El acordeonista galo Ludovic Beier, que dejó un magnífico recuerdo en sus dos anteriores visitas en pasadas ediciones del Festival de Jazz de San Javier (la primera fue también su presentación en España), vino con el Montmartre Quartet, pero con otros músicos, y esta vez con un invitado, Pierre Blanchard, que se ha establecido como uno de los más admirados violinistas de jazz de Francia.

El Montmartre Quartet está compuesto por un acordeón y una sección rítmica (piano, bajo, batería), lo que no es tan común. Dentro de esa estructura, se presentó con el pianista Alain Goualch, el contrabajista Gautier Laurent y el baterista Freud Deletre, músicos de técnica limpia, depurada, que navegaron por una amplia gama de estilos de jazz a través de una mayoría de composiciones personales.

Beier es un virtuoso del acordeón, con estilo alegre y vital. Brillante improvisador, de lenguaje inteligente y fresco, es también un notable arreglista. En su estilo están presentes el jazz americano, la noble tradición francesa del acordeón y el cancionero del jazz manouche.

El toque de Ludovic Beier es notable por la precisión y el swing; muestra los temas -con estribillos casi siempre a velocidad diabólica- de manera lúdica y sensible, y utiliza las posibilidades del acordeón para alternar cascadas de notas e improvisaciones de acordes. También ofreció a sus músicos grandes espacios de expresión.

Beier y los suyos mostraron un eclecticismo que fue de Django Reinhart al jazz-rock, de la música de películas (abrió su concierto con Tingad) al pop, y el legado del jazz, del que ha tomado su inspiración: George Duke, Herbie Hancock o Yellow Jackets.

Ludovic Beier no es un acordeonista que toca jazz, sino un verdadero jazzman que toca el acordeón y la acordina (un instrumento híbrido entre el acordeón y la armónica, que no ha dejado de desarrollar y pulir a su estilo bajo la influencia de Toots Thielemans, que sacó por primera vez en el recital para dedicar un tema a su hijo).

El acordeonista galo volvía con una nueva mirada al viejo estilo y con un swing irresistible. Modesto, concentrado en su instrumento, zarandeaba las melodías, acorralaba las notas y disparaba ráfagas de pequeños sonidos puntiagudos como agujas de pino. Hay entusiasmo, pero también sentido de lo que conviene en el instante preciso, y feeling constante, compartido con sus músicos y con el extasiado público.

A mitad del concierto llamó como invitado a Pierre Blanchard, un músico excepcional que saca de su violín un sonido puro y perfecto y una swingeante energía (en los primeros momentos dio la sensación de no estar del todo ajustado el sonido). Es un virtuoso de formación clásica, discípulo declarado del formidable violinista Stéphane Grappelli. Poco a poco fueron entrando en calor con los pertinentes duelos de violín y acordeón, y la asociación produjo algunas maravillas en total armonía.

El repertorio elegido recorrió épocas jazz de Beier, su encuentro con Jaco Pastorius (finalizó con un tema suyo) o Quincy Jones, al que rememora en un tema propio muy dinámico que suena a film noir (Black friday), algunas piezas de Blanchard, pero también sus incursiones en la música brasileña (Panamathan, Fleur du Brasil) y remembranzas de Reinhardt, que no estaba lejos de Ravel y Debussy. Beier le extrajo toda su belleza impresionista mediante la acordina.

Blanchard y Beier, cuyos instrumentos normalmente operan en las fronteras del jazz, destacaron por su ingenio y creatividad. Blanchard tocaba con deslumbrante fluidez y con una técnica improvisatoria llena de matices. Recreaba sin esfuerzo la flexibilidad de Grappelli, añadiendo su toque personal. El conjunto ofreció una de sus aventuras más creativas e inspiradas y el público premió con su aplauso tanto talento, calidez y encanto.

Desde Mordor

«Venimos desde Mordor», bromeó Jon Kareaga, cantante y showman de los Travelling Brothers, que en formación de Little Band, incluyendo metales, presentaban su nuevo disco, 13th Avenue South, grabado y producido en Nashville por Brad Jones. Un disco que se centra más en los sonidos negros, dejando a un lado las vertientes folk o country de trabajos previos, para dedicarse casi en exclusividad a todo un desparrame de soul, blues y ambientes de Nueva Orleans.

Los Brothers le daban al blues en Leioa, ´donde parten los troncos con la mano´, cerca de Bilbao, y se han convertido en referentes del género. Con su Big Band lo petan, y con la Little Band pierden matices pero ganan pegada, y encima tienen la oportunidad de presentar invitados especiales: el espectacular guitarrista neoyorquino Alex Schultz (que ha colaborado en el disco), la maravillosa cantante finlandesa Ina Forsman (rubia despampanante con una puesta escénica espectacular), de las mejores cantantes de blues europeas, y el guitarrista y cantante británico Ian Siegal, el ´chico malo´ del blues. Fue poner un pie sobre el escenario con A better day, sensacional visita al soul sureño, y la temperatura aumentó.

Presentaron un repertorio nada obvio (blues, soul, rock, Nueva Orleans€), sonaron muy conjuntados. Inefable fue la labor del maestro de ceremonias, Jon Kareaga, que recuerda a Gurruchaga (aunque no tan excesivo) al frente se su Orquesta Mondragón. Los Brothers tocaron gumbo (Sweet Corrine, con un fabuloso solo de saxo de Alain), se lucieron con el neoswing vía Michael Buble (As Good As It Gets), tiraron del country and western del tío Ray (Oh my river), y presentaron sus credenciales con soul de Louisiana (Better Day). Canciones variadas y colocadas en buen orden, e invitados internacionales tan competentes como Alex Schultz, que legó unos solos de blues de quitarse el sombrero. El bluesman Ian Siagal salió a relucir sus galones con blues cañonero (destacó en Gallo del cielo, que alude a los ´espaldas mojadas´), pero fue la cantante finlandesa Ina Forsman quien consiguió acercar al público al foso con su poderosa voz bluesy a lo Tina Turner y su contoneo sexy sobre unos zapatos rojos de tacón.

Jon Kareaga regresaría en el bis acompañado del teclado, al que se sumó más tarde Siagal y el saxo, que apareció desde la grada para cantar What A Wonderful World. Finalmente, salieron todos los miembros de Travelling Brothers Little Band para despedirse con Midnight Train, en una ceremonia de pasión por la música negra.