Viajar suele ser un placer, pero a veces los trayectos y las actividades propias de las vacaciones de verano pueden ser una pesadilla para los dientes. Más allá del cambio de horario y rutina que puedan aferctar a los hábitos de higiene dental, favoreciendo la formación de caries y enfermedades periodontales, los viajes en avión o el buceo pueden alterar la salud bucodental.

Los cambios bruscos de presión atmosférica pueden ocasionar fuertes dolores en los dientes. En el ámbito facultativo, a este fenómeno se le conoce como barodontalgia y sucede porque el tejido que rodea la corona del diente no se adapta al cambio y presiona desde el interior, provocando un dolor que puede variar entre una molestia leve y un dolor muy fuerte que pueda provocar mareos o la pérdida del conocimiento.

Estos efectos, propios de los viajes en avión o de las inmersiones acuáticas, «suelen ser reversibles de forma espontánea, siempre y cuando los dientes no presenten problemas de caries o molestias previas», informa Manuela Escorial, odontóloga de la Dirección Asistencial de Sanitas Dental. Si hay empastes en malas condiciones o caries profundas, el aire puede introducirse en el interior, y si no se expulsa durante la descompresión, puede ocasionar una rotura de la pieza dental.

Además de esto, el buceo también supone otros riesgos. La Federación Mundial Dental (FDI, por sus siglas en inglés) clasifica este deporte como el segundo que mayores traumatismos orales ocasiona. Esto se debe al conocido ´síndrome del buzo´ que, tal y como explica la doctora Escorial, está asociado al uso de boquillas estandarizadas en los equipos de buceo: «Para poder mantener el dispositivo en boca, el buceador genera un desequilibrio entre su forma de morder y el sistema neuromuscular. Esta situación conduce a un sobreesfuerzo de la articulación temporomandibular y de la musculatura que acaba produciendo dolor y molestias en la función normal».

Al viajar es frecuente recurrir a un estuche de viaje para guardar el cepillo de dientes, pero muchas veces no se utiliza correctamente. Se trata de un elemento diseñado para transportar el cepillo y no para guardarlo indefinidamente. Un ambiente cerrado y húmedo puede estimular el crecimiento de bacterias, por lo que hay que dejar que el cepillo se seque al aire, sin tocar ninguna superficie; esto incluye el lavabo y las zonas colindantes como azulejos, espejos, encimeras, etc.

Además, antes de realizar un viaje se recomienda visitar al dentista, este puede remediar algún problema que aún no se ha identificado y prevenir dificultades posteriores. La supervisión de un profesional es imprescindible en casos en los que se haya realizado algún tratamiento de implantología en las semanas previas. Aun así, «lo ideal es permanecer dos semanas en el lugar de residencia para confirmar que los implantes se integran bien en la dentadura y la curación es buena», comenta la odontóloga Escorial.

El dentista de confianza también puede recomendar algún compañero en el destino vacacional, esto es una buena idea si uno lleva, por ejemplo, implantología fija o se ha realizado algún empaste recientemente. De esta manera, se puede acudir a un odontólogo recomendado si surge alguna complicación, como que se caiga el empaste o se pierda algún elemento del aparato. Si no hubiese ninguna recomendación, se puede recurrir a las opiniones públicas que los usuarios comparten en buscadores y webs. En el caso de estar visitando un país poco desarrollado, es recomendable comprar los utensilios necesarios para la intervención, como agujas, bisturís y otros elementos. «Las medidas higiénicas son imprescindibles para evitar infecciones y otros problemas derivados», informa Escorial.