Contemplar la realidad desde provincias, que se decía antes, es tan divertido como sorprendente. Y frustrante si es desde cualquier lugar discriminado, como Murcia, región tan maltratada desde hace tantos decenios como frustraciones sufrimos.
Por eso, muchos paisanos nos refugiamos en algo que divierta. Pero ese bálsamo, el deporte patrio y concretamente el fútbol pueden ser, también tiene sus perendengues. Solo hay que observar la realidad actual de nuestros equipos más representativos y recordar las penurias económicas y competitivas e injusticias comparativas que han padecido. El Real Murcia, por ejemplo, es el único club español descendido dos veces administrativamente desde el fútbol profesional.
Volviendo a nuestro refugio, nos alegra ver a tantos veinteañeros comandando los equipos más rutilantes. Bellingham en el Madrid, Gavi en el Barça, Barrios en el Atlético, Baena en el Villarreal, Guerra en el Valencia o Nico en el Athletic, entre otros, son claros ejemplos. Con el añadido, de que salvo el inglés merengue, todos son seleccionables por España. Estos futbolistas son quienes marcan las diferencias en sus clubes y los llevan con regularidad a puntuar. Muestras significativas de ello vimos en Champions en el Bernabéu y en Liga en el remozado Olímpico barcelonés culé.
Bellingham logró en el último suspiro amarrar tres puntos para los blancos ante los animosos alemanes del Unión Berlín, y Gavi, saliendo desde el banquillo por las rotaciones, empujó como la fiera que es a su Barça a remontar un partido que tenía claramente perdido a falta de diez minutos ante el excelente Celta de Benítez. Por no hablar del exquisito Guerra che, que hizo cuanto pudo para ganar en Almería, solo frustrado por otro joven, Arribas, quien con su oportunismo dio el empate a los indalos. Este exquisito canterano merengue también progresa adecuadamente en su mili legionaria por las áridas tierras almerienses.
Y llegamos a la que sin duda ha sido la gesta deportiva española de la semana. Nuestras futbolistas campeonas del mundo encarrilaron en Suecia la participación en los próximos Juegos Olímpicos con un triunfo excelso. Y lo fue desde el prisma futbolero, usando todos sus lenguajes, desde el buen juego a ese juego pardo que tanto recuerda al gran Luis Aragonés, y desde el ángulo humano. Llevaban una semana sin entrenar como se debe, enzarzadas con la malhadada Federación en unas reivindicaciones cuya justicia va calando poco a poco en la afición española.
Así, desde la negación de todo nacionalismo, porque solo hay que analizar un poco la historia reciente e incluso la actual para saber los desastres que llevadas al extremo han propiciado tales ideologías a la humanidad, esas son las cosas que nos reconcilian con la esperanza en un país, antes llamado generalmente España, que por tantas otras cosas se empecina en autodestruirse cada dos o tres generaciones.
Volviendo a la senda futbolera, el Madrid lleva un camino inmaculado esta temporada aun jugando a ráfagas, contando por victorias todos sus partidos, pero debe guardar bien la viña porque en la liga tiene enfrente al apalancado Barça que empieza a resultar extraordinario de la mano de Xavi, quien sorprende día a día con su habilidad para cambiar partidos sobre la marcha, igual que ha logrado enjaretar por fin una plantilla competitiva que juegan bien en equipo. Veremos si en Europa les da también a ambos con lo que tienen. Algunos tenemos dudas razonables de que cuando lleguen las cuestas arriba europeas necesiten un burro, porque las cuestas abajo domésticas sí que las suben solos.
Como españoles, nuestros jóvenes jugadores de élite nos ilusionan, nuestras futbolistas internacionales también, y solo queda que salvemos el escollo de la gilipollez galopante que nos asola.
Empieza a estar mal visto que se le llame, con admiración, morenaza a una morena estupenda, o simplemente guapa, o cederle el paso a una señora, por machismo; o a un negro, negro, como a cualquier blanco, blanco —tal vez deberemos usar lo de pajizo, como morenos con aquellos, por no ofender—, por supuesto racismo; o para otras condiciones de género acudir a anglicismos y retorcer el castellano por supuesta homofobia. Por no hablar del precavido consentimiento por escrito para mantener relaciones, pronto hasta con esposas, por presunta violación; o de que en el Congreso traduzcan al idioma que entendemos todos, el catalán, el euskera o el gallego; o llamen hombres de honor a delincuentes.
Leña de verdad a quienes abusen, violen y discriminen, y hasta que reviente al que mate, o llegaremos al gilipollas todes.