Ya van más de cien años desde el día en que nació Juanito Valderrama, uno de los artistas más queridos y respetados de este país. Sin embargo, será mañana cuando los murcianos vuelvan a tener la oportunidad de ver revivir su legado en el Teatro Romea de Murcia de la mano de su hijo, Juan Valderrama, con Bajo el ala del sombrero, el espectáculo teatro-musical que rinde tributo a la desconocida historia que hay detrás de este genio.

Todo comienza en 1916, donde un niño con una voz prodigiosa sueña con llegar a convertirse en un gran artista, coincidiendo con episodios fundamentales de nuestra memoria histórica: dos repúblicas, una guerra civil, una dictadura, la transición y la democracia. Para ello, Juan Valderrama rescata materiales inéditos del archivo familiar y cuenta esa parte de su padre de la que el público no tiene conciencia. La obra está dirigida por Pepa Gamboa, con la producción de Kompetencia Records.

¿Qué podemos encontrar 'bajo el ala del sombrero'?

Encontramos un repaso a través del corazón de Juanito Valderrama, un recorrido a la historia del XX; una historia de lucha y superación, con sus luces y sus sombras. Más que una obra de teatro, es un espectáculo musical, y no solo de él, ya que también aparecen otros artistas. Se habla, por ejemplo, de la historia de cómo conoció a Miguel de Molina en Madrid, en 1954, cuando este era botones en un hotel. Es un espectáculo en el que interactúan el cante y el baile. Poder llevarlo a cabo ha despertado en mí un inmenso orgullo, tanto humana como artísticamente. Quiero que la gente conozca al verdadero Juanito Valderrama, porque no solo es ese hombre simpático del sombrero al que la gente veía.

¿Qué pretende transmitir sobre él con esta obra?

No trato de revalorizar su figura en sí, más bien quiero dignificarla. Juanito Valderrama encarna la figura del artista español de la época; aquellos que se expresaron desde la lucha, ya que vivieron la Guerra Civil, y también la transición. Él, al igual que otras figuras como Lola Flores o Carmen Sevilla, fue tratado como un juguete roto, el mundo del flamenco le dio la espalda. En cierto modo, es una persona que encarna la historia de todos nosotros y muere aún con las botas puestas.

¿Narra la vida de su padre o se pone en su piel?

Yo no hago de Juanito, en ningún momento se me ocurriría intentar imitar la figura de mi padre. En la obra hago de narrador y cuento con materiales muy interesantes, como proyecciones de fotografía y cartelería antigua, entre otras muchas cosas. Pero aún así, la historia y la música son los elementos que más fuerza poseen en la representación.

¿Llevar a cabo este proyecto ha supuesto un gran esfuerzo para usted?

El esfuerzo físico, en cuanto a trabajo, ha sido tremendo. Pero emocionalmente, llevar a cabo este proyecto ha sido para mí como volver a acercarme un rato a mi padre. Incluso estando él con vida, puedo decir que me emocionaba al entrar por la puerta de casa y verlo sentado en el sofá. El hecho de recordarle es doloroso, pero también es como volverle a tener en una tarde de café. Resulta terapéutico.

¿Le gusta que la gente le compare con su padre?

Me parece absurdo. Soy otra persona, he nacido en el 72 y tengo otro registro. Cuando tratan de criticarme me comparan con él, porque es cruel someter a alguien a la comparación con su padre cuando este ha sido una estrella. Para los hijos de los grandes la leyenda de sus padres da vértigo. Y es que cuando a un cantante flamenco se le compara con Juanito Valderrama, sale malparado... Él empequeñece a cualquiera. Era mejor que el mejor que hay ahora.

¿Qué importancia tuvo la música de su padre en aquellos momentos clave de la historia de España?

Juanito llevó alegría a España en un momento muy crítico. En tiempos del Franquismo, es decir de censura, él cumplió con creces para el panorama que se sucedía. Amaba tanto el flamenco que contribuía a promoverlo. Su absoluta generosidad se podía apreciar cuando intentaba ayudar a nuevos talentos, a los que mostraba a la gente tal y como él los veía. Otros artistas son envidiosos y quieren el fracaso de quien promete, y esto es algo que también le hicieron vivir a él de joven.

¿Ha hecho teatro antes?

¡Ni en el instituto! Yo era muy cobardica y miedoso, demasiado tímido como para esto. He sido un poco tardío a la hora de ponerme de cara al público, me hice profesional con 30 años, y esto también es algo que le debo a mi padre. Un amigo mío guitarrista se empeñó en que grabara una maqueta, y a mí ya me gustaba componer. De modo que me metí en un estudio y grabé 17 piezas para la misma. Un día mi padre me escuchó y le revelé que había hecho este trabajo; él se quedó sorprendido y su reacción fue una mezcla entre seguridad, alegría y estar cagándose en mí. Tuvimos una conversación seria acerca de por qué nunca se la había enseñado. Yo era su mozo de espada, su hombre de confianza y su chófer; antes lo fue mi hermano mayor. El me dijo: «Si no lo intentas, nunca vas a saber qué pudo ser de ti, te quedarás siempre con la pena en el alma? Yo tuve los cojones para hacerlo». Si no hubiera sido por mi padre, yo no habría llegado a nada. Me daba pánico.

¿Tiene proyectos para el futuro?

El próximo gran proyecto que tengo me lo ofreció el director de orquesta José Luis López Antón y va a ser interpretar un repertorio de copla y zarzuela acompañado de la orquesta sinfónica de Nueva York. Si mi padre supiera que voy a ensayar con 90 músicos me diría que qué valor. Tenemos planeado comenzar en la próxima temporada de invierno y aún tengo que pensar el nombre que llevará la obra. ¡Si se te ocurre alguno me llamas!