Tenis

Hasta siempre Rafa, benvingut Rafael; por Ricard Cabot

El tenista de Manacor ha sido competidor antes que ganador. La pasión que le ha puesto en sus más de 1.300 partidos como profesional ha sido clave en su carrera

Cabot, jefe de Deportes de Diario de Mallorca entre 1992 y 2024, cubrió la mayoría de torneos importantes que conquistó la leyenda del tenis

Este es el vídeo con el que Rafa Nadal anuncia que se retira

PI STUDIO

Ricard Cabot

El primer o segundo domingo de junio de los últimos quince años, para redondear, la cita estaba servida. Desde la tribuna de prensa de la Philippe Chatrier, la pista central de Roland Garros, en pleno Bois de Boulogne, el encuentro ineludible con Rafel Nadal Parera. La gran final del Grand Slam de tierra. Y por muchas veces que se escuchara desde el privilegiado asiento del icónico recinto tenístico, se ponían los pelos de punta cuando el afamado locutor Marc Maury comenzaba la presentación del tenista mallorquín, en pleno precalentamiento, enumerando sus títulos en París. «Rafael Nadal, vainqueur en Deux mille cinq, Deux mille six, Deux mille sept, Deux mille huit, Deux mille dix, Deux mille onze, Deux mille douze, Deux mille treize, Deux mille quatorze, Deux mille dix-sept, Deux mille dix-huit, Deux mille dix-neuf, Deux mille vingt et deux mille vingt-deux». Aún ahora, y por muchos años que pasen, la emoción que le ponía Maury al recitar un historial inacabable y entre el ruido ensordecedor de un público entregado, deja un recuerdo imborrable.

Pero Nadal, que este jueves 10 de octubre ha anunciado a sus 38 años su definitiva retirada del tenis -a falta de su última presencia en la Copa Davis- tras más de dos décadas en activo, es mucho más que todos los títulos que haya podido conquistar, hasta 92, en una carrera inigualable. El tenista de Manacor -nunca ex- ha sido competidor antes que ganador. La pasión que le ha puesto en sus más de 1.300 partidos como profesional -1080 victorias, 227 derrotas-, ya sea ante el número uno, u otro perdido en el sótano de la clasificación ATP, ha sido lo que le ha llevado a llegar donde lo ha hecho. El respeto infinito a su profesión, superando todas las adversidades, que han sido muchas, en forma de lesiones, algunas crueles. Humilde en la victoria y respetuoso en la derrota, siempre ha huido de tópicos. «Normalmente tiene suerte el que lo hace mejor», solía decir después de un tropiezo, lejos de justificarse en excusas.

Nadal trasciende el deporte. Por su comportamiento siempre ejemplar en la pista -alguna discusión con los árbitros, pero poco más; nunca el golpeo de la raqueta contra el suelo y actitudes reprobables por el estilo- y su conducta siempre positiva. En la victoria o en la derrota, sus rivales sabían que ante él los partidos no se ganan hasta el último punto, aunque parezca una obviedad. Que se lo digan al ruso Daniil Medvedev, que en la final del Abierto de Australia de hace dos años se debió ver ganador con dos sets arriba, 3-2 y 0-40 en el tercero. El mallorquín acabaría levantando el penúltimo Grand Slam de su carrera tras cinco horas y media de partido, antes del definitivo decimocuarto Roland Garros.

Resistencia

Nadal puso en práctica lo que tantas veces ha manifestado. La puntuación del tenis, al ser tan corta, te permite la oportunidad de recuperarte. Del partido a partido de Simeone al punto a punto del manacorí, sabiendo que el tenis siempre te da una segunda y tercera oportunidad en un duelo de cinco horas. La carrera de Nadal no ha sido un camino de rosas. Acostumbrado a convivir con las lesiones desde que en 2005 le detectaran una rotura de escafoides que a punto estuvo de retirarle del deporte, sus primeros años en Roland Garros no fueron fáciles. Aún son audibles los pitidos que tuvo que escuchar en sus primeras apariciones en el torneo parisino, hartos los franceses de ver triunfar a españoles. Con el paso de los años, su actitud y su tiránico dominio -solo tres derrotas en 112 partidos- hizo decantar la balanza. «Cumplirá 65 años y seguirá ganando», profetizó Nicolás Almagro, víctima de la maestría de Nadal en París. Los silbidos se convirtieron en aplausos, incluso en pleitesía, hasta convertirse en leyenda. El torneo lo ha reconocido levantándole una estatua de tres metros con su silueta en una de las entradas del recinto. Qué menos para el catorce veces ganador en París, en un récord que se antoja insuperable.

De sus catorce victorias en la capital francesa, la que posiblemente menos ha celebrado es la de 2008. Se enfrentaba el 8 de junio en la final a Roger Federer, al que derrotaría por cuarta vez consecutiva en la Chatrier. No fue una derrota más para el suizo, sino la más humillante de su carrera. 6/1, 6/3, 6/0 en algo menos de dos horas. La tercera final de un Grand Slam más corta de la historia. Un visto y no visto. Por supuesto que Nadal celebró su cuarto título en París, pero fue diferente a todos los demás. La diferencia entre uno y otro fue tan abismal que una celebración desmesurada estaba fuera de lugar. Máximo respeto a su ilustre rival, que perdura hasta hoy. Catorce años después, en su último gran triunfo con 36 años recién cumplidos, casi repitió marcador en la final ante el noruego Casper Ruud (6/3, 6/3, 6/0), lo que da idea de su voracidad competitiva.

El mejor partido de la historia

Muy diferente fue la final que disputaron un mes después en Wimbledon, en el considerado por muchos como el mejor partido de la historia del tenis. Tras dos derrotas en las anteriores finales en el All England Club, Nadal conquistó el primero de sus dos grandes títulos en hierba, en un partido a cinco sets y tras casi cinco horas. El duelo tuvo de todo, dos interrupciones por la lluvia y rozando el aplazamiento al lunes porque la noche acechaba. Era la confirmación de que estábamos ante un tenista completo. Ese mismo año llegaría el primero de sus cuatro triunfos en el US Open y en enero de 2009 su primer Australia. La colección completa, adornada con el oro olímpico individual en Pekín 2008 y en el doble en Río 2016, y cinco Copa Davis.

Qué hubiera sido de Nadal sin las lesiones, que le han alejado de las pistas la friolera de cuatro años. Esta es una pregunta que nunca tendrá respuesta. Icono de la resiliencia, el cuerpo del mallorquín es lo más parecido a un parte de guerra. La lesión crónica en el escafoides, conocida como síndrome de Müller-Weiss, rodillas, cadera, espalda, muñecas, costillas, roturas musculares, pinchazos, radiofrecuencias, analgésicos…Su brillante carrera es poco menos que un milagro por todo lo que ha tenido que pasar. Su tozudez y pasión por el oficio han impedido que arrojara la toalla, y en alguna ocasión no le han faltado ganas. Pero en esos momentos, y en muchos otros, estaba su tío Toni, un personaje clave en su carrera. La persona que le ha conducido desde que, a los cinco años, empezara a darle a la raqueta.

Severo con su sobrino, como no lo hubiera sido con ningún otro, Toni Nadal es el responsable de que Rafel haya jugado con la izquierda, siendo diestro; de su privilegiada fuerza mental y de su infinita educación en la pista y fuera de ella. Tras 27 años a su lado, Carlos Moyà, en el pasado rival y sin embargo amigo, cogió en 2018 las riendas en el tramo final de la carrera del tenista.

Junto a Roger Federer y Novak Djokovic, por números el más grande de la historia pero no el más querido por la afición, Nadal ha puesto el deporte del tenis en otra dimensión. Durante dos décadas, estos tres monstruos se lo han repartido prácticamente todo, dejando las migajas para el resto. Han aplastado a dos generaciones de tenistas, y solo el inevitable paso del tiempo y la irrupción de figuras como Alcaraz Sinner han puesto fin a un ciclo irrepetible, a la espera de los últimos coletazos del serbio.

Futbolero hasta el tuétano -su tío Toni le obligó a elegir entre el fútbol y el tenis-, madridista confeso, hasta el punto de que no ha desdeñado la posibilidad de ser algún día presidente del Real Madrid, amigo de Florentino Pérez, aficionado a la cocina, enamorado de la navegación y un apasionado del golf, llegando a ser campeón de Baleares amateur, tiene entre sus amistades a Tiger Woods, Pau Gasol y hasta el emérito Juan Carlos. Pero sus verdaderos amigos son los que conserva de la infancia, con los que se siente más auténtico, alejado del foco mediático en el que se ha movido desde el inicio de su adolescencia. El tenista Nadal ya es historia con mayúsculas. Nace el Nadal humano. Hasta siempre Rafa, benvingut Rafel.

*Ricard Cabot, jefe de Deportes de Diario de Mallorca entre 1992 y 2024.

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