Ahora que va para los 50, con nueve álbumes publicados en casi 20 años de carrera liderando una banda, no queda ya ninguna duda de que el contrabaiista y compositor Kyle Eastwood no sigue bajo la imponente sombra de su padre, Clint Eastwood. La última prueba es su álbum In Transit, grabado con los músicos que le acompañan en directo: el pianista Andrew McCormack, el trompetista Quentin Collins, el baterista Chris Higginbottom y el saxofonista tenor nacido en Australia, Brandon Allen.

Aunque ganó una valiosa experiencia trabajando en las bandas sonoras de películas como The Rookie, Mystic River o Gran Torino, el mejor legado que Kyle recibió de su padre fue una infancia llena de música, sobre todo jazz, y lo que le trajo aquí fue su lealtad al hard bop, como expuso en su concierto.

Kyle Eastwood lidera una excelente banda de hard bop fresco y crujiente, y él es un buen contrabajista (tal vez algo tierno en sus solos) y, sobre todo, un estupendo organizador de sonidos.

Su actuación estuvo imbuida de elegancia melódica y un constante sentido del ritmo en las composiciones, a menudo colectivas, del quinteto, combinadas con algunas versiones de clásicos intemporales. Piano, bajo y batería formaban una solida sección rítmica, estableciendo una base fuerte que sostenía inventivos solos. El tandem de trompeta y saxo es muy eficaz. Ya sea tocando una línea melódica al unísono o intercambiando solos, ayudan a invocar para el quinteto el sonido y el espíritu de Art Blakey y sus Jazz Messengers.

Rockin ´Ronnie´s, una composición conjunta del grupo en clave hard bop, abrió el recital rindiendo homenaje al célebre club de jazz londinense. Como contrabajista, Kyle Eastwood cumple sobradamente con su cometido, y fomenta el espíritu de grupo. Su música suena con pulcritud, es muy agradable, y tiene la energía que el directo requiere. En su disco In Transit, el quinto, del que tocaron varias piezas, hay variedad, regusto por los sonidos más actuales y sensibilidad, tanta como afecto por el pasado. Alternó acústico con eléctrico (con mucho más brío) y dejó mucho espacio para su acompañantes, sobre todo a los vientos (Quentin Collins en la trompeta -latino en algunas intervenciones- y Brandon Allen, especialmente vigoroso con el tenor), y más aún al pianista Andrew McCormack, con quien tiene además complicidad autoral.

La única cita cinematográfica fue un hermoso arreglo de Eastwood del Love Theme from Cinema Paradiso de Morricone, introducido por el bajo eléctrico, que sustentaba el tenor de Allen, y McCormack al piano.

El concierto terminó con Eastwood ametrallando con su bajo para introducir Boogie Stop Shuffle de Charles Mingus, de sonido ´film noir´. Tras el lastimero tenor de Brandon Allen y la trompeta dulcemente incendiaria de Collin, Higginbotton se sumó con su batería a todo gas, antes de finalizar la velada metiéndole fuego a la pieza. Y se marcharon con otro tema de su nuevo disco, Movin, medio tiempo entre blues y swing que combina un atractivo tema melódico con fluidos solos de Collins.

Eastwood es un músico muy competente que practica un jazz amable. Su quinteto sonó enérgico, y la presencia del saxofonista Brandon Allen llenó de consistencia una velada sin altos riesgos, pero con buenas dosis del mejor mainstream jazzístico.

Funky party

Para la segunda parte, Big Sam´s Funky Nation ofrecieron una auténtica fiesta de funky. Saltaron al escenario con una energía como la que proporciona un buen ´gumbo´, y con un peculiar sonido que mezcla un poco de la vieja escuela y un poco de la nueva: fondo funk, un animado ritmo de swing jazz y una actitud rapera a prueba de balas. Haciendo ruido y tocando unas cuantas canciones de su nuevo álbum, Songs in the Key of Funk, pusieron a todo el mundo en movimiento. Big Sam creció actuando en las calles de New Orleans, y sabe cómo ganarse al personal y mantenerlo atento con la ayuda de su banda. Hizo cantar al público y al final invitó a gente a bailar sobre el escenario con el hip-hop funk de Shake it Fast.

Funky Nation son una auténtica banda de funk (ese díscolo hijo adoptivo del soul y el R&B) tocado con amor y respeto. Además de temas propios, hicieron muchos clásicos del funk con un groove sobre el cual resonaba la sólida voz de Sam Williams (Big Sam, que también demostró dominar el trombón, exhibiéndose a veces en los registros altos) y la trompeta del fantástico Andrew Baham. Pero la poderosa sección rítmica era la que de verdad hacía que los culos se movieran. El bajista también se lució con sus solos; su entendimiento con el batería era total; además mostró su virtuosismo con la técnica del ´pop and slap´, de rigor en los 70 con el bajo eléctrico. Muchos temas contenían fragmentos o citas de clásicos de los Meters, Parliament, Tower of Power, James Brown€, magistralmente combinados. El guitarra y los otros músicos dejaron escuchar sus raíces, y se deslizaban fácilmente de un ritmo a otro.

Unieron, por ejemplo Funkadelic´s Loose Booty con Sly Stone´s Thank You Fallentinme Be Mice Elf Agin, y en algún momento llegaron a recordar a los Beastie Boys

Cuando llegaron al single Poke Chop, aquello fue la locura, con Drew Baham moviéndose por todo el escenario durante su solo de trompeta mientras Sam engatusaba al público de mil maneras con la complicidad del batería, que no perdía ripio, y que estuvo magnífico en la impecable versión de Come Together de The Beatles.

Una mezcla magistral de funk que cautivó al público mientras las potentes armonías del trombón y la trompeta llevaron el groove a otro nivel. Un concierto demoledor. La máquina que hace funk.