El deporte, en primera persona
Prado: “Fui un currante del baloncesto al que se le daba bien pelearse con los gigantes”
José Manuel Prado Serrano (Murcia, 26 de marzo de 1971) fue el primer murciano que debutó en ACB con el Júver, ahora UCAM Murcia CB, un club que hoy hace cuarenta años disputó el primer partido oficial de su historia. En la actualidad es el director del hipermercado Carrefour El Paseo del Puerto de Santa María, en Cádiz

José Manuel Prado Serrano, en el Carrefour El Paseo del Puerto de Santa María, del que es director / L.O.
¿Cómo y cuándo empezaste con el baloncesto?
Empecé en las escuelas deportivas, aunque yo no tengo antecedentes de baloncesto en mi familia. Simplemente quería hacer algún deporte y antes practiqué algo de fútbol, pero era muy alto y probé el baloncesto. Le dije a mi padre que me apuntara a las escuelas deportivas del Cagigal y por allí aparecí con 16 años.
Vamos, que te iniciaste tarde.
Correcto. El primer día que llegué a las escuelas apareció por allí Felipe Coello y nos dijo a un grupo que al día siguiente nos quería ver en el colegio Maristas de La Fuensanta porque se había fundado un club en Murcia, el Maristas Júver. Fuimos Julián Pujante, yo y algunos más, y otros, como Juanito Oliva se incorporaron a posteriori.
¿Destacaste pronto?
Bueno, yo era titular en las categoría inferiores aunque empecé ya siendo juvenil y me llevaban de vez en cuando a entrenar con el primer equipo. Lo combinábamos con la selección murciana y a partir de ahí, en los dos años de júnior, estaba también con el primer equipo. Viajaba siempre con ellos y era el primero de los elegidos. Hacía las pretemporadas en Font Romeu y el año que dimos el salto a la ACB, Felipe me llamó y me dijo que me quedaba como jugador del primer equipo.
¿Te lo esperabas?
Sinceramente, no me lo creía. Nunca he despuntado, siempre he sido un currante, un jugador muy defensivo. La anotación no era mi fuerte, pero pelearme con los gigantes sí que era uno de mis puntos fuertes.
¿De qué jugadores de la época tienes mejores recuerdos?
De muchos, pero no solo por sus cualidades deportivas, sino también por las humanas. Aprendí de muchos, pero uno con los que me codeé más fue con Clarence Kea, que era una bestia pese a que no era muy alto. En los entrenamientos siempre me tenía que enfrentar a él. Fue máximo reboteador de la ACB, una máquina. Pero también coincidí con McPherson, Estaban Pérez, Scolari, Davalillo, Abarca, Javier Ibáñez, Jordi Soler o ‘el chino ’Alberto Sanz, que se quedó en el equipo. Y la convivencia que teníamos era impresionante. Los lunes nos íbamos al campo de fútbol a hacer trabajo físico, jugábamos un partido y Juan Valverde nos llevaba después a comer al Cherro. Para mí fue la mejor época a nivel baloncestísico, pero tuve que salir del nido del Júver y me encontré un poco de todo.
Después pasaste por Algeciras e Ibiza. ¿Cómo fueron esas experiencias?
El primer año me fui Algeciras, que jugaba en Primera, pero fue fatal. Habían fichado a siete u ocho jugadores de fuera, que venían del CAI Zaragoza, Oviedo, Granada y Loja, y teníamos un americano. Lo que pasó es que no estaba organizada la estructura de ese equipo y tuvimos muchos problemas. A los tres meses nos dejaron de pagar, a mí me robaron el coche el día de mi cumpleaños, un Fiat Tipo recién comprado, y ahí lo pasé mal. Una etapa para olvidar. A partir de ahí cambié de representante y me hizo una oferta el Ca Nostra para irme a Ibiza, donde viví mi mejor año deportivo. Ficharon a Manel Bosch, que era jugador y entrenador, y también a Lino Gómez. Fue el mejor año a todos los niveles, un año espectacular.
¿Y los estudios, los pudiste llevar bien?
Yo llegué hasta Económicas, pero cuando empecé con el deporte con una dedicación brutal, se empezó a torcer todo. Recuerdo que me cruzaba por el campus con Antonio Peñalver, con el que entablé amistad, pero lo único que hacíamos los dos era ir a por los apuntes. Después de jugar en Ibiza me vine para Murcia para casarme y tuve un parón baloncestístico. Estuve trabajando hasta de jornalero, cogiendo limones, y entonces salió un anuncio buscando personal para una empresa de seguridad para el Centro Comercial Atalayas. Me fui a esa entrevista en el hotel Hispano y conforme me vieron me dijeron ‘tú vas a entrar’.
¿Se acabó entonces el baloncesto?
Bueno, entré en el mundo de la seguridad, me especialicé en todo, en instructor de tiro, en escolta privado y seguí jugando en Molina hasta que me fichó el Almoradí, que estaba patrocinado por una discoteca muy famosa. Era el único del equipo al que le pagaban algo para sufragar la gasolina y los gastos, pero sufrí una lesión muy gorda, primero en los dientes, que me los partieron en un partido y me quedé inconsciente, y luego tuve otra en el tobillo, que se me desgarró y ya le cogí miedo. Desde entonces solo he jugado alguna pachanga, pero llevando mucho cuidado.
¿Y cómo pasaste de guardia de seguridad a tener un cargo de gestión?
Una noche, haciendo guardia en Continente, me vino el jefe de personal y me propuso irme con ellos. Como anécdota te puedo contar que empecé en un laboratorio de dos metros cuadrados cortando queso, que lo odio, y sacándolo a las estanterías. Según mi madre, de niño me daba unas hinchetas a comer queso que terminé odiándolo y a día de hoy sigo sin comerlo. Ahí empezó mi carrera y he pasado por todos los puestos del hipermercado. Fui promocionando y todo lo que me proponía el director yo tiraba para adelante. Me propusieron irme fuera, pero entones tenía dos hijos pequeños y pesaban más ellos. Pero llegó una edad en la que el pequeño tenía 9 años y le dije a mi mujer que quería hacer algo más, que estaba un poco estancado y que tenía posibilidades. Se lo comuniqué a la empresa, me promocionaron y me mandaron a Tenerife tres años. Después estuve en Zafra, en la apertura del Carrefour de Águilas, volví a Murcia al Infante, de ahí pasé a San Javier y ahora llevo un año y ocho meses en el Puerto de Santa María.
¿Tus hijos también juegan al baloncesto?
No. Ellos estuvieron un tiempo porque mi mujer también jugó al baloncesto en Jesús María y los dos mayores pasaron un año en las escuelas, pero no terminaron de cuajar, preferían otras cosas y ellos son los que tienen que decidir.

En 1985 Juver fue impulsora del primer equipo de baloncesto de la ACB en Murcia. / Juver
¿Sigues teniendo el gusanillo del baloncesto?
Siempre, eso no se quita, y no me voy más allá de ayer, que estuve viendo el partido del UCAM en la tele. El baloncesto me pirra y en el Puerto de Santa María hay un equipo al que voy a ver. Además, los domingos se juntan a jugar varios veteranos como Miguel Ángel Cabral y Jesús Chagoyen y yo me apunto. El gusanillo nunca se pierde porque fueron muchos años, y aunque soy profesional de otro ramo, siempre estoy pendiente de todo el baloncesto. Nunca voy a perder ese gusanillo, como el de la aviación porque mi padre fue capitán del Ejército del Aire y cada vez que veo pasar un avión me quedo embobado.
¿Sientes añoranza por aquellos tiempos?
Ha cambiado mucho todo. A lo mejor es también es porque lo viví en primera persona, pero la mejor etapa a todos los niveles fue aquella, cuando la afición empezó a llenar el Príncipe de Asturias y empezaron a poner las canastas en la calle. Tenía un atractivo distinto. Sin quitar mérito a lo que ha venido a posteriori, pero esa época del año que ascendimos a la ACB y los dos siguientes, se vivió una gran ilusión que es el germen de lo que se vive ahora.
¿Y crees que habrías jugado en la ACB actual?
No, hoy en día no habría jugado. Ahora prima mucho más lo físico que lo técnico, y aunque yo fuera un jugador físico, el nivel de hoy en día es inmensamente brutal. Entonces nos cuidábamos y había jugadores más especiales a la hora de la preparación física, pero el equipo primaba mucho más. En ese momento había que acertar con los americanos, que todos con los que conviví en Murcia, excepto McNamara, se integraron muy bien. Recuerdo especialmente a Ralph McPherson y a Esteban Pérez, que era una máquina pese a todos los problemas tuvo, que yo los viví en primera persona, porque cuando íbamos a jugar a Santiago las que le liaban allí eran gordas.
¿Con quién te quedas de aquella época?
Te voy a ser claro y muy franco, con Felipe Coello. Con eso creo que te respondo. Él siempre ha estado ahí, es mi padre deportivo y nos une una amistad brutal, y es el artífice del despertar del baloncesto en Murcia, siempre ha estado ahí. Además, apostaba por nosotros, nos metía mucha caña, nos daba la oportunidad y él fue que quien apostó por el baloncesto en Murcia con Juan Valverde detrás, pero él era quien lo manejaba todo y Murcia tiene que agradecerle mucho.
¿Sigues manteniendo contacto con los jugadores de tu época?
Claro. Tenemos un grupo de wasap que se llama ‘los junior de mierda’, que era como nos llamaban los veteranos cuando íbamos a las concentraciones de Font Romeu. En ese grupo están Mariano Nieto, Carlos Crespo, Braulio Arias, Marcos Martín, Gino, muchos, Somos veintidós y de vez en cuando nos echamos unas risas y nos felicitamos por los cumpleaños.
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