El maratoniano concierto que Pat Metheny ofreció fue un verdadero acontecimiento. Rastreó en su considerable catálogo (parte del cual no había retomado en años) junto a su nueva formación -el pianista Gwilym Simcock, la bajista Linda May Han Oh y su fiel batería Antonio Sánchez- para revisar caminos ya transitados. Hubo grandes éxitos, baladas acústicas con el público en total silencio, temas boperos, estallidos de guitarra sintetizada y momentos en solitario o dúo. Más de dos horas y media, con mucha diversidad de estilos y arreglos; el público encantado. Poco importó a los asistentes que, por la ´naturaleza´ de este concierto no se permitiera utilizar teléfonos móviles, ni fotografiar ni grabar a Metheny.

Vestido con su sempiterna camiseta de rayas, deportivos y vaqueros, huyendo de protocolos, salió al escenario y abrió con la habitual ´Into the Dream´, interpretada en solitario con su guitarra Pikasso customizada de 42 cuerdas, que crea una variedad de sonidos impresionante, emulando desde armónicas a bajos, sonando a veces como un arpa o un salterio.

La transición de solo a cuarteto fue instantánea, como si todos hubieran estado tocando desde la primera nota del concierto, cuya mayor parte consistió en material de la primera época del guitarrista: piezas de los 70 y los 80 como ´So It May Secretly Begin´ o ´Bright size of life´, cuando dirigía el Pat Metheny Group junto con el pianista Lyle Mays. 3 o 4 de aquellas piezas más tarareables sonaron al principio del concierto, que luego se extendió a temas de los distintos grupos y grabaciones de Metheny con Holland o con John Scofield: en general, la parte más jazz de su carrera, y le va muy bien a su banda actual -jóvenes talentosos que crecieron con su música-. El pianista demostró estar sobrado de recursos, aunque al principio era inaudible. Linda Oh permanecía atenta y receptiva al bajo, y Sánchez, técnicamente inmaculado en su poderío, sabe reducir el nivel de energía cuando lo considera necesario. Complementan a la perfección los múltiples tonos de la guitarra.

A lo largo de la velada, Metheny variaba el ritmo y la dinámica, combinaba solistas y conjuntos. Simcock fue protagonista en la alegre y armoniosa ´Better Days Ahead´, seguida casi sin pausa por la balada ´Always and Forever´, con papel prominente de las escobillas. ´The Red One´ la tocó Metheny con su fogosa Roland sintetizada, en contraste con las delicadas baladas que siguieron, aderezadas por Simcock al sintetizador.

Cuando por fin Metheny presentó a la banda, se dirigió al público mostrándose encantado de estar nuevamente en Jazz San Javier, y confesó disfrutar tocando temas antiguos. El guitarrista de Missouri prefiere considerar su obra como una pieza continua que sigue desarrollando; tiene sentido, considerando que su estilo es una mezcla de diferentes subgéneros bajo el gran epígrafe del jazz.

Cada miembro de la banda sobrepasa las expectativas para asimilar el estilo Metheny. Aunque Gwilym Simcock no es Lyle Mays, su interpretación al piano de algunos clásicos no desmerece en absoluto, y a la vez les da un giro de frescura. Antonio Sánchez lleva con Metheny desde 2002, y quedó claro por qué sigue siendo su batería después de tantos años. Es capaz de cambiar del estilo de jazz clásico a rock en un instante. Y es digna de apreciar la capacidad de Linda Oh para seguir a Metheny, pero tampoco es que añadiera nada especial por sí misma.

En cuanto al propio Pat Metheny, demostró una vez más su maestría única. Parecía actuar como una especie de director de orquesta, proporcionando las claves que marcaban el camino a los otros músicos, con cualquiera de sus guitarras customizadas, que parecen cantar, incluso gritar.

Las últimas piezas fueron duetos con otros miembros de la banda (´Change of Heart´, con Linda Oh, ´Phase Dance´ con Simcock, y ´Question and answer´ con Sánchez).

Pero no acabó ahí la cosa. Pat, sudoroso pero aún lleno de energía, regresó para un extenso medley acústico en solitario, casi otro mini-concierto, que incluyó ´This is not America´ y ´Last Train Home´. Lamentable el murmullo de fondo del bar mientras Metheny, concentrado, hacia un solo intimísimo. Y ya metidos en quejas, se podría habilitar la limpieza de los asientos del público antes de cada sesión.

En el segundo bis, Metheny utilizó de nuevo la Roland sintetizada, en una efervescente ´Song For Bilbao´ con todos sobre el escenario.

Claramente Metheny disfrutó revisando viejos temas, y, en cierto modo, reimaginándolos con su talentosa banda. Sánchez sigue siendo el punto de apoyo del guitarrista, que se alejó poco de su zona de confort. Quizás después de 43 años en gira con música nueva cada vez, Metheny ahora quiere relajarse. Su catálogo le basta para seguir siempre así si quiere -como de hecho hacen otros-. Alguien tan incansablemente creativo tendrá seguramente nuevos proyectos, pero, por ahora, esta retrospectiva, con esta banda, es un gran show.

Magnífica velada que combinó lo complejo con lo directo y lo abstruso con lo lírico, para disfrutar del inmenso talento de unos músicos extraordinarios.