En Valladolid no entenderían que en las fiestas se regalen caramelos o habas», comenta el presidente de la asociación de Cronistas Oficiales de la Región de Murcia, Ricardo Montes, para ilustrar por qué son únicos los festejos de Murcia. «Es algo propio de la esencia murciana». Tanto es así que «ya en el siglo XVIII el entonces obispo Belluga prohibía a la gente regalar tantas cosas en el recorrido, por lo que se puede afirmar que hace 300 años los murcianos ya regalaban en las procesiones».

Precisamente «el reparto de regalos y el compartir», añade Montes, son «un gran aliciente y hacen que acuda muchísima gente». La gran afluencia es una de las claves por las que son reconocidas con títulos honoríficos las fiestas de la Región. También influye el respeto por la tradición ya que, a juicio de Montes, festejos como los de Carthagineses y Romanos han retratado «muy de lleno la historia de Cartagena y han tenido un crecimiento espectacular».

Las nueve distinciones de Interés Turístico Internacional suponen una cuestión «de prestigio» para la Región y, sobre todo, son «para estar orgulloso por cómo se han movido los organizadores para conseguir los referentes». No en vano, «detrás hay mucha gente trabajando, moviéndose para entregar documentación». Por ejemplo, «las fiestas de Moros y Cristianos de Murcia son de Interés Nacional porque su presidente y un equipo de gente trabajaron mucho para conseguirlo», asegura Montes antes de matizar que «hay otras poblaciones a las que les da igual el título, por lo que, aun mereciéndolo, no han conseguido el Interés Turístico Nacional o Internacional».

El presidente de los cronistas tiene claro que festividades como la Enramada y la Quema de Judas de Albudeite merecen ser reconocidas: «Su Domingo de Resurrección es único en toda la Región. Eso no existe en el resto de Murcia. Albudeite ha sabido mirar para atrás y ha mantenido su idiosincrasia y sus costumbres a lo largo de varios cientos de años».

Todo se debe a la historia, algo de lo que la Región puede presumir. «Porque hay fiestas que nacieron a mediados del siglo XIX, como el Bando de la Huerta y el Entierro de la Sardina, y no han parado nunca, salvo por inundaciones o por guerras civiles. No han desaparecido, sino que han permanecido hasta nuestros días, lo cual indica que arraigaron en la sangre murciana».

Otras fiestas encuentran sus raíces en el siglo XVI, como las fiestas de Moros y Cristianos de Caravaca, que inicialmente «se celebraban de forma esporádica» para conmemorar hechos puntuales -«como la coronación de un rey»- hasta que empezaron a darse de forma cotidiana en el siglo XIX para retomarse en el XX». Y cómo han transmitido la tradición explica su éxito actual: «Son espectaculares los desfiles de Caravaca e incluso hay momentos que yo creo que los reyes se creen el cargo que están desempeñando; lo viven de tal forma que arrastran al resto de la gente. Casi no actúan».

Pero no todas las fiestas son merecedoras de un título honorífico, concluye, crítico, Ricardo Montes. «Me parece excesivo que haya 45 municipios y que 32 fiestas sean de Interés Turístico Regional. Yo depuraría un poco, sin ánimo de enfadarme con ningún término municipal. Hay que ser más rigurosos y no declarar por declarar y pedir por pedir cuando no hay un tirón, cuando no hay algo específico».