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Baloncesto

Demasiado Estudiantes para tan poco Caesa Cartagena

Un parcial de 10-24 en contra en el primer cuarto sentencia el partido

Teemu Suokas controla la pelota frente a un defensor de Estudiantes

Teemu Suokas controla la pelota frente a un defensor de Estudiantes / Ivan urquizar

José Antonio Muñoz Devesa

Demasiado Movistar Estudiantes para una versión tan limitada del Grupo Caesa Cartagena. El cuadro albinegro regresó al Palacio de los Deportes con un duelo desigual, dominado de cabo a rabo por el cuadro madrileño, más centrado, preciso y, sobre todo, versátil gracias al largo y profundo arsenal con el que cuenta. No fue su mejor partido y Salin o Vaulet mostraron una versión deslucida, pero son muchos los que suman.

Todo lo contrario que el Cartagena, en el que los jugadores por debajo del rendimiento que se les supone fueron mayoría. Empezando por Garuba, clave frente a Oviedo e inoperante en este enfrentamiento, y terminando por otro vital en su mecanismo, Kelly. Demasiado lastre para enfrentarse a un equipo sumamente profesional, quizás sin el brillo de otras temporadas, pero que mantiene esa ambición que le hace estar presente al final de temporada en la lucha por el ascenso a la Liga Endesa.

Porque pasan los años y la escuadra de Magariños insiste en retornar a las alturas. Pierde piezas clave, pero de una forma u otra se las apaña para tapar los agujeros y mantener su competitividad. Del equipo de Suárez y Wintering se pasó al de Kravic y Garino y ahora, sí hay que apellidarlo, al de Filipovic.

El croata se ha convertido en santo y seña. Su comportamiento en el Palacio fue contundente, trayendo por la calle de la amargura a todo el que se puso por delante. El partido tomó su tendencia casi definitiva en el primer cuarto. Un parcial de 10-24 con Filipovic de protagonista puso al cuadro colegial en una posición cómoda, de esas de verlas venir. El Caesa no encontraba la llave para abrir su defensa y optaba en demasía por el triple como solución.

Los locales necesitaban alguna vía a la que agarrarse, no necesariamente convencional. El que mejor lo entendió fue Faverani, que comenzó a mirar la canasta con decisión y acierto. El jugador carioca es un filón, por su arrojo y valentía hasta haberse ganado la condición de reactivo emocional. Lo hizo una vez más y, cuando se sumó Svejcar, tan extraño en sus movimientos como capaz de sumar puntos y rebotes, el Estudiantes tembló un poco. Cada partido es un mundo.

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