Fernando VI rey de España fue hijo del primer matrimonio de Felipe V, reinando en una época en las que los peines eran imprescindibles entre la nobleza y las clases acomodadas. Podemos considerar que fue la época dorada de los calvos ya que las pelucas estaban muy de moda en la sociedad europea. Fernando VI procuró la prosperidad de la nación y se sustrajo a la influencia extranjera. Un rey discreto y de carácter pacífico al igual que su esposa la infanta portuguesa doña Bárbara de Braganza. Dio remate a la guerra de Italia que su padre había comenzado y se adhirió a la Paz de Aquisgrán. Por esta paz aseguró el reino de Nápoles para su hermano el infante don Carlos, que luego habría de sucederle en el trono de España. Los ducados de Parma, Plasencia y Guastala los dejó para el infante don Felipe, lo que evidencia que pertenecía a una familia bien avenida y que Fernando pensaba en lo mejor para sus parientes más queridos.

Fernando VI era un chico muy formal, cariñoso y agradable que gustaba de pasar largas temporadas en el precioso palacio de la Granja de San Ildefonso, palacio que mandó construir su señor padre Felipe V para futuro goce de turistas hambrientos de cultura. Allí pasaba largas temporadas escuchando música en directo, leyendo y relajándose con el murmullo del agua y el piar de los pajarillos sin tener que usar la peluca que le producía enormes picores. El rey Fernando no tuvo descendencia, reinando a su muerte su hermano Carlos III que utilizaba una peluca más recogida; eso sí, con bucles muy favorecedores.

De carácter tranquilo, sociable y sosegado es también el letrado murciano don Francisco Martínez Escribano, decano del Colegio de Abogados, un señor cuya bondad se muestra en sus ojos de gorrión que todo lo ven y analizan con un toque de desencanto burlón. Tan discreto como Fernando VI; caballero con fundamento que disfruta de cierto aire regional que se muestra en sus movimientos relajados y parsimoniosos. Gasta poblado bigote a lo político reformista de los inicios del pasado siglo. Es un apasionado del agua, en la que practica de forma brillante la natación a braza devorando millas sin que se note, lo que reafirma su gran discreción; no como otros, que lucen el barquito en la mismísima orilla de la playa para sembrar la envidia entre el prójimo. Su boca es amplia y con vida propia que esboza una permanente y serena sonrisa de astucia tan necesaria en su profesión. Si se soltara el pelo su parecido con Albert Einstein sería más que notable. El hermoso mentón ha sido tallado por la buena crianza, la autodisciplina y las horas de esfuerzo intelectual y encuentra su salida vertical en una frente abierta y señorial. Un señor fantástico y con muy buen carácter.