De lío en lío, pero el fútbol no para; la evidencia es que cada vez va más gente a los estadios. Y no detiene su marcha porque las ilusiones o desdichas se renuevan cada semana, aunque cueste trabajo hablar o escribir solo de fútbol. La Federación en llamas y la competición en ascuas por culpa de personajes difíciles de digerir; todos esos ‘rubiales y negreiras’ que señalábamos hace semanas.
Lo de Rubiales es solo la punta del iceberg de los antros que federan nuestro deporte, verdaderos nidos endogámicos y clientelares que deberían ser modélicos y donde las corruptelas más difíciles de imaginar y el nepotismo o culto desmesurado al presidente de turno es su catecismo. Y ustedes pensarán que también habrá gente buena. Claro que sí, incluso serán mayoría ahí dentro. El problema se enquista cuando subimos por la pirámide de poder y llegamos a los pisos superiores. Cotos cerrados para perpetuar a quien dispone de vidas y haciendas entre quienes coloca a dedo, con las notables excepciones que también habrá: gente que llega a los cargos para servir y no para servirse.
Y claro, la siguiente pregunta es razonable: ¿también los habrá buenos, no? Aunque ahora no es lo normal, la sensatez nos conduce al sí. Es más, todos conocemos a buena gente que ha hecho mucho por el fútbol, aunque echemos de menos aquellos tiempos en los que servir era dedicar tiempo casi gratis, o sin casi, a lo que nos apasiona. Ahora se perpetúan en los cargos por algo tan prosaico como ser el único modo de vida para el marisco o el jamón pata negra de cada día, que no las lentejas. Si se conocieran los sueldos y prebendas de todo tipo de los dirigentes futboleros el escándalo sería mayor. Y otro superlativo sería conocer la relación de empleados federativos en cargos de relieve y comparar sus apellidos directos o indirectos por relaciones de parentesco con los mandamases. Ahí quizá se nos acabaran los adjetivos. Por no hablar de los negocietes turbios alrededor de las federaciones.
Urge, por tanto, que cualquier gobierno levante alfombras y ponga orden en tanto desmán.
En cuanto a la competición, hace tiempo que señalamos que el mero hecho de que el Barça hubiera pagado tanto dinero -17 M- a un relevante responsable arbitral durante tanto tiempo, ya era delito en sí, al margen de que se pudiera demostrar o no su incidencia en los terrenos de juego. Y ahora parece que estamos en eso, coincidiendo en tal apreciación jurídica con los juzgadores que llevan el caso. Otra cosa serán las pruebas que las pesquisas de la Guardia Civil puedan aportar al caso Negreira. Y, lo que es peor para el Barça, lo que la Justicia o la UEFA puedan dictaminar ante las evidencias que vamos conociendo. Desde la disolución del club, cosa harto improbable, a su apartamiento temporal de las competiciones europeas, circunstancia que parece más cercana, por mucho que, como sospechamos y apuntamos en esta columna, Laporta ofreciera en su momento la cabeza de Florentino Pérez a Ceferin, vía desmarcarse de la agónica Superliga para dejar solo al Madrid, a fin de salvar la primera bola de partido de las muchas que deberá afrontar enseguida. La FIFA fue clara respecto al caso, aunque el fútbol se auto regenera constantemente: «El Barça ha hecho un daño irreparable al fútbol».
Aunque nos duelan y desagraden sus consecuencias, el fútbol con mayúscula debería sentar un precedente rotundo con un castigo ejemplar a cuantos dirigentes y personas intervinieran en este caso de corrupción deportiva, y desgraciada y consecuentemente con el club. Como dijera un amigo entrañable al juez -con la condena subsiguiente- respecto a su juzgada agresión a un compañero: «No sé si le pegué, pero en mi ánimo estaba hacerlo».
Finalmente, el Madrid salió ufano y líder de Montelivi, pero Ancelotti debe estar rumiando cómo es posible que el Girona le crease tres claras ocasiones de gol en los primeros minutos del partido, con situaciones idénticas a las que le costaron dos goles seguidos frente al Atlético. Remates cabeceros en solitario en el borde y centro del área pequeña, por no hacer bien algo tan sencillo como una correcta basculación y, ojo, con jugadores diferentes en su alineación.
Mal asunto para el italiano. Frente a un equipo de mayor enjundia rematadora, como ocurrirá en Europa y en los partidos clave domésticos, estarían noqueados.
Adelante, fútbol, porque quienes te disfrutamos también seguimos fuertes.