En un escenario casi vacío, Blanca Portillo y José Luis García Pérez recrean la Varsovia de los años cuarenta. Lo hacen con El cartógrafo, una obra escrita por Juan Mayorga a partir de un viaje que realizó a la ciudad polaca, y donde, más allá de una piedra ennegrecida, fue incapaz de encontrar señal alguna del gueto que años antes había existido en el lugar. Su experiencia, transformada ahora en una reflexión acerca del dolor y el recuerdo, se representará mañana sobre las tablas del Teatro Guerra de Lorca, donde una mujer llamada Blanca hallará una leyenda que les enfrentará al despiadado olvido.

En El cartógrafo, Portillo y García Pérez asumen el reto de representar solos a los doce personajes que aparecen en la obra. La veterana actriz insiste en que tanto ella como su compañero de reparto se han esforzado por ser «transparentes» para que prevalezca el mensaje, y asegura que esta camaleónica apuesta tiene sentido y lógica dramatúrgica.

La obra transcurre en dos épocas. Una, la Varsovia de posguerra. Una niña atrapada en el gueto decide trazar un mapa del mismo con la ayuda de un anciano cartógrafo. La otra, en la misma ciudad en la actualidad. Una mujer acompaña a su esposo destinado en la embajada y emprende la búsqueda de ese mapa legendario. «Un mapa es un artificio que da visibilidad a algo escondido y tiene más calor cuanto menos evidente es lo que desvela», señaló Mayorga durante una de las presentaciones de la gira.

Este mapa en concreto es un mapa de un lugar en peligro, con 400.000 condenados a muerte confinados en su interior. El autor cree que sólo un niño podría haber sido capaz de una tarea «descomunal» como su trazado. Aun así, «es una obra que habla de lo oscuro pero que tiene una luz permanente, porque hay gente que lucha», asegura. Y los que luchan no solo contribuyen a paliar el olvido sino que acaban descubriendo su propio mapa personal e íntimo.

Como advertencia previa para el espectador, el equipo creativo de El cartógrafo no oculta que se trata de una función «exigente con el espectador», pero que a cambio ofrece «acción, emoción, poesía y pensamiento».