

Fue un concierto de diálogo intenso, pero educado y respetuoso, donde sus solos destacan por su poderoso swing, su habilidad para contar una historia y su feraz y seductor sonido. Completaban el trío Stephen Keogh a la batería (en su línea habitual, fantástico tanto en el acompañamiento como en los breaks y por supuesto en los solos) y el inventivo bajista Vicente Archer.

Arrancaron con una placentera pieza a ritmo de vals (Sunday), para seguir con sendas versiones de Grateful Dead (Dark star, Me and my uncle) con notables arreglos jazzísticos, y una composición propia (Afternoon in Lleida) que se abre con una introducción de batería tranquila combinada con un ostinato de bajo que se desliza lentamente antes de servir como grupo de acompañamiento de Rene Marie. Sus finísimas armonías, sus ritmos sincopados y su inventiva melódica fueron un ejemplo canónico de jazz de ley.

Rene Marie dio un concierto inspirado, y a veces profundamente conmovedor. Es una reconocida e impredecible cantante de jazz que, dependiendo de su humor, puede ser caprichosa y juguetona, un minuto sentimental y sexy el siguiente. Dotada de un rango vocal impresionante, tiene una gran variedad de influencias, y muestra su reconocimiento a Betty Carter en algunas de sus interpretaciones. Marie canta sobre su vida, experiencias, sentimientos y convicciones. Si canta un standard, lo hace suyo, y te hace sentir sus sentimientos: abre un canal emocional directo con el publico.

A lo largo de su interpretación, hay lugar para las confidencias (antes de entonar Trying times, mencionó las «dificultades» que tiene su país). El trío la acompañó de forma soberbia, brillando todos y cada uno de los miembros. La cantante aportó también un feeling muy especial; mostró sus considerables habilidades vocales y su lado inventivo, dándole un giro personal a canciones como Trouble of the world, un gospel que interpretara en su momento Mahalia Jackson, y que Rene Marie comenzó con una percusión taconeada.

La despedida (Bruce traducía al espanglish lo que contaba René Marie) fue sobre une excusión al río Colorado navegando en canoa (Colorado river song), que ella acompañó silbando. A sus más de sesenta años de edad mostró su ingenio mordaz, feminidad descarada y destreza vocal, más cerca de cantantes del carácter de Nina Simone o Abbey Lincoln que de las vocalistas que viven en el universo sentimental de los estándares.

El Jazz San Javier dice adiós con incertidumbre respecto a su futuro, tras haber situado, durante un par de décadas, al municipio marmemorense en el mapa internacional de festivales, lo que a todas luces ha significado un gran beneficio no solo cultural sino económico.

Sin duda una gran inversion, El director, Alberto Nieto, ha señalado que esta XXI edición ha sido memorable, con espectáculos de gran calidad, entre los que destaca los de Chick Corea, The Mavericks y Kyle Eastwood, y apunta que han pasado 18 mil espectadores por esta edición. Ojalá se despejen los nubarrones y el ayuntamiento siga apostando decicidamente por este evento que tan buenos servicios ha prestado a la Región.