El deporte, en primera persona
Marisol Izquierdo: "He hecho de todo en el balonmano, incluso pasar la mopa en los partidos"
Acaba de ser reconocida por la Federación Española. Es profesora, a punto de jubilarse, en el colegio Jesús María y fue la primera mujer que logró el título de entrenadora nacional de balonmano

Marisol Izquierdo. / Israel Sánchez
Marisol Izquierdo Amorós (Murcia, 27 de enero de 1961) acaba de ser reconocida por la Federación Española. Es profesora, a punto de jubilarse, en el colegio Jesús María y fue la primera mujer que logró el título de entrenadora nacional.
¿Desde cuándo estás vinculada al deporte?
Empecé en el colegio, siendo alumna de Jesús María. Había una profesora, Mari Carmen Pedrero, a la que me quedaba mirando y cuando cumplí once años nos permitieron empezar a entrenar. Entonces no había las competiciones que tenemos ahora, solo Deporte Escolar y poco más, y un grupo de chicas, entre las que también estaba María Pedro Reverte, jugábamos al balonmano, pero como empezamos a hacerlo bien, nos presentaban a campeonatos.
¿Y al balonmano federado cómo llegaste?
Ricardo Martínez estaba en el Real Murcia y mi padre era presidente del Imperial. Entonces crearon unas secciones deportivas y fue allí como aterrizamos con Manolo García Juesas como entrenador. Pero yo también hacía otras cosas y me saqué el curso de monitora de baloncesto. Mi grupo era de gente inquieta. También tengo la carrera de Danza y compaginaba una cosa con la otra. Después saltamos a la Universidad y apareció por allí un profesor, Juan García Pellicer, con el que jugamos los universitarios porque lo del Real Murcia no duró mucho. Después de ir a una fase de ascenso, dejaron de ayudarnos y entonces yo me fui a Abarán a jugar porque aquí no había equipo femenino. Pero estando allí dije que eso no podía ser, que cómo nosotras teniendo chicas que jugaban al balonmano, no podíamos crear un club. Nos juntamos de nuevo con el apoyo de la Universidad de Murcia y cuando decidieron dedicar los fondos a investigación en lugar del deporte, apareció la UCAM.
Entonces le cambiaron el nombre al club.
Fue por deferencia a la ayuda que hemos tenido de ellos tanto económica como en becas para deportistas. Ahora el equipo femenino está en la tercera categoría nacional porque se han inventado una nueva, pero siempre hemos jugado en la segunda. Incluso estuvimos dos temporadas en la máxima división, pero lo tuvimos que dejar porque era ya profesional y algunas jugadoras cobraban más que yo trabajando en el colegio todo el día. Nosotras les podíamos pagar el piso y alguna ayuda, pero no teníamos para más. Nuestro equipo actualmente está compuesto por estudiantes y estamos sacando gente de la cantera, que es muy buena.
También fuiste entrenadora. ¿Por qué dejaste los banquillos?
Entrené muchos años, pero cuando creas un club siempre tiene que haber alguien que lleve la burocracia y tienes que hacer de todo, incluso pasar la mopa, como he hecho yo. Me paso las tardes en el pabellón San Basilio
¿Fuiste buena jugadora?
Era una jugadora normal, de las que destacaban en Murcia. No fui jugadora de ir a la selección porque Murcia no tenía entonces nivel para eso, pero desde que Daniel Santos cogió la Federación Murciana, el balonmano ha experimentado un gran empuje y desde la Española, con Paco Blázquez, se ha apostado por la paridad y por el crecimiento del femenino.
¿En qué ha cambiado especialmente la presencia de la mujer en el deporte?
En aquella época lo que más jugaban las chicas era al baloncesto y en menor medida al balonmano. A nivel social hay una gran diferencia con lo que tenemos ahora. Yo veo ahora a mis hijas que siguen a sus hijos por todos los pabellones cuando mis padres nunca me vieron jugar, no iban a los partidos y menos a los entrenamientos. A veces nos recogían, porque entrenábamos en el Femenino y había que cruzar el Parque Fofó, que era conflictivo y nos daba miedo, pero nada más. Se oían comentarios incluso en el colegio de que al balonmano no podían jugar las chicas porque era muy duro. Pero la gran diferencia con respecto a la época actual que vivimos es que los padres están apoyando a sus hijas en el deporte, a veces de más de lo necesario porque se les va un poco la boca con el afán de animarlos.
¿Pero os señalaban por jugar a un deporte donde hay contacto como el balonmano?
Sí, pero tampoco era algo que tuvieras que escuchar todos los días, no lo he vivido así, solo en alguna ocasión. Yo terminé de jugar tarde, cuando ya tenía 32 o 33 años, incluso he llegado a jugar en el mismo equipo con una de mis hijas, pero no tuve que soportar ningún comentario.
¿Qué te ha dado el balonmano, porque incluso quizás conociste a tu marido en el deporte?
Él jugaba en Maristas, pero no lo conocí en el balonmano, que es una cosa rara. Nosotros nos conocimos en Santo Domingo, cuando estaban las escalericas y pasaban por allí los coches. Para mí el balonmano ha sido mi vida, una pasión a la que he dedicado toda mi vida. Ahora, porque estoy a punto de jubilarme, pero antes iba por las mañanas a trabajar al colegio y por las tardes me las pasaba en el pabellón, y sobre todo ahora que tenemos quince o dieciséis equipos. Pero lo que más me gusta es ver a los niños, que ahora tenemos muchos por el Peque Balonmano, porque te dan muchas alegrías. Algunos no saben ni botar el balón, pero es un modelo que está ahí, que se ha implantado y muchos peques conocen nuestro deporte en los recreos de los colegios cuando antes nos daban un balón de fútbol o de baloncesto y a correr.
¿Entonces estáis en un buen momento?
Por supuesto. Antes aquí había cuatro gatos jugando y ahora hay muchos clubes y equipos porque la Federación lo ha promovido. Este año hemos tenido que hacer dos grupos en varias categorías y empezar las competiciones a principios de octubre porque las fechas no daban para luego los sectores nacionales. Y a nivel femenino ha subido muchísimo, tanto que era impensable hace un tiempo, cuando empezaban los campeonatos en diciembre o enero porque no había equipos, pero gracias a Dios estoy ha evolucionado y estamos al nivel de otras comunidades uniprovinciales, algo que ha permitido llevar esta temporada dos equipos a los sectores.
¿Ahora están los padres más concienciados de que los niños tienen que hacer deporte?
Sobre todo a raíz de la pandemia. Parece que la gente se convenció que de los hijos tienen que hacer deporte y comer bien, que deben hacer algo para salir de las maquinitas, la tele y la tablet. Nosotros, en las categorías inferiores, cada equipo entrena tres días porque sabemos que ya cuatro muchos se despistan. Recuerdo cuando Manolo Izquierdo estaba en Deporte Escolar y nos daban las cifras de los que habían jugado al balonmano y ahora esas cifras se han disparado.
Pero también ahora hay más oferta de deportes.
Pero estamos en un buen momento, en un momento top porque la gente quiere jugar y quiere aprender. También tenemos quien viene y no se federa porque no son tan competitivos, pero la mayoría quiere jugar gane o pierda. Al final esto se trata de difundir los valores de mejorar día a día, la entrega y el compañerismo. Es lo que buscan también los padres.
¿El deporte sigue siendo para las familias un complemento y no una prioridad?
Los padres están mucho más concienciados de que los niños no pueden estar en casa con las maquinitas, que necesitan airearse. Luego está el inglés, que para poner los horarios de los entrenamientos chocamos con eso, pero ahora no perdonan el deporte, quieren que lo hagan. Luego notamos que hay gente se lo deja en cadetes o juveniles, pero no por las exigencias de los entrenamientos, sino porque se agobian cuando llegan a la Universidad, pero tampoco es un número elevado. En las demás categorías, los críos se organizan y tienen tiempo para el deporte.
Es que el deporte ayuda a que aprendan a organizarse.
Los niños que hacen deporte se organizan mejor e incluso sacan mejores notas. Los padres lo comprueban y nos dan la razón. Yo también tengo la experiencia en el colegio, con todos los alumnos que han pasado por mis manos, donde encuentras que los que tienen más dificultades para los estudios, cuando hacen deporte, salen beneficiados.
¿Por qué decidiste ser docente?
La docencia se lleva en la sangre y está unida también a mi vocación de entrenadora, que aún me meto de vez en cuando en la pista. El balonmano es la otra parte de mi vida, es la familia que te llena y todo va entrelazado. En su día fui la primera mujer que se sacó el título nacional de balonmano porque quería que el balonmano fuera una faceta más de mi vida. Y la docencia siempre me ha gustado. Intenté hacer otra carrera, pero es que en Murcia había pocas alternativas en la universidad en ese momento y me licencié en Matemáticas. Y como siempre me ha gustado enseñar me quedé en el colegio Jesús María. Además, yo había empezado en el colegio a entrenar equipos cuando tenía quince años, en segundo de BUP, y a partir de ahí me quedé en actividades extraescolares.
Ahora te jubilas, pero no te veo como la mujer que se queda criando a los nietos.
No lo voy a notar, la verdad. Ahora no tengo la jornada completa y los viernes, que no trabajo, los dedico a hacer cosas del club. Hemos vivido años muy agobiantes, como en la época del equipo de División de Honor, que me acostaba sin poder dormir porque no nos llegaba el dinero e incluso teníamos que poner de nuestro bolsillo, que si se entera mi marido… Ahora me encuentro más libre, voy a todos los partidos que puedo y ahora tenemos el campus de verano en Los Alcázares, donde yo no voy a estar allí quedándome a dormir, pero sí que iré. Tanto a Trini Abellán como a mí nos gusta estar encima del club y por las tardes estamos en el pabellón San Basilio, donde algunas veces se nos dan las diez de la noche. No soy una figura decorativa como pasa en otros clubes con el presidente, nosotros estamos todos muy implicados.
¿Y tu marido qué dice de ese ritmo tuyo?
Mi marido me entiende por qué entiende que sin esto no puedo vivir. Llevo con él desde los quince años, nos entendemos a la perfección y nos gusta viajar a los dos. Ahora tenemos una hija, Marta, que la recordarás porque fue internacional, que vive en Austin, en Texas, y mi marido aprovecha para ir allí, estar un mes, ver a los nietos, hacerles la comida y ayudarles con los críos porque ellos están allí sin familia.
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