Queridos amores, os escribo desde la Roca Marina de Léucade. Me voy a suicidar, arrojándome desde lo alto del acantilado. Dirán que el amor de un poeta esquivo me ha impelido a ello. Pero no sé si es verdad. ¿Merece la pena matarse por un amor desdeñoso? ¿Por cualquier hombre? No sé si amé más hombres que mujeres en la vida. No los conté. Ni en la totalidad, ni en las partes masculina y femenina. Lo que más me gustó fue escribir, que, desde siempre lo vi perdurable. Entregarme a los placeres de Afrodita fue para el cuerpo. Y el cuerpo comete la traición de envejecer. El espíritu, al contrario. Os dejo mis versos, que serán eternos. Y seguirán frescos por miles de años. No me envanezco por ello. Me arroje o no me arroje al bravío mar, Safo morirá a aquí. Aunque su cuerpo continúe andando. Me llevo la piel de mis amadas, el vigor de mis amantes, y la cadencia de todos mis versos. En adelante, haré pacto con el tiempo, que me injuria con la decadencia. Seré otra.

Le doy esta postal a la última de mis amadas para que la entregue a los correos helenos. Segura estoy de que os llegará. Dejad que el amor os venza siempre.