Ni cigarreras ni toreros. Más de un siglo después de su estreno, la propuesta que ahora hace Víctor Ullate de la Carmen de Bizet trae a la protagonista a la actualidad y la sitúa en una nueva dimensión de lujo y glamour: una modelo de alto nivel que por las noches se convierte en escort. La esencia de la historia, sin embargo, se mantiene intacta, según el coreógrafo Víctor Ullate, cuyo ballet llega mañana al Auditorio Víctor Villegas de Murcia con esta reinterpretación, que introduce como novedad el personaje de la muerte como hilo conductor.

¿Cómo es la Carmen de Víctor Ullate?

Es una Carmen muy actual, futurista, fuera del uso, diferente al resto. La esencia es la misma: el desamor, el amor, los celos..., pero ha cambiado totalmente la historia porque esta Carmen es una modelo de alto standing que trata de liberarse por la noche. En una frase: Hace lo que le da la gana. Un hombre puede hacerlo, ¿por qué no una mujer? También tiene momentos muy divertidos, de la mano de las amigas de la protagonista, dos travestis, dentro de que se trata de una tragedia. Además, la muerte está muy presente, como algo ineludible. Pero sobre todo el mensaje gira en torno a la libertad de ser humano: No por sus acciones ya tenemos que catalogar a la gente.

¿Qué dicen los más puristas de esta Carmen, como usted dice, futurista e inusual?

La acogida está siendo espectacular. Siempre hay que romper y hacer cosas nuevas. Por mucho que digan los puristas, tienen que entender que formamos parte del siglo en el que estamos, que todo evoluciona y que no podemos estar haciendo siempre lo mismo. Es cierto que siempre me decían que tenía que hacer Carmen y que yo siempre me negué porque no quería hacer lo mismo: los toreros, las cigarreras... No me interesaba porque todo el mundo ha hecho una Carmen. Había que hacer una Carmen diferente, fuera del uso, transgresora.

¿Tan transgresora como usted como coreógrafo?

Renovar o morir. La compañía se caracteriza por su forma de hacer, muy actual. Todas mis coreografías llevan ese sello de modernidad, de actualidad. No son coreografías en las que digas: «¡Uy, cuanto polvo tienen!». Y por eso también llegan más al público, porque son historias que también ocurren hoy y a las que hay que dar innovación y aportar otras ideas. Es verdad que hoy contamos también con la tecnología para esto. En nuestra Carmen tenemos una grabación, realizada por Eduardo Lao, que es como una película. Este es un gran espectáculo, con un vestuario de Güell también espectacular. En ballet todo es importante: el vestuario, las luces, la escenografía... Y la gente sale alucinada porque la coreografía es también un poco atrevida.

¿Cómo ha sido el proceso creativo de este montaje?

Ha sido fantástico. Yo me fui unos días a descansar a la isla La Graciosa y allí, solo, fue donde se gestó Carmen. Luego, cuando llegué a Madrid, lo primero que hice fue hablar con Eduardo [Lao] y nos pusimos manos a la obra. Ha sido espectacular porque cuando el escenógrafo, el compositor, saben muy bien lo que quieres hacer, y los bailarines se entusiasman, todo fluye. Además, disfrutas de lo que haces y de esto se trata en definitiva: de disfrutar y no de hacer por hacer.

¿La danza ocupa el lugar que merece dentro de la cultura de este país?

Como todo. Es que el país está muy revuelto. No tiene lugar, lógicamente. Nosotros estamos ayudados por la Comunidad de Madrid, a la que estamos muy agradecidos, pero no estamos apoyados al cien por cien. Esto no es un hobby, pero tampoco es un negocio. La danza tiene futuro porque es bellísima, es soñar, es pasión, es color... Es como una droga. No hace falta entender de danza para disfrutar con ella; solo hay que dejarse llevar por lo que estás viendo. El problema es que, al no haber una educación artística, a la gente le da reparo ir al teatro, pero en cuanto la ve, le gusta. En cualquier país de Europa los niños van cada semana al ballet, al teatro... Y esto hace de ellos adultos que aman y respetan el arte.

Ahora está muy centrado también en la Fundación para la Danza que lleva su nombre.

Es algo que me apasiona. La fundación ayuda a familias de poder adquisitivo bajo a que sus hijos tengan la posibilidad de tener una carrera en danza y también a los niños que están en centros de acogida. Y ahora queremos hacer la Gran Casa de la Danza, donde los niños puedan estudiar, comer, dormir, bailar... Así que hago un llamamiento desde aquí a todos los que quieran colaborar, aportando dinero o apadrinando a un niño.