El Fútbol Club Cartagena es, en muchos sentidos, un club peculiar. Su relativa juventud, la carga histórica del futbol cartagenero o su propio -y complejo- camino confieren a la entidad de una idiosincrasia que otros clubes no tienen. En este contexto se ha forjado también la identidad de su masa social, con un fuerte sentimiento al que se contrapone el sosiego de su directiva: mientras unos exigen inmediatez, resultados y soluciones, otros mantienen la calma y toman decisiones con la cabeza fría. Esta circunstancia se ha visto perfectamente reflejada en el banquillo desde la llegada de la directiva actual, y es que nunca antes se había tenido tanta paciencia con los entrenadores a pesar de la presión del Cartagonova.

El público es soberano y con su expresión desde la grada puede, en muchas ocasiones, cambiar el rumbo de su equipo para bien o para mal. Cuando las cosas no van del todo como deberían, la impaciencia se convierte en la tónica general de cualquier afición y la del Cartagena no ha sido ajena a ella. Desde la llegada de Belmonte a la presidencia, el equipo ha pasado por todo tipo de momentos y, en muchos de ellos, la grada ha puesto en duda la continuidad de su entrenador. No obstante, ha sido la calma de los directivos la que ha llevado al club por una línea ascendente que aún no ha tocado su fin.

Víctor Fernández fue el primer entrenador de la era Belmonte y fue también el menos duradero. Puede decirse en este caso que el exjugador albinegro es la excepción que confirma la regla ya que todos los demás han mantenido el cargo siempre por un año o más. El novato entrenador llegó al Cartagena cinco años después de dejarlo como futbolista para ponerse a los mandos de su primer banquillo debido a la amistad que le unía con Paco Belmonte, recién estrenado en el cargo. Fue su primera opción, pero fue también la peor. El delantero no se hizo al banquillo y terminó rescindiendo de mutuo acuerdo con el club sólo siete meses, 212 días y 23 partidos después.

A partir de entonces se han sucedido en el cargo cuatro entrenadores -sin contar a Pepe Aguilar como interino- durante una etapa de casi ocho años, una media interesante para un club que ha navegado 5 de esas temporadas por Segunda B y otras 3 por Segunda. Alberto Monteagudo, Gustavo Munúa, Borja Jiménez y Luis Carrión han experimentado en sus propias carnes la paciencia del Cartagena con su figura.

Alberto Monteagudo cogió al equipo en muy mala situación y lo reflotó hasta dejarlo séptimo en la primera temporada de Belmonte al mando. Se le dio continuidad al proyecto una temporada más en la que el Cartagena fue primero durante gran parte de la temporada para terminar clasificando al play off como cuarto. El Barça B dejó sin ascenso al cuadro albinegro, pero Alberto continuó una campaña más a pesar de ello en la que el resultado fue el mismo en la promoción. En total, Monteagudo se mantuvo durante 878 días, dos temporadas y media y 107 partidos.

Detrás de Monteagudo llegó Munúa, que pasó por una situación similar que su predecesor. Tras una gran campaña, el uruguayo mantuvo la confianza de la directiva a pesar de caer de nuevo en el play off ante la Ponferradina. Con esa confianza comenzó una nueva temporada que sería histórica en todos los sentidos y mantuvo al equipo en lo más alto de la clasificación hasta que salió por motivos personales para dirigir al equipo de su vida, Nacional de Montevideo. Fue Borja Jiménez el que recogió los frutos de Munúa y llevó al equipo al ansiado ascenso, lo que le avaló para continuar por otra temporada. El mal comienzo en Segunda le hizo perder la confianza de la afición, pero no la de la directiva, que aguantó hasta que la situación era insostenible.

El último ejemplo de la paciencia en el Cartagena ha sido Luis Carrión. Con su buen trabajo, el catalán se ganó su lugar en el club, pero la mala racha de su última temporada le puso en el ojo del huracán. No así para la comisión deportiva, que aguantó hasta que el agua volvió a su cauce, resultando en una de las mejores temporadas del club.

Víctor Sánchez del Amo se sienta ahora en el banquillo albinegro sabiendo que tendrá tiempo y espacio para trabajar, aunque advertido también de la exigencia de un club que quiere seguir creciendo.