Toda ruta nos lleva a alguna dirección, todos los pasos siguen un camino. Esta semana os llevamos a un lugar muy cerca del mar, desde el que se divisa tanto la bahía de Cartagena como la Azohía: nos vamos a la Batería de los Castillitos, en Cabo Tiñoso, Cartagena. Una zona estratégica con el mejor tesoro que nos podamos encontrar: unas vistas espectaculares.

La carretera que nos lleva a este destino, si es desde Cartagena, es la que conduce a la Azohía y nos hará pasar por curvas en las que al bajar la velocidad del coche, nos vamos a detener en apreciar y observar todo ese entorno en el que nos envuelve el camino.

Hay un precioso mirador antes de llegar a esa salida, la que conduce al Caserío de Campillo de Adentro -la que nos lleva hacia la Batería de los Castillitos-, que es realmente precioso al caer la tarde, por la luz del sol. A eso de las siete de la tarde el cielo parece conjurarse en el ambiente, creando una atmósfera realmente bella; por lo que si sobre esa hora estás de vuelta, no dudes en hacer una foto con el mar de fondo. Se divisa la Azohía al fondo, como una verdadera postal para el recuerdo.

Recordad que por esta zona apenas hay bares o restaurantes, pero sí hay una parada recomendable antes de llegar a la batería. Es el Bar Cantina, en el que puedes parar a tomar algo sencillo, comprar agua y refrescos o encargar algo para comer, así como tomarte un café sin problema con los peques, ya que tienen un pequeño atrio vallado en el que los niños pueden jugar sin peligro.

Cuando llegas, que parece que el camino no acaba nunca -o que bien con tanta curva no se llega a ninguna parte-, lo primero es el aparcamiento, porque es complicado pero no imposible. Si llegas a primera hora tendrás sitio seguro y si vas a partir de las cinco de la tarde para ver la puesta del sol, aprovecharás que mucha gente ya va de vuelta; pero en general podrás aparcar.

Y llega la sorpresa. Ante esas espectaculares vistas a izquierda y a derecha sólo se puede decir desde esa altura a la que llegamos que cómo es posible que algo tan bonito, tan diferente y tan enrevesado en su construcción haya llegado hasta aquí. Pues cosas del destino militar, ya que su función era la defensa de la entrada a la base naval de Cartagena.

Impresionan los dos cañones que nos vamos a encontrar, ya que podían tener un alcance de 35 kilómetros de distancia, y eso nos dará una idea de que no se andaban con bromas con dicha batería de defensa; así que Cartagena estaba resguardada gracias a esos potentes cañones de fabricación británica.

Es importante llevar linternas, el móvil cargado con batería y memoria para hacer fotos. Si alguien está pendiente de los peques, puedes desconectar con el viento soplando sobre tu cara, ponte los auriculares y pasea, camina, siente y carga las pilas y la energía con la música que más te haga tocar el cielo, porque el lugar y la ocasión lo hacen propicio y adecuado.

Hay que extremar el cuidado con los peques por las zonas en las que nos movemos. Recordad que hay acantilados y los niños -como se dice coloquialmente-, en corto, cerca de nosotros, para evitar resbalones o sustos. La construcción de la batería es similar a un castillo lleno de almenas y torres, con pasadizos y algunas zonas en las que es evidente que no hay que pasar, por el estado de deterioro, pero en otras zonas no supone problema andar por allí.

Si el día es de viento, no os lo recomiendo porque allí atiza fuerte, así que elegid un día que no sople demasiado para que la visita en esa altura sea, sencillamente, perfecta.

Mucha gente aprovecha este entorno para hacer fotos de comunión; estamos en época, pero guarda en tu retina ese instante que nos depara esta tierra de contrastes y con cada paso intenta que quede en eso que llevamos a cuestas que es la mochila emocional. El mar siempre nos invita a ello, a mirar en la lejanía y respirar hondo. Este lugar, con finalidad defensiva en sus inicios, ha quedado ahí como lugar de visita; que sea al final defensa pero para uno mismo, y para seguir el camino que nos depara la vida día a día.

Ya de regreso, cuando dejemos atrás la carretera de Campillo de Adentro, veremos ese mar de plástico junto al mar, que es el que conforman las grandes extensiones de invernaderos. Es importante que los pequeños se queden con cada franja de color y cada trazo que deja la estela de los invernaderos y su relación con el cultivo que allí se produce.

Tras esa mirada al horizonte, la vuelta en el camino nos podrá poder poner mayor atención en cómo son las carreteras regionales secundarias, para que en esa lentitud ante las curvas apreciemos la tipología de viviendas rurales, los núcleos de población y el cultivo del almendro.

Tú decides qué camino es el mejor, pero siempre en conexión con tu yo interior, con la naturaleza y con los más pequeños. La vida se ve distinta cuando miramos hacia lo lejos, al inmenso horizonte que se abre a nuestro paso con cada día que amanece. Feliz viernes y feliz fin de semana.