Nacho Vegas está de vuelta cuatro años después de Resituación, y casi tres desde su epé Canciones populistas. Lo hace con Violética -guiño a Violeta Parra-, un álbum que contiene dieciocho cortes «para antes de un atardecer en el mundo» y que estrena y presenta este viernes en el Auditorio Regional.

Un disco largo, aunque por motivos diferentes a los que finalmente han llevado a estas canciones a ser distribuidas en su formato físico como doble CD y triple elepé. En un primer momento, su referente era el doble álbum de Vinicio Capossela Canzoni della Cupa, en el que nombra a cada uno de los discos con los títulos Polvore y Ombra, respondiendo a la diferencia conceptual entre uno y otro. Nacho Vegas trató de ordenar las canciones basándose en dos conceptos que se encontraban en el fondo de casi todas ellas, y que consideró fundamentales: la ternura y el amparo.

Tomando dos versos de poemas de Raymond Carver, hizo dos listas con el repertorio, y las tituló El don de la ternura y La necesidad de amparo. Finalmente el álbum tendría un único nombre propio, Violética. Vegas lo veía como una obra dramática -tragicómica, más bien- que podía interpretarse en uno, dos o tres actos dependiendo del formato. Un álbum, unas canciones, la ternura, el amparo y otros materiales de los que está hecha la vida: «y además el mecanismo del que dispongo para no hacer saltar la mía por los aires», escribe el curioso cantautor.

Inicias gira en Murcia. ¿Una puesta a punto con la banda?

Sí, con la banda y con el Coru Antifascista Al Altu La Lleva.

¿Salís todos de gira?

Sí, de momento tenemos presentaciones en Murcia, Madrid, Barcelona..., a la altura de lo que es el estreno de un disco, después de unos cuantos años sin publicar.

Por cierto, ¿te ha costado mucho juntar de nuevo a tu banda después del éxito de León Benavente?

No, la verdad es que nos arreglamos bastante bien. Compartimos oficina, y como somos muy amigos, vamos gestionando los tiempos. A ellos, ahora que venían de una gira larga en la que quedaron bastante exhaustos, pero muy contentos, también les apetecía meterse a grabar un disco. De alguna manera, delegan parte de la responsabilidad en mí y pueden tomárselo con más calma, y tienen tiempo para preparar su próximo disco. Yo soy el primer fan de León Benavente y el primero que quiere verlos disfrutar de sus canciones.

«Toda mi vida es amarga». Así arranca El corazón helado, la canción que abre el disco El corazón heladoViolética

Sí, hay dolor. Pero también hay celebración, y lucha, crímenes, amor, desamor..., hay sentimientos extremos, que creo que son los más propicios para estar en el germen de la canción. Son aquellos que te hacen cuestionarte las cosas que te hacen sentir más vivo. Cuando el amor, o el sufrimiento, es más extremo, es cuando te planteas por qué suceden las cosas, por qué tienen sentido o dejan de tenerlo, por qué todo es un caos y por qué falta armonía en este mundo, y esto es lo que hace que necesitemos de canciones. Es tratar de entender un poco todo esto.

¿Cuántas canciones llegaste a registrar? Dieciocho aparecen finalmente; un triple disco como el Sandinista de los Clash.

[Ríe] Sí. Registramos 22 canciones. Tenía mi repertorio de 24, 26, pero hice una criba antes de llegar al estudio y grabamos 22. Al final, algunas canciones de las que no están incluidas en el álbum tendrán vida por otro lado en un futuro epé o en otro formato diferente, porque hay una canción en concreto que estamos mezclando ahora que va a tener sentido dentro de una campaña de Ecologistas en Acción, que cumplen 20 años, y quiero acompañarles grabando una canción para ellos. Las otras canciones tendrán otra vida, pero al final fueron dieciocho; y fueron ellas las que me dijeron que tenían que estar en el álbum, y de esa forma creo que el álbum quedaba equilibrado, y yo no tenía como objetivo que fuera tan largo, no era un capricho, pero al final necesitaba hacerlo, si no cojea por algún lado.

¿Qué disco te planteaste hacer después de Resituación y Canciones populistas?

La verdad es que, como siempre que me enfrento a un disco, no tenía muy claro cómo hacerlo. Precisamente los discos para mí no son un fin, sino un medio, una manera de intentar ordenar el repertorio, que tiene que pertenecer a un momento determinado. Cuando me di cuenta de que el repertorio era extenso y que el disco podía ser largo, el álbum que tenía en mente era Canzoni de la Cupa, de Vinicio Capossela, un disco que escuché mucho el año pasado y que además era un disco doble en el que cada disco estaba ordenado conceptualmente, y esa era mi idea inicial, aunque al final la secuencia de mi disco respondió a otros criterios... Tal vez se pareciera más al Abattoir Blues/The Lyre of Orpheus de Nick Cave.

¿Cómo has ordenado finalmente las canciones?

Siempre pienso que algún día haré un disco realmente conceptual, pero al final acaba siendo un repertorio caótico y desordenado; afortunadamente, al final son los discos los que van ordenando las canciones, y todas tienen algo que las une. Cuando me planteo secuenciar un disco, lo único que intento decidir es qué canción tiene que abrir el álbum, qué canción tiene que cerrarlo, y qué canción tiene que estar de alguna manera hacia la mitad del álbum articulando las dos mitades que pueda tener el disco y, en base a esos tres puntos cardinales, digamos que decido el resto de temas que van ordenando en torno a ellos.

¿El título ´Violética´ tiene que ver con Violeta Parra?

Hay un guiño. Una de las cosas que admiro de ella -entre la gran cantidad de aspectos que admiro de su obra- es el uso que hacía del lenguaje, de la prosodia. Ella cambiaba la acentuación de las palabras como un recurso estético, algo que muchas veces los letristas detestan. Dicen que un buen letrista nunca debe cambiar la acentuación de las palabras, pero creo que Violeta Parra demuestra que se puede hacer de manera genial. Incluso tiene una canción, Mazúrquica modérnica, en la que todas las palabras las convierte en esdrújulas; entonces pergeñé su nombre también en esdrújula, pero no quiero tampoco que se piense que es un disco dedicado por entero a su figura.

A lo largo de tu carrera, y también en este disco, encontramos bastantes canciones que están barnizadas con tu tierra. ¿Tenías intención de continuar ese camino de la canción popular en este disco?

A mí siempre me interesó lo de recuperar el cancionero tradicional asturiano y actualizarlo, y he seguido haciéndolo en directo con varias versiones. En este caso rescato la versión de Aida, recogida del grupo Xana -aunque luego la desarrolle a mi manera-, y en directo interpretamos unas cuantas más que no llegamos a grabar porque tenía repertorio propio suficiente.

Aida es una canción triunfante, que habla de una mujer asturiana revolucionaria. ¿Tienes necesidad de hablar del entorno cercano?

Sí, es necesario saber de dónde vienes para intentar llegar lo más lejos posible. Creo profundamente, cuando hablamos de cultura popular, que uno tiene que mirar a lo que tiene cerca, a lo que pertenece a su tierra, donde creció..., a todas esas canciones, esos códigos, esos referentes culturales que te acompañaron en esa época en la que uno lo absorbe todo, que es la niñez y la adolescencia, y de este modo puedes aprender mucho y llegar a tener una gran amplitud de miras.

En este disco participan María Rodés, Cristina Martínez, y Cristina Rosenvinge poniendo voz a Maldigo del alto cielo, de Violeta Parra. ¿Cuál es tu posición respecto a la revolución feminista?

Ha sido una gran lección la que viví el 8 de Marzo. Yo estaba en la retaguardia, intentaba hacer de retén ayudando, intentando hacer de avituallamiento, a las compañeras feministas que salían de piquete, y creo que una movilización tan grande nos dio la clave. La izquierda llevaba ya tiempo preguntándose por qué se había perdido la calle y cómo recuperarla, y creo que el feminismo se ha revelado como verdadero eje movilizador; el feminismo con perspectiva de clase. Creo que si hay una vía rupturista, una vía de cambio que sigue siendo absolutamente necesaria, pasa por el feminismo. Es el movimiento emancipador que tiene que estar en cabeza de los cambios sociales.

Tú, Nacho, ¿te sientes como Billy Bragg o como Phil Ochs en cuanto a compromiso?

Salvando todas las distancias, son dos artistas que admiro mucho, y otros artistas como la misma Violeta Parra también decidieron asociar su compromiso político a su trabajo. Yo hace ya unos cuantos años decidí de forma explícita asociar mi trabajo a mi compromiso político y a un posicionamiento explícito, pues, aunque antes también lo hacía, había muchos menos espacios comunes para la música y el debate político. Ahora sí los hay. Para mí los compromisos en la vida son lo más importante: con el trabajo, con las relaciones afectivas..., y el compromiso político también, desde luego. Son los pilares de la vida y me gusta que vayan de la mano.

«Ideología en Benicasim, Gandía, Barcelona y Benidorm, ideología dentro del Mad Cool, y en el Festival Aéreo de Gijón?» ¿Qué relación estableces aquí?

Hoy en día vivimos una hegemonía cultural que Alberto Santamaría, un gran ensayista y poeta, llama «la despolitización del gesto cultural». Actualmente, los focos donde se representa la cultura son los macroeventos, patrocinados por marcas y llenos de ideología consumista e individualista, aunque aparentemente no se metan explícitamente en política; pero en realidad es una despolitización falsa, porque hay cierto tipo de ideología que envuelve todo esto, y que hace que todo funcione para beneficio de las marcas. Y ahora algunos patrocinadores han adoptado una posición bastante reaccionaria respecto a lo que está ocurriendo con los músicos, que algunos están siendo incluso encarcelados. Es preocupante, pero hay excepciones y un montón de gente preocupada por esto. Ahora se están poniendo las cartas sobre la mesa, y espero que todos actuemos en consecuencia y con un compromiso mutuo para poder hacer de la escena musical algo sano y realmente independiente, con la capacidad de juzgar al poder, no de ser juzgado por el poder, que es lo que está pasando ahora.