Fútbol
El enemigo estaba en casa

Los jugadores del Girona lamentan el autogol en propia puerta de Krejci ante el Feyenoord en Montilivi. / Jordi Cotrina
Marcos López
El enemigo estaba en casa. En el propio Girona, quien firmó una tarde-noche repleta de desgracias, marcándose en propia puerta dos de los tres goles que anotó el Feyenoord. Si se amplía el foco en la Champions, son tres de cuatro que vienen de las botas o manos de los jugadores de Míchel, víctima del caos que le llevó a la derrota en su estreno en la Champions en un Montilivi que ni se llenó.
De derrota (1-0 con el PSG) en derrota (2-3 ante el Feyenoord) unidas ambas por el mismo hilo argumental. Un equipo tan caritativo y bondadoso que regala goles y victorias a sus rivales: Gazzaniga, Yangel Herrera, Krejci… Y si no tenía más desgracias hasta falló un penalti cuando se podía enganchar al partido, por lo que el túnel oscuro contínua: seis partidos sin ganar, cuatro derrotas y dos empates.

Los jugadores del Girona, decepcionados tras la derrota en Montilivi ante el Feyenoord. / Jordi Cotrina
La tarde era gris. Plomiza. Y lluviosa en un Montilivi mutilado, con más gradas vacías casi que llenas, consecuencia de la prohibición de la UEFA, que no permitió las gradas supletorias. Había colas en los accesos, atasco de tráfico incluido, y el agua no dejaba de caer sobre el césped mientras se vivían los primeros minutos del debut europeo del Girona en su hogar. En su viejo hogar.

Una panorámica de Montilivi antes de empezar el Girona-Feyenoord de la Champions. / Jordi Cotrina
Y todo empezó bien con un fútbol fluído, atrevido y persistente, llegando al área neerlandesa con peligro hasta que a la salida de un córner cabeceado por Miovski llegó el primer tanto en la Champions. Obra de un defensa, transformado en un delantero de emergencia como fue David López cazando un balón muerto a pocos metros de la portería del Feyenoord.

Los jugadores del Girona celebran el gol de David López, que era el 1-0 al Feyenoord en la primera mitad. / Jordi Cotrina
No sabían los jugadores, ni siquiera Míchel que ese tanto, el 1-0, un momento para la historia, era, en realidad, el prólogo del caos. Todo lo que vino después resultó desastroso para el Girona: el autogol de Yangel Herrera (1-1), la lesión muscular de Tsygankov, que era su mejor jugador en el arranque del partido, la torpeza en la salida del balón de David López que causó el gol de Milambo (1-2) y para completar ese escenario de terror el pase suicida de Gazzaniga a Iván Martín para forzar un penalti que invitaba a la perdición definitiva.
De error en error
Quien erró, luego acertó. Una gran parada del meta del Girona para sostener con un hilo de vida a un equipo que se autodestruyó en sus propios errores.
No existe mayor condena para su autoestima que ser culpable del desorden. ¿Y el Feyenoord? A lo suyo. Dos regalos, dos goles. Y el más sencillo lo envió a la basura porque topó con las manos de Gazzaniga. Manos fiables, pero pies torcidos para desesperación de Míchel.

Vídeo: Agencia ATLAS | Foto: EFE
Y la certeza de que su equipo solo hacer que meterse goles en su propia portería: Primero, ‘Gazza’ en el Parque de los Príncipes; luego, Yangel Herrera en Montilivi. No dejaba de llover en Girona con un equipo que empezó bien su primera mitad, pero terminó de mala manera, asustado e impreciso, con la nostalgia castigando la imagen del equipo que fue y ya no es.
¿Qué sería con Savinho, Dovbyk, Aleix García, Eric, Yan Couto…? Solo pensarlo daña a la vista y castiga aún más la memoria de las casi 9.000 personas que se reunieron en el ‘mutilado Montilivi’. Fueron 8.752. Es ahora un Girona tierno, inestable, al que se le ve inseguro cuando tiene el balón. Ha perdido el ángel, consecuencia del inevitable descenso en la calidad, ahogado en su fragilidad.

Gazzaniga toca el balón anye Ueda poco antes de detener el penalti lanzado por el delantero del Feyenoord en Montilivi. / Jordi Cotrina
Al Feyenoord, tranquilo y sereno, solo le faltaba esperar su momento. ¿Cuál era? Sencillo. Aguardar otro error del equipo de Míchel, a quien se le llevaban los demonios. Ese fallo de Krejci invitaba a pensar, de nuevo, en el 1-3 interrumpido por el piececito milagroso de Arnau, mientras el catálogo de desgracias aumentaba con el gol de Van de Beek, aunque le pertenecía a Hancko.
Anulado por el VAR
Montilivi estalló de alegría, pero en el fútbol moderno todo queda secuestrado por la tecnología. Y el VAR determinó que el excentrocampista del United estaba en fuera de juego. Aún llovía en Montilivi. Pero nada como esas toneladas de agua fría que suponían festejar un gol ilegal.
Pasada la hora de partido, Míchel no toca nada más allá del obligado cambio de Danjuma por Tsygankov, el tercer lesionado de carácter muscular en los dos últimos partidos que se unirá en la enfermería a Oriol Romeu y Blind. Tras el gol que no fue de Van de Beek llegó un penalti que provocó Miovski. Y luego también falló el propio Miovski, quien topó con las manos de Wellenreuther, el meta alemán del Feyenoord.

David López y Stuani, en una jugada de ataque del Girona ante el Feyenoord en Montilivi. / Jordi Cotrina
Cuando quería reaccionar, el Girona se estrellaba en su propia impotencia. Ni de penalti marcaba. Hasta que Danjuma, anclado en la banda izquierda, se desencadenó con una soberbia jugada para que Van de Beek, y ahora sin la ayuda de nadie apareciera sigilosamente en el área neerlandesa, levantara a Montilivi con un gol que devolvía la esperanza.
Fue Arnaut, el exdelantero del Villarreal, quien encendió, y de forma breve, la luz de la gris noche gironina. Y fue Van de Beek el que llevó la ilusión cuando la lluvia arreciaba con más fuerza. Nada comparable, sin embargo, a la desgracia sin fin que perseguía al Girona, quien se marcó el 2-3 en un centro despejado en su propia puerta por Krejci, cuya orientación corporal supuso una sentencia definitiva para Gazzaniga, quien no tiene defensas a su lado sino enemigos en sus propias filas.
Y cuando no se marcaba un gol en su casa, el Girona se estrellaba ante el portero del Feyenoord, felino y ágil en el cabezazo de Stuani cuando expiraba la noche del horror. Debía ser una noche inolvidable. Y lo fue en lo malo.
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